El gorro y los guantes estaban ya sobre la encimera. A pesar de haberlos sacudido aún estaban empapados de nieve. La comida estaba preparada, la mesa puesta y el pan recién cortado. El puchero bien caliente es lo que más le gusta a Maximiliano cuando llega del colegio. Esos últimos días de la temporada escolar eran los que más le costaban; los días eran fríos y la niebla había estado presente desde hacía unas semanas.
Aquella mañana la tutora les había deseado unas felices fiestas navideñas.
- ¡Que la ilusión de la Navidad nazca en vuestros corazones, tal y como lo hizo el nacimiento del Niño Jesús!
Maximiliano tenía doce años, el pelo castaño oscuro y alborotado, no era muy alto, tampoco era el niño que mejores notas sacaba en su curso, sin embargo, tenía unos ojos color negro enormes y chispeantes. Llenos de curiosidad y emoción. Tenía siempre en su mesa un osito llamado Teddy que le acompañaba en todos sus quehaceres diarios. Teddy tenía un gorro granate y una bufanda bicolor blanca y roja. Lo mejor de Teddy era su sonrisa. M. no dejaba de mirarlo desde que se lo habían regalado, lo adoraba.
Era el día de Nochebuena y los abuelos de Maximiliano cocinaban pescado al horno. Aún faltaban horas para la cena, así que los abuelos recomendaron a M. que subiese a su habitación a dormir una ligera siesta.
M. se echó sobre la cama, pronto cerró los ojos e inevitablemente empezó a soñar.
-¡Cargueros!, ¡eleven anclas! ¡Más carbón, más carbón!
El ruido era estremecedor, M. estaba en medio de un puerto marino. Mirase donde mirase tan solo veía marineros, velas, barriles y humo blanco.
Un barco de tamaño colosal se presentaba ante sus ojos como un gigante titánico. Sin dudarlo ni un solo segundo atravesó la pasarela y llego a la sala de máquinas. ¡Estaba dentro de un barco de vapor!
- Bienvenido a bordo M., soy el capitán del barco. Podrás llamarme Poseidón.
Sonreía, mientras continuaba:- Ahora que estas aquí, y sabemos todos lo curioso que eres, déjate llevar y dime qué lugar te gustaría conocer. Tienes a tu disposición este barco y a este servidor que lo guiarán bajo tus órdenes.
Maximiliano estaba emocionado, solía estar así, pero esta vez era diferente.¿A qué lugar le gustaría ir? ¿Qué quería conocer? ¿Hasta dónde estaba dispuesto a llegar?
M. sabía que su época del año favorita era la Navidad. No lo dudo demasiado y pensó que la mejor idea de todas seria poder recorrer el mundo entero, visitar a sus gentes y conocer cómo se vivía la Navidad en otros países.
Poseidón asintió con la cabeza y propuso a M. cruzar los Océanos y explorar cada continente del globo terráqueo.
El barco partía desde el Támesis hacia el mar del Norte. Londres se veía en todo su esplendor desde la popa. Maximiliano no escondía ya su emoción. En un abrir y cerrar de ojos el barco navegó hasta la ciudad de Nueva York. Estaban en el continente Americano.
América Norte: M. descubrió que la Navidad en América del Norte no era muy diferente a la Europea. Las casas tenían en sus salones árboles de navidad decorados con adornos y luces, descubrió como los norteamericanos colgaban un pequeño arbusto en la puerta de casa al que llamaban muérdago y la tradición dictaba que todos aquellos que cruzasen el umbral debían besarse y desearse unas felices fiestas. Su plato favorito era el pavo relleno y los regalos llenaban los calcetines grandotes colgados en las chimeneas de las casas.
M. y Poseidón viajaron por el océano Atlántico y en otro abrir y cerrar de ojos se dieron cuentan que habían atravesado el Ecuador y que de pronto ya no hacía tanto frio como hacía en el lejano Londres. El sol los acompañaba en la travesía y las nubes, la niebla, y la lluvia parecían bucólicos recuerdos.
Sur: En América del Sur la gente disfruta de la Navidad en la playa, abrazándose en traje de baño y cuando dan las doce de la noche el día de Nochebuena ninguno de los integrantes de la familia se olvida de asistir a misa del gallo. ¡Que acento más divertido y que charlatanes son los argentinos! ¡Oh!¡Bailar tango mientras suenan los villancicos!
Mientras, nuestro barco seguía viajando. Tras otro abrir y cerrar de ojos las aguas del Atlántico se transformaron en oscuras y profundas y sobre ellas unos enormes glaciares de extensión kilométrica se alzaban bajo un cielo plagado de copos de nieve.
Antártida: Una familia de pingüinos se tambaleaba de modo muy gracioso ante los ojos de M. Y P. A lo lejos veían a los científicos muy bien abrigados con sus cuadernos de anotaciones y sus artilugios que no hacían otra cosa que emitir sonidos y luces multicolores. Dentro del Iglú de la expedición no habían olvidado de montar su nacimiento. Allí están José, María y el Niño haciéndose presentes en aquel paisaje polar. Cruzaron el Cabo de Hornos y navegaron por el océano Pacifico con su barco de vapor empapados de tanto espíritu navideño que en otro abrir y cerrar de ojos atisbaron una isla inmensa.
Oceanía: Las velas en medio de la oscuridad de la calurosa noche y la música de los villancicos cantados por tantos niños hacen de la Nochebuena en Australia una noche de celebración amistosa y familiar. Las inmersiones submarinas para admirar los corales es lo que prefieren hacer en esas fechas. Los tiburones acechan con poco éxito.
No había dudas, había que dirigirse hacia el Norte atravesando de nuevo el Ecuador, surcando el Océano Indico y en un abrir de cerrar y ojos nuestros intrépidos e ilusionados navegantes atracaron en una ciudad llena de luces y millones de personas. Hong Kong.
Asia: Allí descubren que las tradiciones cristianas no se conocen más que de pasada, para ellos lo más importante es celebrar el nuevo año chino. Aun así, dentro de sus creencias no dejan de reunirse y de desear lo mejor para los suyos. Reunidos en una mesa sin patas, y sentados sobre sus tobillos comen arroz y beben sake mientras sonríen unidos bajo las estrellas.
M. y P. salían admirados de la cultura asiática, de sus silencios, y de su respeto y así embarcados de nuevo navegaron entre delfines y en un abrir y cerrar de ojos su barco de vapor estaba atracado en Etiopia, habían alcanzado el continente africano.
África: La celebración de la Navidad en la Iglesia ortodoxa etíope se llama Genna. La víspera de Navidad, el 6 de enero, muchas personas ayunan durante todo el día hasta el amanecer, preparando el alma y el cuerpo para la celebración correspondiente. El ayuno consiste en dejar de comer alimentos de origen animal. Al entrar en la iglesia cada persona recibe una vela como símbolo de la luz de Dios.
En su último trayecto de vuelta a casa el barco de vapor atravesó el Mar Rojo y de pasada M. observó Jerusalén y se sintió un privilegiado, pues notaba como la historia que tantas veces había escuchado en la lectura de la Biblia se hacía presente en ese paisaje. La vida de Jesús y su nacimiento había sido tan relevante que en todos los continentes del planeta conocían y veneraban la llegada del hijo de Dios. Atravesaron el canal de Suez y con mucho cuidado el barco de vapor cruzaba el puerto de Said para regresar a Europa. Para regresar al calor del hogar. Para regresar a casa.”
M. despertó gozoso de aquella siesta y de aquel sueño viajero que no olvidó en toda su vida. A sus doce años descubrió como la llegada de un niño a un pequeño pueblo de Israel revolucionó a toda la humanidad, pues Jesús, como hijo de Dios, entregó su vida por amor a los demás y nos enseñó a amarnos los unos a los otros.
La familia, el amor, la entrega a los demás son los valores que nos mueven a todos, lo que nos impulsa a continuar y algo tan grandioso merecía celebrarse con el pescado al horno de los abuelos acompañado de Teddy y de toda la comunidad cristiana.
Máximo Lago, de 9 años y Carmen Fernández, su madre, han realizado este Cuento de Navidad para felicitar las fiestas