Escribir como pulsión vital

Margarita Álvarez Rodríguez reflexiona sobre las dos últimas obras de Manuel Cuenya presentadas este viernes en la Casa de León en Madrid

Margarita Álvarez Rodríguez
09/10/2021
 Actualizado a 09/10/2021
Un momento de la presentación en la Casa de León en Madrid.
Un momento de la presentación en la Casa de León en Madrid.
«Escribir como un modo de estar y vivir en el universo, una forma de mirar la realidad en la que estamos inmersos». (Manuel Cuenya).

He tenido el placer de participar en la presentación en la Casa de León en Madrid de los últimos libros de Manuel Cuenya: ‘Del agua y el tiempo’ (2019) y ‘Desde las entrañas’ (2021), editados en la colección Los Libros de la Nueva Crónica (León). Del segundo soy prologuista y de ambos he escrito sendas reseñas en mi blog www.larecolusademar.com, en las que hablaba de los aspectos temáticos y estilísticos fundamentales. En este artículo me gustaría realizar una relectura para completar aquellas reseñas y establecer un paralelismo entre ambas publicaciones.

Los dos libros mencionados han merecido críticas elogiosas de varios autores, críticas que se han publicado en diversos medios. Los dos presentan las vivencias del autor en relación con el contexto en que vive o ha vivido y tratan de intuir el porvenir. Parecen textos muy diferentes, en cuanto a género literario, incluso en el aspecto de la edición, sin embargo, no lo son tanto, cuando se hace de ellos una lectura atenta.

‘Del agua y el tiempo’ es un libro intimista, lírico. A través de sus textos, en verso y en prosa poética, el autor contempla el mundo que lo rodea, lo interioriza y lo convierte en vivencia, y desde el interior lo hace fluir sereno hasta el lector. En cambio, en ‘Desde las entrañas’, que es un diario apasionado del confinamiento provocado por la pandemia, la contemplación del mundo exterior le produce unos sentimientos más apasionados provocados por la incertidumbre y el miedo. Eso lo lleva a una reflexión intensa sobre lo que ve y siente, y sus palabras se vuelcan al exterior a borbotones; «desde las entrañas», como bien dice el autor. El lector lo sigue con avidez, desde el apocalipsis inicial con que comienza el diario, a las vivencias posteriores de desconcierto, miedo, rabia, rebeldía… Y hace suyas sus reflexiones. Y siempre participando de su pasión.Sin embargo, pasado el primer acercamiento, nos damos cuenta de que ‘Del agua y del tiempo’ y ‘Desde las entrañas’ presentan aspectos comunes, que también se reflejan en otras publicaciones del autor, tanto en obras editadas como en su blog.Los dos libros que nos ocupan reflejan muchas vivencias íntimas y tienen un alto componente reflexivo, filosófico. Son el reflejo del ser íntimo, que se plasma en la magia del agua, el paso del tiempo, el amor, el dolor…, en el primero de ellos. Y sobre la sociedad y la forma de estar en ella el ser humano, en el segundo; o sea, sobre la postura que adoptamos ante un mundo materialista y superficial que él llama «sociedad líquida». En definitiva, el ser y el estar, que son los pilares morales del ser humano. El primero refleja más el ser y el segundo, el estar, aunque ser y estar resultan indisociables.En ambas obras está presente esa visión tan suya de la patria chica, para la que ha creado un término muy expresivo: la matria (Noceda y la comarca berciana, en general). Y sabe saltar con pericia literaria y vivencial de la aldea originaria a la aldea global. «Mi matria es la tierra carnal donde nací y el agua que me arrulla en las llamas del valle». Nos presenta el Bierzo como «centro de un infinito poético»: la vida en armonía con la naturaleza y la lealtad como virtud humana fundamental. En ‘Desde las entrañas’ ese salto al análisis del mundo globalizado se hace de forma más intensa. Para el autor tiene un gran valor el apego a las raíces, el saber de dónde venimos para saber adónde vamos.

En estas obras de Manuel Cuenya cobra una gran importancia la presencia de lo metafísico: la reflexión sobre el paso del tiempo, la vida y la muerte. El tiempo es una ilusión, que está impregnada de dolor, pero también de amor, por ello debemos vivir esa ilusión de eternidad. Se puede atrapar la belleza en la misma fugacidad, ya que la belleza trasciende al tiempo. El tema del tiempo es, pues, un eje esencial. En ‘Del agua y del tiempo’ aparece incluso en el título. En esa obra el tiempo fluye de forma constante como el agua. En el caso de ‘Desde las entrañas’, al reflejar el tiempo y la angustia del confinamiento, el tiempo parece que avanza muy lentamente, que nos consumimos nosotros en él mientras tratamos de buscar un futuro más halagüeño. En ambos casos el paso del tiempo va unido al temor de la muerte.

Aunque parezca a primera vista que estas obras nos presentan el vivir como algo dramático, pues el autor no omite referencias a las pesadillas de la vida, los dos libros nos presentan vías para transitar por una visión más optimista de la vida, ya que, a pesar de la fugacidad del tiempo, siempre nos pueden salvar los sueños y la inmortalidad de la memoria. ¿Qué es lo esencial para superar psicológicamente los efectos de los males que nos atenazan? Cuenya nos da una respuesta rotunda: cultivar los afectos, afectos a los demás y a nuestro lugar de origen, la matria. Cultivar los afectos para superar la soledad, el dolor, el miedo, para fomentar la solidaridad, para encontrarse con el otro. Cultivar la ternura «porque la ternura, que tal vez sea la sutileza del amor, del amor sublime, ilumina con su belleza y serenidad el mundo». Y así el autor viaja en esos afectos desde lo cercano, (un paseo por los valores y belleza de su querido Bierzo: por su paisaje y paisanaje) a lo universal. También nos propone darle un valor terapéutico al humor, a la solidaridad, a la sensibilidad, al amor… Y es que Manuel es ciudadano errante de los países del afecto, como dice de él la poeta Margarita Merino en la contraportada de ‘Del agua y el tiempo’.

También coinciden las dos publicaciones en la presencia y abundancia de la intertextualidad. En ‘Del agua y del tiempo’, aparecen citas de otros poetas como frontispicio de algunos textos (Valente, Cernuda, Á. González, J. Llamazares, Salinas, M. Hernández, Gamoneda, Neruda, Rosalía de Castro…), además de referencias a otros mezcladas con sus versos. En ‘Desde las entrañas’, las referencias al cine, pintura, filosofía, música… son como un entramado que está en la base de sus reflexiones (son tan numerosas que no se pueden citar en un breve artículo). Unas veces son usadas a modo de argumento de autoridad y otras sirven de pretexto para la reflexión sobre el mundo que nos rodea y las vivencias personales y colectivas que experimentamos al vivir en él. Son tantas y tan sabias las citas de autores y obras que le provocan una reflexión al autor que se convierten en una buena muestra de su saber enciclopédico, a la vez que ilustran al lector y le suscitan el deseo de profundizar en el conocimiento de las mismas.

Hay algunas características de estilo que también son comunes. Aunque una es obra lírica y otra más bien ensayística, el uso de la sintaxis breve es un gran acierto, porque condensa y hace más intenso el sentimiento y el pensamiento y al mismo tiempo aligera la expresión y hace la lectura más dinámica. Los esquemas repetitivos también contribuyen a la intensidad emotiva así como la interrogación retórica.

En definitiva, estamos ante dos obras distintas en muchos aspectos, pero con notables paralelismos. Estamos ante un escritor, que escribe con pasión y lo hace muy bien, que nos entretiene, nos conmueve y nos hace reflexionar… Que quiere dar vida a las palabras, porque escribe «para reencontrarse con las palabras vivas» y para «columpiarse en la hamaca de los deseos y las ilusiones».

Estamos ante un autor, Manuel Cuenya, del que bien se puede decir que sigue la luminosa estela literaria de tantos autores leoneses.

Margarita Álvarez Rodríguez es filóloga y profesora de Lengua y Literatura.
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