Lo recuerda Felipe Fernández, de 84 años, rodeado de las fieles reproducciones de barcos y otros trabajos en madera en su taller de Fresno de la Vega, en las dependencias de lo que fue la estación del histórico Tren Burra. Lamenta esta pandemia que estamos viviendo pues «no puede venir gente a aprender, a que les enseñe, algunos son muy buenos y lo que más me gusta es contarle mis secretos a gente que va a ser mejor que yo». Es absolutamente sincero pues le avala el hecho de que lo lleva haciendo años y saber que su gran sueño sería que «estos trabajos, sobre todo la colección de los mejores barcos de nuestra Armada, pudiera estar recogida en algún sitio y, sobre todo, que los chavales pudieran aprender historia con ellos, se entiende todo mucho mejor, viendo el barco, su historia, hasta el lugar exacto donde murieron grandes marinos, como el Almirante Churruca, en el San Juan Nepomuceno, que aquí lo tengo».
Pero ya llegaremos a nuestra Armada, a sus almirantes, a la triste batalla de Trafalgar que, ciertamente, Felipe te cuenta como nadie. Regresemos antes a los avatares de aquel chaval de Valencia de Don Juan que botaba barcos en los charcos y realmente iba para peluquero. «Empecé a trabajar de barbero con mi tío y precisamente vine a Fresno para montar la barbería, hace 63 años. Y la monté, pero a mí lo que me tiraba, de siempre, era trabajar la madera y nada más que tuve dinero para comprar una máquina puse una fábrica de muebles».
No le iba mal la fábrica de muebles, «tenía buena mano para ellos, no lo niego» y Felipe fue ampliando negocios. «Abrí dos tiendas de electrodomésticos, una en Valencia de Don Juan y otra en Fresno, que la atendía mi mujer. No nos podíamos quejar, las cosas iban muy bien, se empezó a vender entonces mucho televisor, lavadoras... No te digo más que llegué a vender siete televisiones en un mismo día en un solo pueblo. Estaba en el tejado montando la antena y venía otro vecino y me decía, ‘después vas a mí casa’, y tenía que preguntar quién era pues ni le conocía».
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- El nogal.Es la mejor madera, da un color precioso, si te das cuenta todas las maderas de nogal que uso están sin barnizar y sin ningún otro tratamiento. Las frotas y queda un color precioso, y la textura, las vetas...
Por el taller hay otras figuras de mujer, una talla de la Virgen que ha pintado porque no es de nogal, varios escudos de apellidos —«éste es el de Fernández, el mío»— que, explica, «estos eran encargos para ganar dinero, pero también me entretienen», escenas religiosas o cotidianas sobre trozos que sobran de otros trabajos más grandes y otros muchos. Pero cuando se emociona Felipe Fernández es cuando se pone a hablar de sus barcos. «Aquí solo están unos pocos, tendré unos treinta, desde el primer barco conocido que según leí en tratados de marina era un barco egipcio hasta un barco chino espectacular, con veinte compartimentos estancos para que en caso de ataque nunca se hundiera y, por supuesto, los más importantes de la Armada Española, que fue poderosísima, la más poderosa del mundo, hasta el desastre de Trafalgar cuando pusieron al mando al francés Villeneuve, por influencia de Napoleón, con los magníficos marineros españoles que teníamos: Churruca, que fue capturado en el San Juan Nepomuceno; Alcalá Galiano, al que hundieron su Bahama y él fue un verdadero héroe... mira, aquí exactamente cayó ¿Cómo pudimos permitir una cosa así, con lo que éramos?».
Explica que muchos de estos barcos eran de caoba, hechos en Cuba, «que aquí no teníamos esa madera, con unostablones grandísimos». Y sigue hablando emocionado de otros barcos cuya reproducción ha realizado con gran fidelidad. «No hago ningún barco que no tenga historia y pongo un pequeño resumen al lado. Mira el San Felipe, que es mi nombre, era un barco de línea de lujo a Argentina, solo había tres en el mundo...».
- ¿Uno especial?
- El Santísima Trinidad, que fue el mayor barco del mundo en su época, también nos lo destruyeron en Trafalgar. Decía Pérez Galdós que era ‘el Escorial de los mares’, hay una réplica en el Puerto de Alicante, como museo con cafetería y todos los lujos, que ya he ido a verlo tres veces... E iría todos los días.