Gaudí & Wright, 2ª Parte: Dos arquitectos orgánicos

Por José María Fernández Chimeno

09/03/2024
 Actualizado a 09/03/2024
Planta interior del Edificio Johnson Wax.
Planta interior del Edificio Johnson Wax.

«Los edificios también se construyen con materiales. Los materiales tienen vida propia que puede entrar en la del edificio, para darle más vida. Aquí algunos principios presentan su semblante. Es el semblante de la simplicidad orgánica. El orden surge del caos. Ahora la palabra orgánico tiene un nuevo significado… ¡espiritual! Ahí hay esperanza».
(‘El futuro de la arquitectura’ / Frank Lloyd Wright, 1953)


¿Fue Antonio Gaudí quien inspiró la arquitectura orgánica de Frank Lloyd Wright?                                            

La carrera de Gaudí se vio interrumpida por la muerte de su mecenas Eusebí Güell (8 de julio de 1918) y por su dedicación plena al proyecto de la Sagrada Familia, desde 1914 hasta 1926. Tres años después, las actividades de Frank Lloyd Wright y Le Corbusier quedaron frustradas por el Crac del 29, y la consiguiente depresión económica de la década de los años 30 del siglo XX [ver artículo LNC: ‘Gaudí & Wright (dos arquitecto mesiánicos)’ (28-02-24)]. Con todo, ninguno de los dos arquitectos comprometió su actitud teórica y visiones creativas ante las dificultades.

Mas, ¿qué llevo a Wright a sobreponerse al final de su carrera, cuando entonces frisaba casi sesenta y cinco años? «Nadie podía imaginar, según reconocería después el propio Philip Johnson (en su obra decisiva ‘Arquitectura Moderna’, 1929), que Wright estaba a punto de resurgir espectacularmente. En los cinco años siguientes, el arquitecto septuagenario iba a proyectar la Casa de la Cascada (1936/38), el edificio Johnson Wax y Taliesin West». Sin duda fue esa «idea mesiánica» que el arquitecto tenía de sí mismo, y que ya era de dominio público.

Para entonces Gaudí llevaba muerto una década y su obra magna, el templo de la Sagrada Familia, seguía dependiendo de las donaciones de los creyentes para evitar su paralización. A pesar de ser limitada su producción artística, Gaudí cuenta con siete edificios inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial (en 1984 y 2005), entre los que figuran la cripta de la Colonia Güell (1898/1914), la casa Milá (La Pedrera) (1906/10) y el Parque Güell (1900/14). Los tres, máximos exponentes de la arquitectura orgánica junto con la Sagrada Familia, y con los que consiguió una identificación perfecta entre arquitectura y naturaleza, alejado, pues, de los manidos postulados historicistas y eclécticos, de sus primeros años. Como afirmaba, «todo sale del gran libro de la Naturaleza, esta naturaleza que siempre es mi maestra».

Por el contrario, la lista de obras maestras indiscutibles de Frank Lloyd Wright, a pesar de su prodigiosa productividad, se reducen a ocho edificios, destacando las de su última etapa, arriba aludidas, y el Museo Solomon R. Gyggenheim (1959), en Nueva York. Curiosamente, todas ellas de tendencia orgánica (excepto el Museo); una de las tres tendencias-manifiesto que Gaudí legó para la posteridad…, y que en Wright tendría a su máximo representante por aquella época.  «Es de sobra conocido por los historiadores de arquitectura que Antonio Gaudí «no dejó escuela» y, sin embargo, aún con la ausencia de un estilo propio, fue el más excelso precursor de un «nuevo lenguaje» que se estructura en tres prolíficas tendencias-manifiesto: ‘Visión Postgótica’, ‘Acervo Naturalista’ y ‘Tradición Geométrica’». (‘La herencia del lenguaje gaudinista en la arquitectura contemporánea española’ / J. Fdez. Chimeno, 2011)

chimeno2
Frank Lloyd Wright (1867-1959).

Dejando aparte las tendencias, sabemos que ambos arquitectos vieron en la Naturaleza su inspiración. Gaudí, escrutando sus leyes para construir en armonía con ella, dice: «La naturaleza es mi maestra». Y Wright añade que: «el arte es un descubrimiento y desarrollo de principios elementales de la naturaleza en bellas formas aptas para el uso humano». El ‘estilo orgánico’ es un movimiento arquitectónico que se deriva del funcionalismo o racionalismo, y que se considera promovido fundamentalmente por los arquitectos escandinavos en la década 1930/40, así como por el arquitecto estadounidense Frank Lloyd Wright. Erik Gunnar Asplund en Suecia, Hugo Häring en Alemania y Alvar Aalto en Finlandia, son los principales propulsores de esta corriente.

Las ideas fundamentales pueden resumirse de la forma siguiente: La arquitectura ha de servir a las necesidades vitales del hombre. Esto implica que la atención del arquitecto no debe limitarse exclusivamente a las estructuras y a la disposición de los ambientes. La arquitectura racionalista propugna el concepto de «plata libre», pero con volúmenes dominados por formas tetraédricas (cubismo) en las que deben encajar las necesidades humanas; mientras que el estilo orgánico busca todo lo contrario, estudia los movimientos del ser humano y a ellos deben de ceñirse esos espacios, por consiguiente, las soluciones técnicas y estructurales. Los diseños de los arquitectos orgánicos son más personales y difíciles de imitar.

Como obras maestras de la arquitectura orgánica podemos citar la biblioteca de Viipuri (1930) y el pabellón finlandés en la Exposición de Nueva York de 1939, ambos de Alvar Aalto. Y es importante esta obra, no tanto por su moderno e innovador diseño: «El pabellón se forma por un cuerpo principal al que se le añaden una serie de volúmenes con una geometría libre que se extendían por la parcela esquivando a los árboles existentes, produciendo una interesante simbiosis entre arquitectura y naturaleza». La metáfora del bosque está presente en esta obra y «la afinidad entre las obras wrightianas de la década de 1930» resultaba evidente. Algo que no pasó inadvertido al maestro americano; pues, el mismísimo Frank Lloyd Wright declaró que «esta obra sólo la ha podido hacer un genio de la arquitectura».

Cuatro años antes (en 1935) otro genio, Wright, se vio en la obligación de proyectar en un entorno que para él nada tenía que ofrecer, en los suburbios de Racine, Wisconsin, a 200 kilómetros de distancia de Chicago, la oficina central del edificio ‘Johnson Wax’ (1936-1939). Quizá por ello el edificio niega deliberadamente el entorno, se encierra en sí mismo, creando una fachada principal totalmente ciega; mientras que en el interior habita un bosque ajeno a lo que pase fuera de él. Este enorme atrio está iluminado cenitalmente y construido sobre la base de unas originales columnas de hormigón armado, con influencias orgánicas que rememoran la forma de hongos o nenúfares. Wright superó ampliamente el presupuesto de este edificio, pero su generoso cliente no lo tuvo en cuenta y le hizo otro encargo (como antes el mecenas Eusebi Güell hizo con Antoni Gaudí). Como señalaría el propio Wright, «el edificio Johnson es una gran construcción que estimulará a trabajar, al igual que una catedral inspira a adorar a Dios».

chimeno4
Alvar Aalto (arquitecto en su estudio). 

En el mismo sentido Gaudí predice: «El Templo ha de inspirar el sentimiento de la Divinidad con sus infinitas cualidades y sus infinitos atributos». De hecho, el genial arquitecto reusense buscó que el templo expiatorio de la Sagrada Familia fuera cauce de adoración a Dios. Para ello, su lenta construcción, le permitió meditar pausadamente todos sus hallazgos sobre el sistema estructural final, experimentados anteriormente en obras como el parque Güell o la cripta de la Colonia Güell. Y llegó a la solución arborescente, buscando que los elementos resistentes fueran del todo internos, no externos (sin arbotantes ni contrafuertes). Gaudí evolucionó de un primer proyecto neogótico hacia un estilo personal, orgánico, inspirado en las formas de la naturaleza: «El interior del templo será como un bosque. La decoración de las bóvedas serán hojas, entre las que se verán las aves propias de nuestra tierra. Los pilares de la nave principal serán palmeras; son los árboles de la gloria, del sacrificio y del martirio. Los de las naves laterales serán laureles, árboles de la gloria, de la inteligencia».

En el templo (que unifica las tres tendencias-manifiesto) hay exactamente 36 columnas; más 20 secundarias (en la girola y separando las capillas). Estas tienen forma helicoidal de doble giro (dextrógiro y levógiro), semejante al crecimiento de algunos árboles o arbustos. Gaudí realizó mediante «estática gráfica» el cálculo de la nave principal, que fue presentado por su arquitecto colaborador Domènec Sugrañes i Gras ante la Asociación de Arquitectos de Cataluña, en 1923; adelantándose en más de quince años a los «diseños orgánicos» de Frank Lloyd Wright y Alvar Aalto. ¿Sirviéndoles de inspiración? Cierto o no, la verdad es que ellos también tenían presente que: «La naturaleza es nuestro libro de referencia y de él debemos estudiar y aprender». (Gaudí).

Archivado en
Lo más leído