Sucede cada mes desde hace doce años. Un conocido rincón de la hostelería leonesa acoge en su espacio expositivo una obra escogida por su artista, que cuelga la creación en un panel de dos metros por uno para que los paseantes sedientos y los turistas ansiosos de probar las consagradas tapas de esta tierra disfruten del aperitivo rodeados de arte.
Este mes, es el turno de Juan Vargas, hijo del ilustre pintor leonés Alejandro Vargas y docente de dibujo en una academia en la que, según indica, enseña «sobre todo manga, que es lo que se lleva ahora, el estilo japonés». Y nada tiene que ver con el cuadro de marco azulado que desde este miércoles cuelga de la pared que el Camarote Madrid cede al arte en un gesto de generosidad.
‘La montaña de León’ es un óleo sobre tabla que lleva por firma la de Vargas hijo, junto a una fecha ya casi remota: el año 2006. Hay quien apuesta por Vegacervera como protagonista de la imagen, pero lo cierto es que el artista no lo tiene tan claro. «No me acuerdo porque lo hice a partir de una foto», comenta risueño y resulta una estrategia extraordinaria para no caer en el error. «Por eso se llama ‘La montaña de León’», suelta: «Así no me equivoco».
Al Camarote Madrid llega cuando todos le están esperando. Le saludan unos y otros y apenas tiene un segundo para detenerse ante su creación. Vargas confiesa que disfruta pintando paisajes y, de este montañoso enclave, dice que no tardó mucho en convertirlo en pintura. «Porque está muy poco pintado», razona y parece que bromea, pero se encarga de acercarse a la obra para explicar: «Es una técnica que no tapa nada, la técnica que utilizaban los pintores de la época de Velázquez y de Rembrandt, que usaban la imprimación y después iluminaban». Se ocupa de enseñar la zona más empastada, protagonizada por azules y blancos que rinden homenaje a un cielo soleado.
Vargas está ajetreado. Los asistentes parecen ansiosos por hablar con él. Un hombre se acerca directo en su dirección, mientras él reposa su mirada en un cuadrado acartonado que imita su obra a pequeña escala. Empieza a leer y se sorprende: «Esto lo escribí yo». La parte trasera de la improvisada postal cuenta: «Soy refugio / Soy refugio de duendes / soy escalera al cielo / soy el lugar del castillo / soy el último baluarte / en mi cumbre, el último deseo / mi belleza ni se pronuncia / mi palabra, el ego».
Y entre versos sobre cartón, óleo sobre tabla y gentes que entran y salen, se queda el artista. Atiende a los visitantes y observa su obra, que lleva encima un cartel de considerables dimensiones en el que se lee su nombre, como queriendo decir que, durante este mes, el Camarote Madrid es también Camarote Vargas.