«Escribir es una manera de contar y a mí siempre me ha gustado eso».
(Marta Prieto Sarro. Escritora).
La escritora con la que hoy caminaremos, anda sus pasos literarios habituales lejos de los géneros más conocidos como narrativa y poesía, aunque de vez en vez también transite por ellos. Marta Prieto Sarro (León, 1963) elige a menudo para su andar el ensayo, la literatura de viajes o los artículos de opinión, como los que nos ha dejado durante casi cuatro años en su columna semanal en este mismo medio, muchas de ellas impregnadas por ese permanente interés por el viaje y la cultura clásica que conforman su formación, columna que llega a considerar como atípicas ya que «yo me las planteo como una forma de interpretar la realidad que no se basa nunca en lo inmediato sino que bucea en una experiencia vital y cultural construida a lo largo de muchos años».
Aún tengo fresca en la memoria mi primera conversación con ella. Fue en Astorga, tras la entrega de un premio del que había resultado ganadora. La conversación fue larga e interesante, sobre literatura, sobre concursos, sobre su experiencia en la Revista El Filandón, del Diario de León, entonces dirigida por Alfonso García, y en la que –además de comenzar su andadura literaria (gracias a él, ha reconocido siempre)– participaba de otras formas, incluso como jurado de lo que un día fue un renombrado certamen de relatos de reconocimiento nacional. Ya ven, ni uno ni otro existen hoy, castigados por los vaivenes políticos, los recortes presupuestarios y la falta de interés en permitir que la Cultura ocupe en nuestra sociedad el lugar que verdaderamente merece.
Marta Prieto, además de su diario ejercicio docente, lleva mucho tiempo ligada al mundo editorial: como lectora, correctora de estilo (aspecto que, considera, le permite establecer una relación de «complicidad» con los autores, permitiéndole una visión de la obra totalmente diferente a la que le ofrece el simple hecho de la lectura) o escritora, en varias firmas de calado local e nacional, relación a través de la cual pone de manifiesto sus dos auténticas pasiones, como voraz lectora que transita sin parar de un libro a otro; como entusiasta escritora que disfruta del ejercicio de la escritura aun en sus aspectos más técnicos, considerando que quizá sean estos los que predominen en su obra por encima de lo creativo.
Entusiasta indagadora sobre todos los aspectos del pasado leonés, ha publicado numerosos artículos técnicos y de divulgación en este campo, además de realizar guiones para documentales, confeccionar materiales didácticos o preparar estudios preliminares y ediciones críticas. Pero lo que cultiva con especial fortuna es la guía de viaje, quizá influida por esa pasión lectora que siente hacia libros como la ‘Ilíada’ o la ‘Odisea’, viajes iniciáticos a los que siempre vuelve, junto a esos otros que como los de Julio Llamazares, en los que la literatura de viajes –nos dice– se convierte en más lírica que descriptiva, una literatura en la que se perciben las emociones del autor al contar esos viajes, «una manera de contar hermosa y sugerente», se le antoja, que también impregna su propia literatura. Y practicando tanto este género como el propio viaje al que es igual de aficionada, no solo escribe guías sobre lugares, sino que hasta esas perlitas literarias que a veces nos deja en algunos libros colectivos, están impregnadas de ese sentimiento de viaje, de lo que los paisajes le transmiten, pero también los paisanajes, porque estos forman parte esencial de cada recorrido que la vida implica, dejándonos en ellas referencias y reflexiones sobre las que volver en otros momentos de nuestra vida; como la impronta del personaje que forma parte de una a modo de crónica de viaje que, posiblemente formando parte de una experiencia personal, se convierte en una historia propia de la tierra que le trae al lector (viajero ahora a través de sus palabras) reminiscencias de recuerdos y experiencias propias:
«Tendría cincuenta años cumplidos, no más, aunque a mí entonces me parecía mucho mayor. Y le recuerdo bajo, regordete, algo ingenuo y amable en extremo. De los buenos a primera vista, vamos. Hacía de recadero (…), cartero (…); saludador (…); o avisador (…) Teótimo avisaba, saludaba, entregaba misivas y paquetes con una sonrisa que daba gusto ver. Era la sonrisa, probablemente, de un hombre feliz (…)».
(En ‘Aquella vez, camino de Busnadiego. Cuentos de León narrados por…’, Ed. Rimpego)
Y puesto que ya toca cerrar esta crónica quiero hacerlo con los últimos versos de ‘Numqueam antea’, poema con el que, en 2009, el jurado del Certamen ‘Voces de Mujer’ concedió a Marta Prieto Sarro el máximo galardón, por unos versos llenos de sabor clásico. Desde entonces seguimos esperando que nos regale más de los versos que aún custodia a la espera del momento y el camino oportuno para llegar hasta sus lectores.
«(…) En el sereno transcurrir de esta noche inacabable/
te sueño quietamente,/
queriendo creer que tú me sueñas/
asomado a un balcón vacío y luminoso./
Y te dejo escritos estos versos,/
por si acaso Erato,/
envidiosa del amor de Lesbia y su poeta,/
no volviera jamás a presentarse».
El viaje a la literatura, la vida en el viaje
Marta Prieto Sarro, además de su diario ejercicio docente, lleva mucho tiempo ligada al mundo editorial como lectora, correctora de estilo o escritora
19/11/2019
Actualizado a
19/11/2019
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