‘El Sastrín’ de Rucayo

Juan Antonio Suárez fue, seguramente, la primera leyenda de la lucha leonesa, trágicamente incrementada por su muerte en la guerra civil. Excelente luchador y buen paisano cuyo recuerdo no se borra en su tierra

09/06/2024
 Actualizado a 09/06/2024
‘El Sastrín de Rucayo’ en la semifinal del Campeonato Provincial frente a Alfredo, de Las Salas (camiseta de rayas) esperando una decisión de la mesa. | L.N.C.
‘El Sastrín de Rucayo’ en la semifinal del Campeonato Provincial frente a Alfredo, de Las Salas (camiseta de rayas) esperando una decisión de la mesa. | L.N.C.

Este domingo arranca la competición de lucha leonesa, un años más, buen momento para recordar a un inolvidable de los aluches. No faltan, hay muchos. No hace mucho que nos dejó una leyenda, Felipe León, también falta Nano, los Molineros... pero seguramente  si tuviéramos que hablar del primer gran ‘mito’ de este deporte no puede faltar el nombre de Juan Antonio Suárez, El Sastrín de Rucayo, por lo deportivo y por lo humano, sin olvidar lo trágico de su muerte en la guerra civil, de manera tan cruel como injusta.

Juan Antonio se convirtió en una leyenda en lo deportivo porque logró algo al alcance de muy pocos; siendo un luchador ‘ligero entre los de ligeros’ en los dos Campeonatos Provinciales que luchó, y ganó, antes de la guerra se impuso en ligeros y derrotó para el Cinto de Honor al vencedor de la categoría de pesados. Lo hizo por primera vez en 1931, un año que por la novedad del campeonato habían acudido a León los más afamados luchadores de cada comarca.

Y con todos estos históricos en el corro la victoria final en 1931 fue para Juan Antonio Suárez, El Sastrín, campeón en ligeros y después completó la gesta ganando el Cinto de Honor al campeón de pesados, el citado Francisco Santiago, de La Vega de Almanza, pese a que le sacaba muchos kilos de peso y también era un buen luchador, así lo recuerdan quienes le conocieron pero ‘el sastre’.... 

Gerardo Suárez, hermano de Juan Antonio y que conservaba la hebilla de plata de El Sastrín como oro en paño (en la actualidad está en el Museo de los Pueblos Leoneses) recuerda su emoción por la victoria, y también cómo él mismo se enganchó a los aluches al  ver a su hermano salir a hombros de la plaza pero, recordaba, «no era la primera vez que mi hermano hacía una gesta así; unos meses antes había derrotado en la final a Luis Rodríguez, de Barrio de Nuestra Señora, que tenía mucha fama entonces, en un trofeo que organizaba Rodríguez Guisasola».

No era la primera vez y no sería la última pues dos años más tarde repetiría la misma gesta, en el Provincial de 1.933, ante diferente rival: Florencio Díaz, El Molinero de Garrafe. Pero ya llegaremos ahí. Sólo adelantar que, tristemente, dos de los citados, Juan Antonio y  Luis Rodríguez, fueron dos víctimas de la Guerra Civil española.

Triste final que, además, eran los tiempos que eran, estuvo acompañado de una especie de leyenda negra que nada tenía que ver con la realidad de Juan Antonio, como nos recordaba hace años Pepín Huertas, también luchador de Rucayo, íntimo amigo de Juan Antonio y compañero de corros, de juegos y de trabajos. 

«Juan Antonio lo hacía  todo ‘a la buena’, no tenía ninguna maldad; por ello, no puede ser cierto eso que se ha contado de ‘un mal querer’; no es cierto que en el pueblo hubiera quien le quisiera mal, ni que lo denunciara. Todos estábamos encantados con él, con la fama que le daba a Rucayo en los corros de lucha y, además, era muy generoso ¡Cuántos corderos y gallos y de todo comimos toda la mocedad juntos de los que los había ganado él luchando».

Según Pepe Huertas, El Sastrín volvía de ver a su novia en Tolibia por el monte y se encontró con unos que venían huidos, perseguidos, y los pasó a la zona nacional, «porque era humanitario, ayudaba a todo el mundo», y los perseguidores de los huidos debieron ver que les había ayudado y a causa de eso fueron a buscarle a su casa y le ‘pasearon’. Se equivocaron, mataron a  una bella persona, el dolor en el pueblo fue tremendo», recordaba Pepín sentado en la cafetería que abrió en León cuando abandonó Rucayo, Las Lleras 38. 

La familia de Juan Antonio siempre se ha mostrado tan orgullosa de él como generosa; han donado la hebilla de Campeón Provincial al Museo de los Pueblos Leoneses, también trofeos diversos para exposiciones y actividades y, sin embargo, parece que les persigue la mala suerte o el escaso reconocimiento. Gerardo murió sin ver ningún homenaje a su hermano; y el gran valedor de su legado, su sobrino Juan, siempre orgulloso de El Sastre, es el hombre que levantó una especie de ‘área recreativa’ en La Candamia, para todo el que pasara por allí y quisiera disfrutarla y se la han quemado en un acto vandálico difícil de entender.

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