Los libros están llenos de vida pero, ¿cuál es su propia historia? Antes de que el objeto llegue a las manos de los lectores ha pasado por muchas otras. Manos que se han encargado de que el diseño sea el adecuado, de que las páginas encajen perfectamente. Manos que han prestado atención a los colores o a que el libro esté grapado y ajustado. En definitiva, manos que han conseguido que lo que hace tiempo se concebía como una idea, ahora se haya convertido en un todo tangible.
Estas manos están en Gráficas Celarayn, una imprenta leonesa que lleva más de 80 años produciendo historias. Comenzaron con la impresión de tipografías cuando los textos se componían minuciosamente letra a letra y la evolución industrial los ha llevado a imprimir, actualmente, en digital y offset, las dos técnicas más utilizadas.
A pesar de estar rodeados de máquinas, el trabajo humano es vital para que el resultado final sea óptimo, y el oficio requiere de mucha atención y experiencia. Después de 29 años entre hojas y tintas, el oficial Juan Carlos Fernándes conoce a la perfección el recorrido de un libro dentro de la imprenta después del diseño y la preimpresión. "Comienza con el papel en blanco y va pasando por los diferentes cuerpos de la máquina, dependiendo de si la impresión es en color o en blanco y negro", explica. Él se encarga de cambiar las planchas en las que está estampado el contenido de los libros, controlar que la numeración de los pliegos esté en orden y que el resultado sobre el papel sea bueno.
Hay publicaciones que son más sencillas de producir y otras más complejas, dependiendo sobre todo de los colores. "A veces los clientes quieren un color específico, como el rojo de la Coca-Cola, y nosotros podemos hacérselo", detalla el oficial Fernándes mientras controla el trabajo de la maquinaria en Celarayn. Una vez están impresos, los pliegos pasan hacia la guillotina. Allí cortarán el papel si es necesario para ajustarlo al tamaño concreto que requiere el libro. Finalmente llega a la última máquina, la plegadora. Este artefacto consigue que el papel quede doblado en cuantos segmentos sea necesario y lo hace a una velocidad de vértigo. Fernándes apunta que en un día pueden imprimirse varios miles de pliegos en Celarayn. Después de este último proceso llegaría la encuadernación, si se trata de una revista. La empresa gráfica leonesa no encuaderna los libros en su sede del Polígono Onzonilla, y este último paso lo rematan en otro lugar.
El papel resiste
El personal que trabaja en Celarayn lleva muchos años sumergido en las artes gráficas, un sector que "necesita especialización", como indica Juan Carlos Fernándes. Por sus manos han pasado todo tipo de trabajos.
Tras varias décadas imprimiendo en la provincia leonesa, y exportando sus trabajos a otros lugares de España, en Celarayn han elaborado multitud de obras, un número incontable después de varias décadas de trabajo. Sus encargos han pasado desde los más celestiales, como la impresión del Nuevo Testamento, hasta los más internacionales que han aterrizado en Arabia Saudí. "Aquí nada es igual a lo anterior", cuenta Teresa Rodríguez, directora de la empresa, y los proyectos abarcan cualquier necesidad que solicite el cliente.
Y siguen trabajando. Ella misma explica que "aunque las tiradas son cada vez más pequeñas, el público no renuncia a un libro impreso en papel". Reconoce que la llegada de los libros electrónicos fue un punto de inflexión para su mercado, pero el formato en papel gusta y permanece.
El viaje de un libro comienza en las manos de los oficiales y termina en la de los lectores. Su vida, en cambio, es infinita.