"Lo fantástico casi crea un género literario propio"

Luis Mateo Díez se da cita con el escritor de Bembibre, Carlos Fidalgo, este jueves en el Palacio del Conde Luna en un acto enmarcado en el Festival Internacional de Ficción Insólita

19/10/2023
 Actualizado a 19/10/2023
El escritor natural de Villablino, Luis Mateo Díez, sujeta un ejemplar de ‘Celama (un encuentro)’. | CAMPILLO (ICAL)
El escritor natural de Villablino, Luis Mateo Díez, sujeta un ejemplar de ‘Celama (un encuentro)’. | CAMPILLO (ICAL)

«Invención, cosa fingida, una obra literaria que trata de sucesos y personajes imaginarios». Así define la Real Academia Española a la ‘ficción’. Para ‘insólita’, la definición tiene que ver con lo «extraordinario, algo fuera de lo común». Y, si se atiende a ambas acepciones, parece casi una redundacia que ese adjetivo apellide y califique al sustantivo.

Para Luis Mateo Díez -con la letra ‘I’ de ‘insólito’ como académico de la institución que recoge su definición-, no todas las ficciones deben llevar ese apellido. «Las ficciones se desarrollan siempre en lo imagiario y, en lo imaginario, con frecuencia, hay elementos misteriosos, pero sucesos o cosas más fantásticas, pues no las hay siempre», opina: «Lo insólito y lo fantástico casi crean su propio género». Fantasías, ciencia ficción o terror son fácilmente clasificables en esa etiqueta de inicial homónima al asiento del autor de Villablino, pero sobre su forma, sobre el género que guía las pautas de la escritura, Mateo Díez no destaca ninguno: «Todos los géneros que tienden a la ficción y a la creación de universos imaginarios tienen ese punto de insólito». 

"Las ficciones se desarrollan siempre en lo imaginario y, en lo imaginario, suele haber sorpresas"

Ese adjetivo y no otro es el que congrega al autor este jueves en la capital provincial para darse encuentro, a las 19:30, con Carlos Fidalgo en el Palacio del Conde Luna, contando con la compañía de la estudiosa y crítica Ángeles Encinar como mediadora. El título de la conversación: ‘Entre fantasmagorías y fantasmas’. El contenido lo presenta brevemente el escritor: «Carlos y yo aportamos los mundos particulares que tenemos, en los cuales hay fantasmas, hay elementos de la imaginación que están entre los espectros y los sueños y los recuerdos, un poco medrosos y fantasmales». Sobre sus paralelismos, Luis Mateo refiere «literatura ambiciosa y creativa», aunque teñida de esos «mundos personales», de los que dice que «cada cual administra el suyo como puede». Como se le atribuye a Víctor Hugo, «un poeta es un mundo encerrado en una persona».

El mundo de Mateo Díez tomó en 2003 una forma que recuerda a Gabriel García Márquez. Una especie de Macondo español fue a parar en la literatura del leonés con el nombre de ‘Celama’. «Surge de mi experiencia y luego se transmuta, se transforma, sufre muchas metamorfosis y acaba creándose ese territorio imaginario», explica sobre él: «Yo viví intensamente muchos veranos de mi vida con mis padres en el Páramo, en León, y me influyó mucho... Los paisajes desolados de antes de que llegara el agua y esas cosas... Digamos que se me fue impregnando mucho y eso es lo más primitivo; luego ya, Celama fluye por su cuenta y tiene dimensiones poco realistas y más de la irrealidad». Y parece que, en ese sentido, el mundo que esconde el cuerpo -y la literatura- del de Villablino tiene mucho de insólito.

El escritor ríe dubitativo al comentárselo y no tarda en señalar: «Escribir es descubrir, decía un gran autor por ahí, y lo que seguro que tiene -como muchos laberintos del conocimiento, como se contagia la imaginación con la memoria- son sucesos insólitos, sucesos sorprendentes y un patrimonio humano lleno de vicisitudes». Con palabras que fluyen por el curso de un río de ideas claras y de orillas ocupadas por la flora de la vasta trayectoria, añade: «Claro, en las vicisitudes humanas hay siempre cosas que sorprenden».

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El escritor berciano, Carlos Fidalgo. | CÉSAR SÁNCHEZ (ICAL)

Sus declaraciones, así como su escritura y su propia vida provocan en el pensamiento la imagen de Manuel Puig. Nacido en la tierra argentina e inhóspita de General Villegas, solía hacer referencia a su lugar de nacimiento como uno en el que poco había para ver o para hacer. Un lugar cuyo mayor tesoro, cuyo único terreno habitable era el cine. Una nueva coincidencia aterriza en la conversación. Y es que, precisamente, el último libro de Luis Mateo Díez lleva por título ‘El limbo de los cines’, que tendrá su hueco a modo de presentación este mismo jueves. De este, comenta su autor que esconde «un recorrido muy particular a través de lo que es el universo de los cines, la contaminación que, en esos lugares, tiene la propia imagen de la pantalla». Algo que tacha como «fantasioso»: «Ahí hay un recuerdo y una divagación sobre el mundo insólito de lo que son las salas, esos palacios de los sueños». Palacios que, igual que para Puig, han marcado buena parte de la historia y literatura del leonés: «Como las iglesias son para los que van a misa y las bibliotecas para los que leen libros, los cines son para los que ven películas y todos esos espacios a mí me han resultado muy atractivos, inquietantes y fascinantes». 

Espacios, en definitiva, para lo insólito. Espacios de alimento para la creatividad y creación de autores como Luis Mateo Díez. Un escritor que, nutrido del carácter insólito de los cines y de la vida, consigue con las historias que desentrañan sus párrafos nutrir a la misma de rincones literarios teñidos de la majestuosidad de la fantasía y la irrealidad.

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