El Museo de León acoge desde este viernes y hasta el próximo 19 de noviembre la exposición temporal ‘Los paisajes españoles de Picasso’, que reúne 42 imágenes de la fotógrafa madrileña Cecilia Orueta sobre los lugares que marcaron la infancia y juventud del artista malagueño y universal Pablo Picasso, de quien se conmemora este año el cincuenta aniversario de su muerte, como se encargó de recordar el delegado territorial de la Junta de Castilla y León, Eduardo Diego, quien resaltó el trabajo de investigación y el seguimiento llevado a cabo por Orueta de una etapa de la vida del artista andaluz que suele pasar desapercibida. «Se trata de una exposición que cambia el foco con el que miramos a Pablo Picasso y nos acerca a sus no tan conocidos periplos de la infancia», explicó el delegado de la Junta.
El director del Museo de León, Luis Grau, también quiso arropar a la fotógrafa madrileña en la presentación en León de esta muestra que ya ha recorrido un par de ciudades y sobre la que la editorial Nórdica ha publicado un libro-catálogo que también da título a la exposición, ‘Los paisajes españoles de Pablo Picasso’, en el que intervienen escritores como Julio Llamazares (presente en el acto), Manuel Rivas, Rafael Inglada, Eduardo Mendoza, Eduard Vallès y Jèssica Jaque, que introducen los paisajes de las ciudades en las que Picasso vivió en su infancia y juventud (Málaga, La Coruña, Madrid y Barcelona) y los de dos pueblos de Cataluña en los que estuvo poco tiempo, pero en momentos importantes de su vida, caso de Horta de San Juan y Gósol. Como señalan desde la editorial Nórdica, «Cecilia Orueta ha dedicado varios años de trabajo a rastrear la huella de esos paisajes en la iconografía de Picasso, en su carácter y hasta en la pincelada de su obra pictórica. La fotógrafa no está sola en este proyecto: Rafael Inglada presenta los primeros años en su Málaga natal, Manuel Rivas los de su etapa en La Coruña, Julio Llamazares el capítulo dedicado a Madrid, Eduard Vallès la época de Horta de San Juan, Eduardo Mendoza su vida en Barcelona y Jèssica Jaques su estancia en Gósol. Seis lugares que marcarían la vida y la obra del pintor español más universal».
Para Luis Grau, director del Museo de León, el proyecto de Cecilia Orueta resulta especialmente interesante porque descubre al Picasso menos conocido y al más arraigado. «Justamente se detiene a los 25 años de la vida del artista, cuando pinta ‘Las señoritas de Avignon’ que es un boom en la historia del arte, pero justo antes toda esa obra tiene unas implicaciones, unas raíces muy importantes con los lugares donde vive en España, un país al que nunca renunció a pesar de que le ofrecieron la nacionalidad francesa en varias ocasiones. Esas seis localidades –cuatro ciudades y dos pueblos– donde Cecilia ha rastreado la presencia de Picasso, justamente a partir de su obra, es precisamente la parte de su vida menos conocida. El Picasso niño, el Picasso joven, el adolescente que descubre el paisaje, que descubre la vida, que renuncia al academicismo de Madrid o que se encuentra con la modernidad de Barcelona. Pero también que recuerda sus primeros pasos como dibujante y como artista en La Coruña, donde hace su primera exposición, que es un dato muy poco conocido, o su estancia en los Pirineos donde quizá, y es una tesis muy reciente, empieza a fraguar el cubismo en ese ambiente montañoso rodeado de cabañas muy cúbicas, de un paisaje muy duro dominado por la luz del Mediterráneo. Son elementos que no están habitualmente en las biografías de Picasso, que se detienen siempre en sus fases más importantes», sostiene Grau.
El director del Museo de León cree que la etapa que explora Orueta tiene menos peso en la trayectoria del artista malagueño porque no se trata de un Picasso vanguardista. «Aunque él critica el academicismo, es un pintor todavía muy académico. De hecho una de las cosas que dice Picasso de sí mismo es que cuando era niño pintaba como un adulto. No tuvo esa fase de niño en la cual uno es hipercreativo. Soy de la opinión de que Picasso cuando es adulto pinta como un niño y cuando era niño pintaba como un adulto, porque él renuncia a todo lo que ha aprendido en los primeros 25 años de su vida en ese momento».
La pregunta a la fotógrafa madrileña se hace obligada porque se aprecia en ‘Los paisajes españoles de Pablo Picasso’ un planteamiento muy similar al llevado a cabo en exposiciones anteriores como ‘París Clair-Obscur’ o ‘Ibiza, la isla perdida de Walter Benjamin’, que es seguir las huellas de escritores como Patrick Modiano o de pensadores como Walter Benjamin en enclaves como el París ocupado –un periodo que no vivió pero que le marcó a través de su experiencia familiar– en el primer caso o la Ibiza que sirvió de refugio al pensador y filósofo alemán a las puertas de la Segunda Guerra Mundial en el segundo, aplicando para ello no una mirada al pasado sino al presente. «De este planteamiento me gustan los preparativos porque significa estudiar, leer y aprender, lo que ya está muy bien. Y luego el proceso es excitante porque tienes que andar indagando en esas capas, en esos sustratos del tiempo», destaca Orueta, que no cree que este tipo de trabajos, que considera subjetivos, le aporten una mayor información sobre el personaje en cuestión sino que se trata más bien de un viaje de autoconocimiento. «Los que hacemos fotos vamos buscándonos a nosotros mismos. Yo descubro cuando leo sus biografías pero el resto no deja de ser una fantasía. Cuando yo acudo a los lugares buscando a ese Picasso no sé si me busco a mí misma. En realidad busco una fantasía, una idea que yo tengo en la cabeza de esa Barcelona o de ese Madrid que pensaba que podía estar en la mente de Picasso. Al final acabas haciendo las fotografías que te imaginas», reconoce la artista.
Ese planteamiento también lo aplica al caso de ‘The End’, donde reflejó el cierre de la minería de carbón, un territorio que con el paso del tiempo y de la inactividad se ha ido transformando, aunque queden vestigios de ese pasado. «El planteamiento es muy similar porque me gusta ser coherente en todo lo que hago. Me gusta enfrentarme a la realidad, que es lo que te hace evolucionar», reconoce la fotógrafa, que ya está inmersa en un nuevo proyecto que la llevará hasta Alejandría. «Es un proyecto que sigue la misma línea de los anteriores, pues se trata de seguir el rastro de cuatro libros, ‘El cuarteto de Alejandría’, que me llevará a Egipto tras las huellas de Lawrence Durrell».