Si después de pasar una tarde con Borja no sientes la necesidad de darle un abrazo, háztelo mirar, algo no funciona en tu afectividad. De hecho, todos (todas más bien) los que se han ido cruzando en su camino se lo acaban «llevando a casa», como metáfora y como realidad.
Borja Grant Maines tiene ahora 35 años, la ingenuidad y la sinceridad de un niño, la espontaneidad de quien no conoce la maldad, y la capacidad que querer de quien siempre ha necesitado cariño y, si le escuchas a él, por suerte lo ha encontrado. Si le pides un repaso general de su vida, lo piensa un rato, y se arranca a repartir agradecimientos: «Me acuerdo mucho de las monjas de Veguellina, sobre todo de sor Irene, que la fui a ver a Cataluña y me dio mucha pena cuando me dijeron que había muerto por Covid; también de Ana Rita, que estaba Salamanca pero se salió de monja y ahora me lleva con ella de vacaciones a Portugal todos los veranos, desde 2.017; y de Sonia, también de Salamanca, que me lleva a pasar fines de semana con ella… todas son muy buenas conmigo, tengo mucha suerte».
- No me has dicho a Maribel.
- Porque estamos en su casa, en Salamón, y ya lo sabes, no hace falta que te lo diga yo. Un día en Asprona me preguntó, en el año 2.000, ¿quieres venir a pasar unos días a Salamón? Le dije que sí y hasta hoy. Ahora estoy pasando el puente, bueno, más que el puente, pero he pedido permiso ¿Cómo no te voy a decir a Maribel?
- Ya, Maribel sí, pero Ángel, su hermano, no te cae bien.
- No digas eso, ni se te ocurra.
Borja, que responde siempre sincero y dispara desde el corazón, a veces se queda en silencio, mira hacia sus adentros, marca un ritmo con las manos, lo lleva a su cerebro… y sonríe. La música es su pasión y es un verdadero virtuoso de la guitarra y la percusión, habitual en los conciertos de Asprona, alumno de la Escuela de Música, miembro del grupo Combo.
- Oye, tienes que decir en el periódico quiénes estamos en el grupo Combo. Con Dani, que es el profesor, tocamos David, Lucas y yo, ellos son niños pequeños, pero tocan muy bien. Tenemos un concierto en diciembre y alguno firmado para el año que viene, en verano vamos a venir a Salamón.
- ¿Es tu pueblo Salamón?
- Como si lo fuera, voy por todas las casas y me reciben con los brazos abiertos.
La música le ha dado a Borja algunos momentos que al recordarlos se le enciende una luz en la mirada que le delata. Viaja a sus recuerdos, sonríe. El primero de ellos le dejó sin palabras. Su ídolo, aquel que pedía que le pusieran todo el día interpretaciones suyas, era Paco de Lucía. El andaluz vino a dar un concierto a Valladolid y Ángel y Maribel, al margen de llevarle al concierto, movieron hilos para que ‘el maestro’ le recibiera en su camerino. No lo olvida.
- Me dijeron que te quedaste sin palabras.
- No. Me preguntó que si sabía quién era y le dije que Paco de Lucía.
Una foto que guarda con tanta emoción como admiración; aunque no hace mucho que Borja sumó otra imagen a su álbum vital, con David Summers, que está formando un grupo de música con jóvenes con discapacidad y Borja fue llamado para ser uno de los integrantes, acudiendo a los cástings a Madrid. «Éramos muchos y no me llamaron, pero me dijeron que lo había hecho muy bien, igual me llaman más adelante».
En ese momento pregunta si estará Miguel Ángel y marcha hasta su casa, fue profesor suyo en Veguellina y le recuerda siempre. «De Crémenes es Julita, que fue mi primera profesora, también en Veguellina, y me quiere mucho. Y yo a ella. Ponlo también en el periódico que le gustará».
Realmente Borja me da el artículo escrito. Él me va diciendo de quién tengo que hablar, siempre bien, siempre con cariño, pese a que su vida nos podía hacer esperar algún gesto de resquemor. Nació Borja en León, su madre había venido desde Panamá. Fue hace 35 años y bautizado como Borja Grant Maines. Cuando tenía solamente un año fue entregado en acogimiento a la Junta de Castilla y León y enviado a las monjas de Veguellina. Su recuerdo de la monja que le crió, sor Irene, es el mismo de una madre. De hecho, movió todos los hilos de su persistencia infantil para poder ir a verla en Cataluña, donde se había trasladado. «Lloré mucho por ella cuando supe que había muerto por el Covid, era muy buena». Peregrinó por varios centros, Veguellina, Salamanca, ahora está en un piso en León y acude cada día al centro de Asprona de Quintana de Raneros, «a trabajar», dice orgulloso.
Con el tiempo pudo recuperar el contacto con su madre, que vivía en Ponferrada, «y venía a verme en el tren y me llevaba con ella. Por eso lloré todo el día cuando me dijo un monitor, que es de Ponferrada, que había muerto. Después supimos que estaba en una fosa y todos los años vamos a llevarle flores, la quería mucho».
Como para no quererle a él, con esa capacidad que él tiene para agrandar el corazón con cada uno que pasa por su vida, siendo feliz por imperiosa generosidad.
- ¿Y cuándo me sacas en el periódico?
- Mañana.
- Ahora mismo le pongo un wasaap a Pedro para que compre el periódico. Pedro también es muy bueno, me ha dado permiso para venir un día antes a Salamón y quedarme al puente. Le va a gustar verme. Habla también de Pedro en el periódico.
- Tomo nota Borja, que es a lo que vine ¿Ordenas algo más?
- No. Lo que tú quieras.
- Un abrazo.
- Eso está hecho.