Llevaba una temporada pensando cómo contribuir a la reflexión que en estos tiempos convulsos necesita el futuro de nuestra tierra, cuando casi por casualidad me he encontrado este sábado en el Museo de la Minería y la Siderurgia de Castilla y León con un acto de reconocimiento que he sentido como una luz en el camino.
Desde mi mirada de ciudadano preocupado, de padre, de español, de hijo y nieto de mineros, de abogado, de leonés, y también con la inevitable perspectiva de alcalde porque es lo que ahora me ha tocado ser, he asistido al homenaje que se le ha dado a Fulgencio Fernández -magníficamente organizado por cierto- como una posibilidad de aprender y aquilatar mi granito de arena.
¿Qué somos los leoneses? ¿Por qué nos encontramos en esta situación? ¿Cómo podemos avanzar? Y ahí durante dos horas han aparecido periodistas, deportistas, gentes de la minería, de la cultura, personas de Cármenes y de Olleros, de Laciana y de la Sobarriba, hablando de un personaje que en estos momentos quizás representa como pocos la quintaesencia de lo leonés, o al menos de una parte muy importante de lo leonés.
Y obviamente no lo digo por su extraordinario conocimiento de nuestra provincia y sus gentes, ni por su protagonismo en la divulgación de aspectos tan importantes como la cultura, el deporte y la antropología de León en las últimas décadas. Tampoco por su acreditada condición de catalizador.
Lo digo porque su amor por León lo manifiesta sin estridencias, sin quejas, lo hace desde una bonhomía sobrecogedora, tan natural como inteligente y espontánea. Modesta. Verdadera. Cada palabra suya nos traslada una porción de realidad sin atisbo de las suciedades tan típicas de nuestro tiempo. Tiene la capacidad de mostrarnos las cosas sin perspectivas, las puertas le son abiertas de una manera tal que parece haber estado siempre más allá de los umbrales que franquea y por eso parece que siempre nos cuenta algo propio.
León necesita la forma de mirar de Fulgencio Fernández, un paisano que no se queja, que de cada rincón de nuestra provincia es capaz de extraer un brillante. Ahí es.
Hoy en Sabero, cuando le han dado la palabra al final del acto, nos ha explicado cuánto le marcó el testimonio de quien al pie de Pico Moro le contó cómo una grave enfermedad padecida durante años en su juventud le hizo comenzar a convertirse en lo que hoy es. “Desde que escuché a ese sabio, jamás he vuelto a pensar que tengo derecho a quejarme”, ha concluido.
León debería seguir ambos ejemplos. Gracias Fulgencio.