Escucha el silencio...

Tercera entrega del serial literario dominical 'Senderos de expiración'

Nuria Crespo y José Antonio Santocildes
26/01/2025
 Actualizado a 26/01/2025
Escucha el silencio.
Escucha el silencio.

¿Lo has hecho? ¿Alguna vez te has permitido escuchar... la nada? ¿El vacío? ¿En alguna ocasión has descansado en la calma de ese momento donde no hay nada ni nadie excepto tú? ¿Alguna vez te has refugiado en su cálido regazo para dejarte mecer suavemente al compás de su envolvente melodía? ¿O simplemente te aterra estar a solas?

En un mundo esclavo de un ruido constante y agónico, el silencio parece haberse convertido en una especie de caballero oscuro en busca de una justicia que jamás logrará. Sumidos en un perenne bullicio cuya única bandera es el caos, el silencio consta como el enemigo número uno al que se debe ajusticiar. A nadie le gusta, a todos aburre, a nadie agrada y casi todos evitan. El silencio perturba, su sonido enloquece y el sosiego que ofrece es vilipendiado por traidor.
Pero, ¿por qué nos da tanto miedo? ¿Por qué huimos espantados ante la posibilidad de sumergirnos por entero en sus calmantes efectos? La respuesta, quizá, resida en la predisposición de cada individuo para conectar con su propio interior, con lo que en realidad es, ya que la introspección se ha convertido en un valor más bien escaso y el silencio que conduce a ella, está directamente fuera de stock.

El silencio es esa visita que a nadie agrada, ese invitado que sobra, ese mal que tratas de evitar como si tu vida dependiera de ello. Y todo porque nos obliga a mirarnos a los ojos, a observarnos de frente con una crueldad a menudo aterradora que nadie desea enfrentar, porque nos desnuda ante el drama de lo superfluo para que nuestras verdades más oscuras brillen con toda su intensidad, verdades que siempre han estado ahí pero que en medio del ensordecedor ruido que nos aqueja, no logramos ver ni escuchar. El silencio yace desterrado en nuestras cavernas más sombrías, repudiado en algún viejo rincón, porque en el fondo sabemos que lo que tiene que contarnos no nos va a gustar. El silencio nos ahoga, sin prisa, sin pausa, sin reglas, saboreando el momento, recreándose en la agonía que nos supone tenerle tan cerca, sintiendo su aliento, temiendo que pueda quedarse para siempre. El silencio nos aplasta bajo su implacable espada, nos amenaza con la arrolladora fuerza de su mirada, nos condena a una revisión inexorable que a menudo evitamos y nos castiga despiadadamente con hordas de pensamientos que no sabemos cómo contener ni dominar. Silencio, torturador incansable de quien no gusta amarse, de quien no gusta comprerderse, de quien no gusta escuchar.

Sin embargo, el silencio es necesario para razonar, para comprender, para cuestionar, porque enterrados en el ruido, sumidos en el caos, jamás podremos alcanzar ciertas cotas de equilibrio sin su presencia. Silencio, tan necesario como inofensivo, tan triste como altivo, tan potente, tan funesto, destructor de mundos, salvador de universos, tan precioso, tal letal... Es ese remanso de paz que tanto buscamos, es la calma tras la tormenta, el sosiego invadiendo nuestro interior para llenar de luz nuestros espacios más recónditos, esos que ni sabemos que están, pero están, gritando a la nada, al vacío, a nadie... El silencio es refugio y adicción una vez que aprendes a amarlo, es una burbuja que te protege del mundanal desastre que azota el mundo cada mañana, cada tarde, cada noche... Es, en definitiva, una linea directa que nos conecta con lo más bonito que tenemos, nuestro interior.

Así pues, cuando el silencio te alcance, cuando de verdad lo descubras, lo aprecies, ames y valores, cuando se convierta en parte de ti, ya no podrás vivir sin él en tu vida, y entonces lo buscarás a diario, a cada momento, en cada instante, porque quien guste de su presencia, quien disfrute de su compañía, se dejará atrapar por siempre en su dulce telaraña de paz y se pertenecerán por siempre en una envidiable y eterna sinergia que perdurará hasta el final del viaje, hasta el fin de los días que resten por vivir.

No temas al silencio, porque en su quietud se encuentra la clave para una vida más plena, más consciente y, sobre todo, más verdadera. Escúchalo, piérdete entre sus brazos, disfrútalo, deja que te enamore y ya nunca podrás dejar de amarlo, porque solo en él, solo dentro de él, te encontrarás y conocerás.

 

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