"Sentada mira el suelo. Contempla las sílabas y en cada nube renace. Se contiene". ('18 días de frío'. Lourdes de Abajo).
Leo a Lourdes de Abajo (La Bañeza, 1974), la escucho, y sus poemas me llegan como fogonazos, instantes que me permiten reconocerme y reconocer. Es su poesía para tomarla a pequeños sorbos, dejándose acompañar por ella, con el libro en el bolso o en la mesilla de noche, dispuesto para ser abierto en cualquier instante y que te impregne de la música que encierra, en la plasticidad de las palabras que se enlazan para ofrecernos un paisaje de sentimientos, de emociones, por los que dejarnos fluir.
Es Lourdes una de esas poetas que podríamos considerar como parte de la diáspora de las letras leonesas que, a pesar de todo, siguen siendo y siguen ejerciendo. Desde pequeña, pues su clara inclinación por la música, que convertiría en su pasión y su profesión, pronto la alejarían de ese lugar natal que no podía cubrir sus expectativas de crecimiento. Siendo aún muy niña, León capital; luego vendrían Valladolid, Oviedo… y los lugares a los que el ejercicio de su profesión musical y sus circunstancias familiares la han ido llevando con el paso del tiempo, hasta su asentamiento actual en Madrid.
Con la firme creencia de que la música es algo innato al ser humano, pues "con el primer latido cardíaco en el útero materno, ya hay ritmo; por lo tanto ya hay música", traslada esa circunstancia de ritmo, de latido, a la poesía, donde la palabra va más allá del propio ejercicio de la misma para convertirse –como la música– en una de las artes plásticas capaces de tocar el alma de quien la lee o la escucha. Y quizá por eso del latido, generalmente los poemas de esta escritora suelen ser breves, muy concisos, como latigazos que en apenas un instante pretenden despertar al lector que vierte su mirada sobre ellos.
Lourdes de Abajo, muy cerca de la poesía de Alejandra Pizarnik a la que considera como su gran maestra, considera ésta como un punto de encuentro, un diálogo establecido en el que el poema deja de pertenecer a quien lo escribe ("simplemente quien lo pone en negro sobre blanco") para adquirir pleno sentido a través de las diferentes interpretaciones que de él hacen los diferentes lectores, que son quienes dan el verdadero significado a cada verso. Tres propuestas individuales muy potentes que, unidas a los poemas recogidos en diferentes antologías fuera y dentro de España, en diversas revistas especializadas y en numerosos portales y sitios de Internet, podemos disfrutar, tanto en castellano como traducidos al checo, italiano, inglés o gallego, para darnos una idea de la dimensión poética de esta escritora. No me resisto a realizar un breve acercamiento a los mismos.
Aniquilación mía: su primer poemario nos llega ya con la madurez; un trabajo gestado durante años en el que realiza un viaje íntimo hacia el dolor, la soledad, el miedo; una poesía que, en su presentación en el Centro de Arte Joven de la Comunidad de Madrid, Ana Martín Puigpelag definiría como "poesía del silencio, en la que son el cuerpo y la piel quienes hablan", una poesía plenamente sensorial, como alfilerazos que se nos clavan hasta lo más profundo de las entrañas para despertarnos del letargo.
Paisaje adentro: la propia autora lo define a través del termino "aínda" (todavía), palabra gallega que se convierte en su voz constante, en el contexto en el que la poeta se mueve, en el que "todavía queda mucho por hacer, todavía queda mucho por aprender y todavía queda mucho por escribir". En este poemario más que en ningún otro se hace patente su unión con la música concibiéndolo con una estructura de cuadros y de actos (como si de una gran ópera se tratara) en la que todo se pone al servicio de la misma: el tono y las texturas de las palabras, la implicación de las mismas en el libro, la conformación de los personajes. Saber si la idea final, "crear música a través de las palabras", se ha cumplido lo deja Lourdes de Abajo al sentir de los lectores.
'18 días de frío': De este último poemario dice la escritora que es un libro de preguntas, indecisión y esperanza, estructurado en torno a cuatro voces principales: madre que se rebela; hija como germen y posibilidad de cambio; mendigo-pajarero a cuya voz deja el particular canto al cuidado de la tierra, a través del conocimiento de las costumbres, y la voz limpia del pájaro en la que se entretejen la inocencia, la libertad, la esperanza que asoman entre sus propias raíces. De nuevo fogonazos para generar esos sentimientos, esas emociones "que se diluyen tanto en paisajes interiores como exteriores" a los que la poeta ya nos ha acercado en anteriores ocasiones.
Si buscas que la poesía te remueva, te inquiete, haga saltar tus alarmas, los versos de Lourdes de Abajo, sin duda, te ayudarán a hacerlo.
Fogonazos poéticos que despiertan el alma
Lourdes de Abajo es una de esas poetas que podríamos considerar como parte de la diáspora de las letras leonesas que, a pesar de todo, siguen siendo y siguen ejerciendo
22/01/2019
Actualizado a
13/09/2019
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