Estamos ante un autor escrito en mayúsculas. Y de entre todos sus libros, que son muchos, me centro en estas líneas sobre su última creación: Vagalume.
Reconozco que adentrarme en cada uno de sus libros es algo mágico, algo que te enseña, línea a línea, cómo escribir. Sé que lo han dicho muchos, papá, y puede que incluso tú la leyeras, pero ‘La lluvia amarilla’ es, posiblemente, una de las grandes creaciones literarias de las últimas décadas. Un libro escrito en el camino de oro de la certera precisión de un autor genial. Pero quiero regresar a Vagalume, el ejemplar del que hoy te quiero hablar.
Más allá de la propia trama, en esta historia encontramos ese camino que todos los escritores y escritoras hemos recorrido, aquel que, sobre todo a los comienzos, nos asalta y nos envuelve, con una pregunta fácil y una respuesta compleja, quizá fluctuante en función de nuestro estado de ánimo y de nuestro momento vital. Llamazares nos lanza una pregunta en estas páginas: ¿tiene sentido escribir sin que te lean?
He tenido la fortuna de conocer a algunas de las grandes plumas de esta región, he conocido a muchos autores y a muchas autoras. Y con algunos de ellos he hablado de esta cuestión. Y no todos, he de decir, opinan lo mismo. ¿Para qué escribir si nadie te leerá?, ¿por qué no hacerlo? No sé cuál sería tú respuesta, papá. Ahora quizá ya no importa. Tampoco diré cuáles son las opiniones de otros, pues pertenece al campo de su intimidad y al confesionario en algunos momentos del templo de la confianza o la conversación distendida. Pero sí que dejaré aquí mi opinión: puede que, realmente, no tenga sentido escribir si nadie te va a leer, es cierto. Pero no es lo que siento, con el corazón en la mano, que yo haría. Si en mi caso nadie hubiera al otro lado, si ni un solo lector se animase a leer ni mis libros ni estas cartas, lo seguiría haciendo, no tengo la más mínima duda.
A veces he escrito textos o poemas que sé, desde el momento de su concepción, que nadie jamás los va a leer. Lo sé y no me importa. Para mí, como para muchos otros, escribir ya no es solo una afición, sino también forma parte de mi resistencia diaria al entorno, a mi necesidad vital de hablar conmigo mismo. Si lo hago es porque, de alguna forma que desconozco, completa mis días. Y es que, aunque le llamen escribir, en muchos casos se trata de confesiones con tu profundidad más emocional.
Y también en algunas ocasiones, esa profundidad, sin duda, te pertenece solo a ti.
El propio Julio Llamazares, en uno de los capítulos de la novela, deja escrito, en voz de uno de sus personajes, que «Escritor es aquel que continuaría escribiendo aunque no publicara. Es más, añadió mirando la redacción en la que mis compañeros se afanaban en componer sus artículos o en corregir los de los otros, hay gente que no para de escribir sin ser escritor y, al revés, otra que no deja de serlo aunque no escriba una sola línea en su vida». Y aquí añado yo, creo que ya lo he confesado en algunas ocasiones, que he conocido muchos poetas con apenas poemas escritos, pero sí que una forma poética de reconocer el entorno en el que está sumergido.
Puedes leer que, ya en la sinopsis, se nos regala una entrada que bien conocemos todos, y que también forma parte de la novela de vida que todos llevamos con nosotros, y que escribimos a cada instante. Nos dice que «Vagalume es una novela que habla de esa vida secreta que todos tenemos». Y así es. A lo largo de cada uno de sus capítulos podrás encontrar mil y una frases que subrayar, mil y una que destacar y mil y una sobre las que reflexionar. Y no hay mejor ejemplo que justo con la primera de ellas, con la que comienza, y que aquí te escribo: «A partir de una edad todos somos ya supervivientes». Fantástica. Venga, te dejo otra gran frase, de la que bien merecería una reflexión bien profunda: «Las novelas son vidas que no vivimos pero pudimos vivir».
Como te comentaba, es un libro que todos disfrutarán, pero que los que amamos este humilde y sacrificado oficio de la redacción, nos sentiremos enormemente identificados. Un libro que todo autor debería leer. Copio del primer capítulo: «desde el primer momento simpatizamos, en parte por nuestra forma de ser y en parte por nuestra común afición a la literatura».
A lo largo de las poco más de doscientas páginas que tiene la edición de la que yo he disfrutado, además del mensaje de profundo calado para todos aquellos que escribimos, nos adentraremos en una historia de recuerdos que vira hacia el descubrimiento de alguien que, como nos confiesa la sinopsis, oculta una doble vida. Nos sumergimos en un misterio que, poco a poco, iremos no solo descubriendo, sino también disfrutando.
Un gran libro del que ojalá algún día puedas disfrutar. Un libro en el que pasar un buen rato desentrañando la historia que nos cuenta, reflexionando sobre lo que se refleja en un segundo plano y la vida de los amantes de la escritura, y un libro del que aprender estilo y disfrutar de cómo se debe redactar.
Te dejo un buen ejemplo, extraído ya en su capítulo séptimo: «Hubo un día en el que entendí por fin que todo lo que me rodeaba se había convertido en hielo, nieve petrificada como la de los glaciares, que destella a la luz del sol pero que contradice el poder de éste porque el frío sigue alentando en su luz como en los sueños de los contrabandistas».
Como has podido leer, papá, Vagalume encierra profundas cargas de profundidad sobre la vida de cada uno de los que amamos la escritura, además de, en manos de Llamazares, dejar en el libro sentimientos que cada uno de nosotros hemos sentido en muchas ocasiones. No lo sé, pero creo que es un libro que, pasado el tiempo, releeré, sintiéndome identificado una vez más. Sirva como ejemplo el siguiente párrafo, que se encuentra en la parta final del libro: «Su argumento era la historia de un novelista fracasado que, por temor a otro nuevo fracaso, se debatía entre terminar o abandonar la novela que había empezado a escribir».
Me despido ya, papá, en esta nueva Carta a ninguna parte. Pero quiero cerrar con texto que leerás en este ejemplar, y es que estoy convencido de lo que dice. He conocido a varias personas con un talento gigantesco para el oficio de la redacción y la de contar historias; personas por cuyas venas late tinta, y que por su corazón cruza la belleza de las palabras que son capaces de dibujar en hojas en blanco.
Y algunas de ellas, sencillamente, no han tenido el reconocimiento merecido. Por ello, quiero cerrar con la siguiente reflexión, extraída de Vagalume: «Por supuesto que lo creo. En la vida, además de talento, hay que tener fortuna».
Poco más queda ya que contar, papá. Supongo que estarás deseando leerlo, como también estoy convencido de que volveré a escribirte una nueva carta, en breve, sobre Julio Llamazares.
Y así, una vez más, llego al final, sabiendo que, ocurra lo que ocurra, yo seguiré escribiendo, igual que seguiré convencido de que, por mil años que pasen, por mil vidas que transcurran, no es inmortal el que nunca muere, sino el que nunca se olvida.