«Uno de los amigos del arquitecto, el filósofo Pujols i Morgades (1882/1962), un año después de la muerte de Gaudí (1926) publicó: ‘La visión artística y religiosa de Gaudí’, y en las cuatro primeras líneas lo llama: ‘Gran arquitecto del Universo’. (Dalí siempre dijo y redirigió que era el mejor texto sobre Gaudí). (Pujols en una autoentrevista afirma: ‘Creemos que Gaudí tiene tanta trascendencia para el arte como Wagner, y le diré a usted que incluso podríamos llamarlo el Wagner catalán’)».
[‘Gaudí, una aproximación a la masonería’ / Joan Palmarola i Nogue]
«¿Pudo ser Práxedes Mateo Sagasta quien resolvió el dilema en que se debatía Gaudí?». Esta reflexión, que puede parecernos fantasiosa, sin embargo, podría tener ciertos visos de realidad…, pero hay que remontarse a las Actas Municipales del Consistorio leonés, donde se consigna que, cuatro años después, el Teatro Principal de León dispone de alumbrado eléctrico. En la Sesión del 28 de julio de 1892, se reseña que el «Excmo. Sr. D. Práxedes Mateo Sagasta se haya en León y el Ayuntamiento cede el palco del Ayto. para que asista a la función teatral de esta noche en el Teatro de la Capital (con luz eléctrica) y luego celebrar un banquete». (AML)
Por aquel tiempo Antonio Gaudí estaba al frente de las obras de la casa Fdez. y Andrés de León y el Palacio Episcopal de Astorga y Mateo Sagasta esperaba ser nombrado jefe del Gobierno (lo sería el 11 de diciembre de 1892), sustituyendo al conservador Antonio Cánovas del Castillo. La querencia hacia la tierra leonesa, que demostró siempre Práxedes Mateo Sagasta, al tener aquí casada a su única hija, Esperanza, con el joven político Fernando Merino, fue sincera. (Merino, miembro del Partido Liberal, al ser yerno de Sagasta, fue diputado por la circunscripción de La Vecilla y por la de León, en las elecciones de 1891 y 1923). En otro orden de cosas, los sagantinos, como el senador Gabriel Fdez. Cadórniga, propiciaron que el miércoles 18 de julio de 1894, la reina regente María Cristina firmara en San Sebastián un Real decreto, para que se erigiera en León una estatua representando la figura de Alonso Pérez de Guzmán ‘El Bueno’.
No sería descabellado pensar que en aquella función teatral, que congregaba a toda la alta sociedad leonesa, el joven arquitecto catalán y el experimentado político fueran presentados por el empresario del textil leonés Mariano Andrés González-Luna; uno de los promotores de la Casa Botines (1892/93), y que acabaría siendo un buen amigo de Gaudí. De todos era conocida su larga trayectoria política, pues Mateo Sagasta (1825/1903) fue miembro sucesivamente de los partidos Progresista, Constitucional y Liberal-Fusionista (siendo este fundado por él), durante los periodos del Sexenio Democrático y la Restauración borbónica; y, junto con Antonio Cánovas del Castillo, se convirtió en uno de los principales artífices del sistema político del turno pacífico o turnismo. Siendo, además, un alto grado de la masonería, de la que fue durante cinco años claves (1876-1881) Gran Maestre del Gran Oriente de España y Gran Comendador del Supremo Consejo del grado 33, que simultaneó con la Jefatura del Gobierno durante tres meses.
Por aquel entonces, entre los años 1877 y 1878, Gaudí estaba terminando sus estudios de arquitectura y, al igual que otros compañeros de estudios, realizaba trabajos como delineante para ganarse un dinero. Los primeros trabajos que salieron de su imaginación fueron para los maestros de obras Hnos. Fontseré y el empresario del textil Salvador Pagés; los unos masones de la Gran Logia Simbólica Regional Catalana y el otro «socialista utópico», que le encargó los planos de la Cooperativa Obrera Mataronense [ver artículo en LNC: ‘Antonio Gaudí y Madame Moreu (Pepeta)’ (07-12-23)]. Todos librepensadores anticlericales, que junto a Pepeta Moreu (su amor platónico) intentaron imbuir en Antonio Gaudí un pensamiento laico, republicano y ateo.
Por el contrario, en su larga relación con el mecenas Eusebi Güell (elegido concejal por la candidatura de los liberales constitucionalistas, cuyo alcalde Francesc de Paula Rius i Taulet ejerció el cargo entre 1881 y 1884, y luego entre 1885 y 1889; además de ser diputado a Cortes por Barcelona con el Partido Liberal de Práxedes Mateo Sagasta), y en este supuesto encuentro con Sagasta, en León, pudo conocer las ideas básicas de la masonería moderada, que fueron: amor a la libertad y a la patria, respeto a la ley y la justicia, y creencia en el Gran Arquitecto del Universo. Sagasta define a la masonería en unos términos que perfectamente hubiera podido suscribir Antonio Gaudí: «No es un partido, no es una secta, sino que siendo una institución esencialmente caritativa, esencialmente humanitaria, y sabia por las enseñanzas que en ella depositaron inteligencias tan grandes… aspira a fundir en un solo pensamiento los pareceres diversos, las opuestas opiniones y espera ver realizados, mediante la fraternal unión de todos los hombres, los bellos ideales de la humanidad entera: el amor a la patria, el amor a la libertad, el respeto a la justicia, el entrañable amor de un alma pura hacia el Ser que la ha creado».
Sin embargo, frente al monarquismo inquebrantable de Sagasta, y su deseo de que la Iglesia Católica y los gobiernos liberales vivieran en la mejor armonía posible, prevaleció el radicalismo republicano y anticlerical de la masonería española dirigida por Miguel Morayta y Sagrario. Tendencia imperante en Europa, que conllevó la condena de la masonería por el Papa León XIII, en la Encíclica Humanum Genus (1884) [ver artículo en LNC: ‘Antonio Gaudí y Madame Moreu’ (07-12-23)], por todo ello respondió Sagasta a un diputado: «Yo he pertenecido a la masonería hasta que me enteré de su condena por la Iglesia…». (‘El misterio de Gaudí’ / Ernesto Milá)
«¿Pudo ser Práxedes Mateo Sagasta quien resolvió el dilema en que se debatía Gaudí?».
Me pregunto de nuevo, y presiento que la actitud tomada por Antonio Gaudí y muchos otros españoles, fue la de anteponer sus firmes creencias religiosas a sus convicciones masónicas. De ahí que, para el título de este artículo, prefiera el «ante» a las opciones «frente» o «con», pues creo que si alguna vez se sintió obligado a tomar partido por una u otra opción, a partir de 1892/93, y tras sufrir una transformación espiritual propiciada por el obispo de Astorga, Juan Bautista Grau i Vallespinos, y luego, en 1894, por el doctor Josep Torras i Bages (obispo y escritor, impulsor del regionalismo catalanista), su compromiso lo fue para el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia.
Ahondando en lo dicho, «Xavier Güell, bisnieto de Eusebi Güell, mecenas de Antoni Gaudí, mezcla realidad y ficción en ‘Yo, Gaudí’, una novela que expone las «confesiones» del arquitecto catalán en primera persona, a partir de fuentes reales y de «reconstrucciones imaginarias» en base a conversaciones con su bisabuelo y su familia. El libro explica, por ejemplo, que «el Park Güell está lleno de símbolos masones, desde el Turó de les Tres Creus hasta el compás y la escuadra de la escalera principal»: «Yo sé que Gaudí no fue masón», ha afirmado Xavier Güell, «aunque estuvo rodeado de masones». (La Vanguardia / Barcelona, 04-09-2019. Agencia EFE).