"Ena (arena)... una peseta"

Ipe el de Villablino, qué difícil olvidar a un personaje como él, superviviente en tiempos difíciles con la solidaridad de las gentes que siempre tenían la peseta que costaba la arenisca para limpiar la chapa

Fulgencio Fernández
26/05/2019
 Actualizado a 17/09/2019
Foto de Ipe de los años 60 publicada por Julio Álvarez Rubio en su libro ‘Laciana, un otoño’.
Foto de Ipe de los años 60 publicada por Julio Álvarez Rubio en su libro ‘Laciana, un otoño’.
Ipe (Felipe) era mucho más que la imagen que tanta gente recuerda en el Valle de Laciana. Un hombre con evidentes problemas físicos y también para hacerse entender, con un saco de arenisca al hombro, que llamaba a las puertas de las casas y ofrecía su mercancía: «Ena una eta», era lo que se le entendía pero los vecinos que le conocían escuchaban la frase entera: «Arena, una peseta».

Y al recibir la peseta te entregaba una lata de aquella arenisca. No era ningún regalo, eran los tiempos en los que las chapas de las cocinas de carbón se limpiaban por las mañanas frotando con el estropajo y esparciendo aquella arenisca sobre la chapa para que arrancara la grasa que había acumulado después de horas soportando ollas y cazuelas. Un saber centenario que requería de aquella arenisca que Ipe llevaba en su saco.

También había algo de solidaridad de mucha gente, siempre la hubo con personajes como Ipe, quien también tenía otro producto que vender para ganarse la vida. Eran escobas y baleos que hacía él mismo con escobas, los que se usaban para barrer tanto las cuadras como las eras después de haber trillado. O los corrales. Estos eran algo más caros y también para ellos tenía Ipe su expresión: «Un uro», que no es un euro, no eran tiempos, sino «un duro» (cinco pesetas).

Uno de los que conoció a Ipe, le trató y siempre mostró por él el cariño que el personaje merecía fue Pepe Sabugo, todo un personaje él mismo, quien le definía a Emilio G. de la Calzada a este personaje que recorría Villablino por los años 60:«Ipe era de Llamas, muy cerca de Villablino, y su estado físico era a consecuencia de una meningitis que había tenido cuando era niño», explica Sabugo de este amigo al que define como «pionero en Laciana en ganarse la vida como comerciante, sin pagar derechos ni franquicias, ni alquiler de local, ni licencia de apertura de negocio... libre de pagar impuestos, vendiendo arena que recogía en la montaña de el Cornón en verano».

Pero recuerda Sabugo que el recorrido de Ipe como vendedor ambulante no se ceñía simplemente a la localidad de Villablino, e incluso descubre algunas de sus picardías de comerciante, tan de la época. «Hacía una parada de su trabajosa caminata en Rioscuro, que aprovechaba para mezclar la arena del saco con otra similar pero de menor calidad. Con el saco lleno esperaba en la carretera a que algún camionero le acercara hasta Villablino pagándose el viaje con un vino». Y así recorría la mayoría de los pueblos del valle deLaciana y se atrevía incluso con las cabeceras del Bierzo «donde su recorrido en tren era gratuito».
Otro de los que mostró cercanía con Ipe fue el señor Evaristo, jefe de estación de Villablino, quien en las frías noches de invierno «le dejaba dormir en un cuarto de la estación, que tenía calefacción».

Un tipo entrañable, aunque no todos lo entendieran en su momento, como reconoce el citado G. de la Calzada cuando escribe sobre los que se reían de su forma de hablar: «¿Por qué es necesario hacerse viejo para comprender que este comportamiento con Ipe era homófobo y estúpido?».
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