"Éramos 4 ganaderos de leche en esta montaña y hemos abandonado todos"

Ángel el de Corniero es uno de los cuatro ganaderos de leche que quedaban en la Montaña Oriental leonesa y que han abandonado ante el calvario de impagos y abandono que han sufrido

16/02/2025
 Actualizado a 16/02/2025
‘Gelete’ de Corniero, Ángel Fernández, sale de la cuadra con la Chata, una de las pocas vacas de leche que ha dejado, por nostalgia. | MAURICIO PEÑA
‘Gelete’ de Corniero, Ángel Fernández, sale de la cuadra con la Chata, una de las pocas vacas de leche que ha dejado, por nostalgia. | MAURICIO PEÑA

Gelete de Corniero, Ángel Fernández García, creció entre vacas de leche. Las tenía su padre, le gustaba jugar a ayudarle, a ordeñar, quería ser ganadero. «Solo aquí en Corniero serían más de veinte los que entregaban la leche, pequeñas cantidades es verdad; y en el Valle de Reyero... uff, iban cuatro lecheros a recoger. Mi ilusión era ser como ellos, como mi padre. Y lo fui». Lo dice con mucha nostalgia y añade: «Pero ahora». 

- Pero eres ganadero.
- Sí, pero yo creo que el verdadero ganadero de esta montaña es el de leche, el que saca las vacas a pacer, las recoge en las cuadras, comen la mejor hierba ¿Cómo no va a ser buena esa leche? La mejor, sin duda, pero ya ves, ya no queda ningún ganadero en toda esta comarca, nos han obligado a abandonar. Yo lo dejé en junio».
- ¿Entonces?
- Entonces... que hay mucho sinvergüenza, parece que para dedicarse a esto de recoger la leche de los ganaderos hay que ser un tahúr.

Quien lo dice es otro de los que abandonó, Isidoro, de Vegacerneja, que como Ángel se ha pasado a la vaca de carne. «Ya no podíamos aguantar más... trabajar y no cobrar».

«Soy ganadero de leche desde que tengo uso de razón, éramos más de 20 solo en Corniero y no queda nadie en toda la montaña oriental, del último año que entregué cobré un mes»

Son amigos. Se conocen. Se saben los últimos de una forma de vida y repasan la situación. «En toda la Montaña Oriental éramos cuatro. Isidoro y su hermano, Miguel Ángel el de La Losilla y Julio el de Los Espejos, que es el único que sigue de aquella manera, porque el padre, que es al que le gusta, tiene muchos años y quiere aguantar, pero es casi testimonial, les recogen cuando quieren, y si quieren...».

Los hermanos de Vegacerneja se cambiaron «en bloque»; Ángel se resiste, es un nostálgico y todavía le quedan «seis o siete de leche... «Nosotros vendimos de veinte en veinte, aunque tuvieras que perder, pero aquello se acababa y había que ir a otra cosa. Pensábamos tirar hasta la jubilación pero se ha puesto imposible», dice Isidoro.

Aunque las crisis venían desde lejos, ya hace una década hubo otra ‘sonada’ que hizo desistir a muchos, también ‘el atraco’ de la desaparición  de los cupos, que fue tremendo... «pero hace algo más de un año que resulta insoportable», lamenta Ángel, que recuerda que primero entregaban a una empresa de la comarca «que entró en concurso de acreedores y ahí nos quedamos, coglados de la brocha, aunque el hombre dice que intentará pagarnos;después ya vino otra empresa de Palencia, que nos llegó a ofrecer a 60 céntimos, que era un precio buenísimo, pero claro, yo estuve un año entregando la leche y no llegué a cobrar ni el primer mes entero... en junio ya lo dejé, lo dejamos todos, porque ya no podíamos más», reconoce Ángel, que bromea con el nombre de la empresa, ‘La oveja que bala’: «Que bala sí,ahora que paga... eso ya es otra cosa».

«En Corniero estaba yo solo; en Vegacerneja quedaba Isidoro y su hermano y Miguel Ángel el de La Losilla lo fuimos dejando, desde hace más de un año cobrar es un auténtico milagro»

- Y lo malo es el desprecio con el que hacen las cosas; un día te dice el chófer que ya no te recoge más la leche y ahí te quedas, sin más explicaciones...; lamenta Isidoro, el de ‘la Vega’.

Por ello, cuando ahora han visto los problemas de los ganaderos de Babia y Omaña han revivido su tremenda peripecia y dura experiencia. «Cuando vimos que se ofrecía una empresa de Palencia nos dieron ganas de ponernos en contacto con ellos y advertirles de nuestra experiencia, por si era la misma...»; cuenta Ángel, mientras Isidoro lamenta que en sus casos, muy similar al que ahora se ha vivido en otra montaña, nadie se movilizara para tratar de solucionarlo, aunque ahora «ya estoy en otra pantalla y no quiero revivir más aquella verdadera tortura que sufrimos durante meses».

- Pero, ¿no queda nadie de leche?
- En esta montaña no, que nos conocemos todos. Hasta Modino no hay nadie y otros ahí para la zona del Puente Villarente y aquellos pueblos, pero ésa ya es otra ganadería. 

«Cuando vimos que a los de Babia se les ofrecía uno de Palencia quisimos llamarlos, a nosotros nos ofreció a 60 céntimos, una locura, pero no llegamos a cobrar ni el primer mes entero»

Y otra forma de vida, que va desapareciendo, golpeada por crisis y olvidos, casi desprecios. Una situación que viven ellos y mucha gente alrededor. En una fase anterior, hace una década, cuando la leche bajó a mínimos históricos (llegaron a ofrecerles a 12 céntimos el litro) hubo ganaderos que preferían tirarla —no podían regalarla por falta de garantías sanitarias— antes que claudicar ante aquella especulación; como José María Villacorta, que derramaba cada día dos mil litros. Era duro para él pero había una imagen que lo explicaba todo: La cara de su madre viendo cómo tiraba por la canal de la nave miles de litros. «Lo que luchamos su padre y yo para que pudiera tener esta ganadería, comprando cupos de leche, hasta Suiza fuimos a buscar las mejores vacas sin tener ni idea del idioma... y ahora».

- Ángel, ¿qué sabes de aquel ganadero de Taranilla?
- ¿Qué voy a saber? Que lo dejó, ahora anda más a trabajar con las máquinas, qué iba a hacer el hombre. Tirar dos mil litros al día.
- ¿Cuánta leche entregabais vosotros?
- Entre los cuatro, alrededor de 2.500 o 3.000 litros diarios. De la mejor leche, para todo, pero... 

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