De exquisitos alimentos literarios. De Literatessen (en León)

Cuando en la ciudad se ven tantos sueños a trapa caída, alegra ver un nuevo sol levantando una para realizar otro

29/11/2024
 Actualizado a 29/11/2024
La fachada de la librería inaugurada recientemente en la calle Santisteban y Osorio. | JUANMARÍA G. CAMPAL
La fachada de la librería inaugurada recientemente en la calle Santisteban y Osorio. | JUANMARÍA G. CAMPAL

El lugar local del que les voy a contar, amén de estar en mi barrio, es vecino. Vamos, que está a la vuelta de la esquina en el tiempo y en el espacio.

Primero, lo conocí como una contagiosa y aromática nota joven de esas que hacen a uno verse menos añoso por más que carballón vetusto sea de lejano origen y de corporal presente. Después, no sin pena, se convirtió en incógnita tristeza -¿qué habrá pasado? De - para, por fortuna, no tardar mucho, aun opacado su iluminado interior, en voltear el quebranto en esperanzado interés, ¿qué irá a ser?

Hasta que, pasadas unas semanas, como una alegre brisa por las calles, corrió el rumor: será una librería. ¿Cómo? ¿Qué voy a ver todos los días a una de mis más seductoras tentaciones? ¡Ah atracción fatal! ¡Ay de mí!

A partir de ese momento, como agente doble pasaba ante el lugar local. Si de casa salía KGB o CIA, CIA o KGB a casa regresaba, buscando confirmación a través de los pocos espacios que las opacadas cristaleras dejaban traslucir. 

Confirmé la nueva buena al ver entrar un día en él al experto librero David Lera y, más tarde, caídos los telones de boca que encerraban el inicio de ejecución del proyecto lo he ido viendo crecer hasta hoy, día en que escribo, fecha previa a su inauguración en que me decidí a colarme en el local a fin de charlar con David y dilucidar si tales quehaceres -abrir una librería en estos tiempos de lectura digital y «audible»- eran mayormente fruto de la valentía, de la temeridad o de la justa  y precisa mixtura de ambas.

David, ya conocido desde hace muchos años (2003) en donde, con orgullo e inusitada gratitud -ya casi sólo hablamos de lo malo o se guarda silencio- dice haber conocido y haber hecho suyo tan buen oficio, la librería Artemis, a cuyo equipo considera sus mentores y, como sin querer, con total naturalidad y sinceridad, pronto diluye la posible temeridad, pues, aun habiendo escrito «hecho suyo tan buen oficio» sin duda hubiese sido más justo y fiel haber traducido sus palabras como «se enamoró del oficio»; más, vista y escuchada la infrecuente pasión con que habla del mismo y sus valores. Tanto, que, aun hablando de riesgo, trabajo y negocio, a este osado contador de hoy, más le quedó el noble sabor de términos tan decaídos en uso como «vocación» y «labor». En ningún momento de nuestra conversación apareció el retorcimiento del trabajo como castigo y sí la consideración del mismo como medio de humana realización personal, íntima, y profesional, como un proyecto de vida.

Así, comentando el verso de Joan Margarit que, en el poema 'Libertad', dice «La libertad es una librería», presto responde David que «de esta manera está soñada y concebida su librería, Literatessen» (Santisteban y Osorio, 4. León) con el diseño pensado y materializado por Iñaki Pérez (Planta Baja Interiorismo), «como un espacio de encuentro y libertad» porque para él, David, «las personas que leen libros, son más libres que las que no lo hacen».

Preguntado si se le podrá considerar tal como dice Irene Vallejo de los libreros «un explorador de la aventura y de los hallazgos imprevistos», sonríe y me contesta y enseña lo que dice el historiador francés Roger Chartier, «internet hace mucho más fácil encontrar lo que buscas, pero mucho más difícil descubrir lo que ignoras» y entonces piensa y dice que «los libreros deberíamos movernos en fomentar el ir más allá del algoritmo que siempre tiene el sesgo que te va conduciendo por un mismo camino y esa es un poco la idea, como libreros descubrir lo que el lector ignora».

Sintiendo -de experimentar, no de lamentar- la fuerte ilusión o, mejor, la ilusionada fortaleza con que David habla de su oficio y de las incertidumbres y vicisitudes que este puede atravesar, aún me fija más el claro y fuerte espíritu de su Literatessen, así como el optimismo necesario no sólo para emprenderlo, sino para iniciar cualquier negocio sabiendo lo que los números, las estadísticas, dicen y enseñan de cómo «hasta los diez años no se puede hablar de que un negocio esté asentado y consolidado y por eso afirma que a pesar de estar en el mundo de la inmediatez, Literatessen es idea muy pensada a medio y largo plazo; que la gente pueda venir aquí reposadamente, no sólo a hojear ojeando los libros, sino que, si así lo desea, se siente a leer uno, que nadie le va a decir nada y menos aún a intentar forzar su compra. Cómo no hacerlo así si, el haber sido desde muy joven un lector empedernido y el haber podido dedicarme profesionalmente a los libros gracias, insisto, a los buenos maestros que tuve en este oficio, son circunstancias que tengo por suertes de la vida».

David Lera, responsable de la librería Literatessen. | JUANMARÍA G. CAMPAL
David Lera, responsable de la librería Literatessen. | JUANMARÍA G. CAMPAL

Va llevándome o trayéndome la conversación a plantearle a David una de las cuestiones que Penélope Fitzgeral expone en su novela 'La librería': «Dicen por ahí que está usted a punto de abrir una librería. Eso significa que no le importa enfrentarse a cosas inverosímiles» y veo cómo sonríe y me dice «a veces. A veces te encuentras con cosas inverosímiles también, sí; con cosas inverosímiles pero maravillosas. Mas, por mi experiencia de veintiún años en el oficio, son más estas que los malos momentos que también hay y, sin duda, habrá».

Trascurre nuestra charla por la tarde, en la parte trasera de la librería y con una única luz encendida para que nadie, creyéndola ya abierta nos interrumpa. Pero ni así. Varias son las veces que alguien empuja la puerta, que pregunta si ya está abierta, y felicitan y agradecen a David su Literatessen. 

Charlamos sentados en dos sillas de madera plegables y sobre una amplia franja amarilla. «Es el espacio que estará dispuesto como espacio abierto, como espacio de encuentro cultural, como espacio de lectura, de presentaciones de libros, de lecturas poéticas, de lecturas dramatizadas, disponible para un club de lectura si alguien quiere tener la librería como sello para el suyo, pues, de momento, yo no tendré tiempo para moderarlo. Pero sí, el uso de este espacio abierto para estas u otras actividades para mí será la situación ideal».

Una vez más, David atiende a un ávido y curioso lector que se interesa por la apertura. Mientras, yo, mejor, mi versión abuelo previsor, ojeo la amplia sección de literatura infantil y juvenil con que cuenta Literatessen y, cómo no, la dedicada a la poesía y las publicaciones de una de mis editoriales preferidas, Acantilado. 

No dejo de preguntarle a David -esta vez sí funcionó mi memoria- por la singular irregularidad del escaparate de la izquierda. Y él, como hasta ahora pleno de entusiasmo me habla de su carácter especial, dedicado o temático y de cómo irá variando cada mes o mes y medio.

Miro el reloj. Veo que le he ocupado más tiempo del conveniente y propongo cerrar mi uso y abuso de confianza. Mas no puedo hacerlo sin preguntarle por qué a lo largo de la conversación me ha respondido varias veces en plural, «nosotros», «nuestra idea». Y nuevamente me cita a sus maestros, Artemis, y cómo allí lo importante no era el yo, sino la librería, el equipo y cómo, ahora, aun estando solo se le hace difícil -también porque sin duda vislumbra un no muy lejano futuro- usar el yo, prescindir del nosotros, del equipo que sin duda formará y en el que él será, no lo dudo, un buen maestro de libreros.

Por fin, ayer viernes, se ha enriquecido mi barrio, se ha soleado, porque se ha inaugurado, ha abierto sus puertas Literatessen, este nuevo y «elegante palacio de la cultura» (que osadamente plagio) en el que podremos hacernos con exquisitos alimentos literarios para degustarlos con la voluptuosidad que André Gide nos enseñó en su ‘Los alimentos terrenales. Los nuevos alimentos’.

Nos despedimos. Paseo y, mientras me recreo atesorando la charla, pienso que a cualquier otro lo hubiese tildado de temerario, pero, recordando la admirada y escuchada clara pasión depositada por David en su proyecto, en su ya abierta Literatessen, uno apuesta por augurarle, aun el riesgo que toda realización de un sueño encierra, toda una merecida buenaventura.

Literatessen, recuerde y hágame caso, no se prive, regálese, sin duda se lo merece. 

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