Decíamos hace una semana en estas mismas páginas que la de este año es la feria de los aniversarios, ya que se cumplen 30 años desde la reinauguración de la plaza de toros, 75 de la presentación de Felipe Zapico como matador y 20 desde que pisó por vez primera el albero leonés David Fandila ‘El Fandi’, que se ha convertido en uno de los grandes ídolos de la afición. Vuelve este año el granadino en un cartel en el que figuran también Sebastián Castella y Miguel Ángel Perera. Será el sábado 22 de junio a las 18:30 horas cuando hagan el paseíllo antes de enfrentarse a toros de Zalduendo, la misma ganadería a la que pertenecía Desocupado, el toro indultado en 2005 por ‘El Fandi’, que muestra en esta entrevista su cariño hacia la afición leonesa y recuerda algunas de las grandes tardes que ha protagonizado con su arte.
– Se cumplen 20 años desde que pisó por vez primera el albero de la plaza de toros de León. ¿Qué siente cada año al volver?
– Sobre todo, mucha ilusión. Es una plaza que me encanta en la que tenemos muy buena química con la gente y en la que he disfrutado de tardes que tengo en el recuerdo con algún indulto y tardes en las que he cuajado toros que personalmente me han servido de mucho. Aunque uno no está igual todos los años y estas últimas veces los toros han embestido un poco menos, es una de las plazas en las que he disfrutado casi siempre que he estado y eso marca mucho.
– Sólo ha fallado el año de la pandemia y ha encadenado 19 puertas grandes. La afición leonesa suele ser benevolente, pero es cierto que con usted mantiene usted un idilio que no han logrado muchos toreros, por no decir que no pasan de dos o tres. ¿A qué cree que se debe?
– No lo sé exactamente. Imagino que tiene que ser un cúmulo de circunstancias y conseguir que se alineen las partes, porque tienen que embestir los toros y los presidentes han de ponerlo fácil, que de vez en cuanto tampoco lo hacen, pero lo fundamental es que la afición tiene te acepte y disfrute contigo. También es importante que se desplace gente porque también les gusta vivir la fiesta en la plaza de turno, como ocurre con aficionados de Gijón que son ya habituales cada año a León. Es un cúmulo de circunstancias que hace que todo se predisponga para que sea una tarde triunfal y bonita, que es como deben ser.
– Aunque la constancia en el triunfo es clave en ese idilio, seguramente tenga mucho que ver aquella tarde del 25 de junio de 2005. Era su segunda actuación sobre el albero leonés e indultó a Desocupado, un magnífico toro de Zalduendo marcado con el número 99. ¿Qué recuerdos tiene de aquella tarde?
– Recuerdo que fue una magnífica corrida en la que embistieron muchos toros. Es verdad que Desocupado fue un toro importante que se llevó el premio por cómo iba la tarde de embalada, aunque no olvido su duración ni la conexión que tuvo con la gente, que le acabó cogiendo cariño. El tipo de toro que sale en León es de los que embiste y eso ayuda. Son muchos detalles que se cuidan y al final conseguimos indultar ese toro, que fue especial, pero ha habido grandes corridas en las que he disfrutado y que me han valido de mucho.
– Repasando las crónicas que se escribieron entonces, se alaba su variedad con el capote (largas cambiadas, chicuelinas de pie y de rodillas, navarras, faroles, gaoneras, serpentinas…) y también su habilidad como banderillero, que es de sobra conocida. ¿Siguen siendo a día de hoy sus grandes bazas a la hora de conectar con el público?
– Con el tiempo he tratado de mejorar muchas cosas, pero siempre manteniendo mi seña de identidad. Mi concepto del toreo pasa por una lidia variada en la que de principio a fin haya conexión con la gente, es decir, intentando que no haya tiempos muertos. Cuando todo eso se trabaja y se busca, pues marca tu personalidad y tu forma de torear. En ciertos momentos de la lidia me gusta el toreo más clásico y más puro, pero cuando los toros no dan esa opción de profundidad y de ligazón, hay que tirar de oficio, variedad y recursos para que la gente que va a la plaza de marche con ganas de volver. Todo eso también suma, aunque a veces no se quiera ver.
– Sin embargo, esas crónicas de Perelétegui y María Jesús Muñiz también defienden que tapó muchas bocas entre aquellos que ponían en duda su capacidad con la muleta gracias a una faena «honda e inteligente» en la que manejó la muleta «con suavidad y temple» ante un toro de embestida «noble y codiciosa». ¿Por qué había gente que creía que flaqueaba con la franela?
– El flaquear o no depende de lo que se quiera ver. En algún sitio tienen que estar las virtudes de un torero que tenga variedad, sea poderoso, controle los toros y les saque faena para cortarle una o dos orejas a casi todos que ha lidiado. Algo tiene que haber. El problema es que no todos los toros valen para pegarles los veinte naturales que nos gustan, es decir, despacito, con trazo largo, con profundidad y por debajo de la pala del pitón. Cuando un toro no te permite eso, hay que tirar de recursos. En mi trayectoria nunca ha valido decir que el toro no ha embestido y que ya volveremos otro año. Eso muchas veces va en contra de ese sector que busca quizá el toreo más puro, pero al final también cuentan la regularidad y los números, que al fin y al cabo avalan que mi método funciona después de más de dos décadas.
– ¿En qué ha cambiado ‘El Fandi’ desde que vino a León por primera vez hace dos décadas?
– Veinte años se tienen que notar personal y profesionalmente sí o sí. En el oficio, en conocer más al toro y a mí mismo. Muchas veces sigo buscando y profundizando en la tauromaquia que a mí me gusta y que, cuando el toro me deja, como fue el caso de Desocupado, sé que la tengo y la puedo sacar, pero no me vale la excusa de que no embiste para tirar la toalla y esperar a que salga otro.
– ¿Y en qué cree que ha cambiado la fiesta en estas dos décadas?
– Ha habido diferentes ciclos. Y más en estos tiempos de atrás, de los que afortunadamente estamos ahora mismo pasando página. Ha habido un bache generacional muy fuerte y una época con mucho derecho y poca obligación en el mundo del toro. La gente joven se desvinculó un poco y creo que ahora se está recuperando esa búsqueda del respeto por lo que nos gusta, por lo que sentimos y por una profesión que es muy larga, porque no sólo somos los toreros, sino que hay muchísima otra gente detrás de este mundo del toro. Estamos entrando en una época en la que vuelve a pintar mejor. Ha habido momentos de una algidez espectacular, con gente de todas las edades, pero también otros en los que hemos ido cuesta arriba. ¿En qué más ha cambiado la fiesta? La tauromaquia también ha evolucionado en los toreros, en los toros y en su forma de embestir. Las faenas son más largas y compactas. Es cierto que el toro embiste mejor que nunca, pero es más difícil que nunca torearlo.
– ¿Sigue el sector del toro tan unido como después de la pandemia a la hora de lograr que la gente volviera a los tendidos?
– Yo creo que sí. Se están haciendo muchísimas cosas y está también la Fundación Toro de Lidia, que porta la bandera de nuestra identidad. Cuando hace falta, estamos ahí, como ha pasado con la supresión del Premio Nacional de Tauromaquia. El sector ha vuelto a responder, pero muchas veces, por respeto, por educación y por esperar los tiempos, hemos estado demasiado callados y parece que no estamos unidos. Cuando el mundo del toro tiene que sacar el pecho, lo hace. A veces un poco tarde, pero lo saca y mira al futuro. Se ve a mucha gente joven en las plazas. Hay muchas ganas de toros y eso es muy importante.
– ¿Es esa unión la receta para hacer frente a los antitaurinos y a un Gobierno que no parece ayudar mucho a la fiesta?
– Eso siempre es clave para todo. Luego, para que funcione, debemos tener un poquito de amor propio por lo que queremos para luchar por ello de la mejor forma posible. Cada uno debe velar por sus intereses, pero creo que hay un bien común que nos toca a todos y ahí es donde tenemos que remar en la misma dirección. Creo que estamos yendo por muy buen camino.
– ¿Cómo valora la supresión del Premio Nacional de Tauromaquia?
– Creo sinceramente que es una vergüenza. Estamos hablando de algo que es cultura y que no suponía nada para el Gobierno. Son ganas de hacer ruido con algo que no les repercutía para nada y que usan únicamente para evitar que se hable de otras cosas o que se vean otras cosas. Al final, todo es política y se vio hasta en el momento en que se anunció, porque también ellos tienen sus intereses. No nos gusta que el mundo del toro en sí se vincule tanto a la política, porque es algo mucho más neutral. Hay gente de todas las clases sociales y de todos los partidos. El movimiento antitaurino y la supresión del premio ha sentado muy mal, pero también ha sido un revulsivo para que se creen otros y sobre todo para que la gente hable y salga a defender con más fuerza lo que quieren quitarnos por una idea que tienen ellos.
– También ha tenido que venir más de una vez a León para ser intervenido el doctor Mostaza a raíz de sus problemas en la espalda. ¿Está ya plenamente recuperado?
– Me operé en León y estaba perfectamente, pero tuve un percance en octubre y me vi obligado a volver. El doctor Mostaza ya dijo que serían seis o siete meses para estar perfecto y al final los plazos han de cumplirse. Estoy mucho mejor, pero todavía noto que me falta ese poquito que estoy recuperando ahora. La verdad es que estoy muy contento de poder sentirme casi al 100% y me falta muy poco para sentirme totalmente a gusto.