Felipe paseaba por su otro barrio, San Mamés (él era de San Esteban) del brazo de su inseparable Conchi, había ‘agachado’ en los últimos tiempos, y su mujer le avisaba: “Viene el de La Crónica”. Felipe se calaba el sombrero, se apoyaba en el bastón, se ponía derecho como un torero, para caminar como un torero pues lo único que no soportaría es que no le recordarán como lo que toda la vida fue, desde “rapaz”, que decía él. Y haciendo un esfuerzo por permanecer erguido, en torero, soltaba su torrente de historias, anécdotas, recuerdos de paisano irrepetible… E irreductible. De chaval le dio el aire de ser torero y marchó para el sur, donde se escriben las leyendas taurinas, con Rafael Pedrosa, y como les trajo de vuelta la guardia civil juró por lo más sagrado, su madre, que «voy a ser torero». Tenía 14 años «de los de la posguerra, que no te cuento porque te entra el hambre».
Ayer, todo el barrio de San Mamés echaba de menos el paseo de Felipe Zapico, “el torero”, sin apellidos, únicamente con indicación geográfica: El torero de León. Lo había jurado y lo hizo.
Ya sabía que con 90 años y achaques estaba en la recta final, pero no lo decía. Además su faena ya estaba hecha y hasta el remate final con puerta grande cuando en la última Feria de San Juan le hicieron un homenaje y salió al centro de la plaza y besó la arena del coso que existe porque él existió y un día juró que no se cerraba… y ahí está. Lo juró y lo hizo.
Fue su última emoción taurina, así lo recogía la crónica : «Felipe Zapico hijo espera en el patio de cuadrillas la llegada de su padre, Felipe Zapico torero, el protagonista del día. ‘No aparece. No creo que se haya dormido un día como hoy’.
¿Cómo dormido? Ya estaba dentro, tengo miedo que haya sido el que abrió las puertas de la plaza, el día de su homenaje, después de tantas batallas, después de tirarse hasta como espontáneo para defender que no se cerrara el coso... no va vestido de luces pero sí de torero, traje y sombrero, las lágrimas asomando, se dirige al centro y recibe los aplausos como si hubiera cortado el rabo. Se arrodilla, coge arena y se la lleva al corazón. La edad le embiste y da un traspiés, pero un día cono hoy a Zapico no lo tumba ni una cornada en la femoral. La ovación al veterano soñador, al torero los casi 90 años de vida, es la más cerrada de la tarde y eso que después se cortaron 7 orejas».
Aquel día Conchi no hace de bastón, tomó el relevo Felipe hijo, el cantante de Deicidas, el creador de los ‘Cuatreros de ganado en el tren de Matallana’, que seguro imaginas alejado de lo taurino… pero integrado en la mejor faena de El torero de León, su familia, Conchi madre e hija, Felipe padre e hijo y Luis Miguel, que alimentó el sueño de su padre de tener otro torero en casa pero se había roto el molde con el padre.
No hacía falta, en casa ya estaba el torero y eso que no le tocaron los mejores tiempos, ni siquiera para vivir.
- ¿Felipe, te sientes torero?
- De los toros sí; de la vida he sido siempre maletilla, y pícaro, que el pan nos lo ponían encima de la tapia y había que ingeniárselas para cogerlo;fue su definitiva respuesta en la entrevista por la publicación de su sincera y fresca autobiografía.
Y no le faltaba razón, hay que ser maletilla eterno para saltar de espontáneo ya jubilado para protestar por un veto y exigir que «la plaza más bonita de España»no tire su arena al mar;hay que ser maletilla eterno para decirle en sus programas de la tele a la todopoderosa Isabel Carrasco «te voy a comer la boca» como agradecimiento por haber defendido la feria de León;hay que ser maletilla eterno para tratando de sorprender en su programa rematar la complicada faena de «subirse a la testuz de un toro»... pero de Osborne, de no sé cuántos metros de altura...
La suma de todos esos maletillas dan como resultado el torero de León y esos que con cizaña preguntan cuántas corridas toreo de matador no tienen, además de mala leche, ni idea de lo que hay que tener para ser el torero de León. Lo que tenía Felipe Zapico. Eterno.