«Para el Colegio de Taliesin, refugio y lugar de pureza para el creyente, Wright plantea reglas diametralmente monásticas: ‘Es necesario que nuestra vida doméstica sea sencilla: comidas comunitarias, horas fijas para el trabajo, el ocio y el sueño. Cada trabajador dispondrá de su propia habitación para el estudio y el descanso… La Granja y el Jardín se dirigirán de forma que los aprendices puedan participar de las labores, a fin de que una parte sustancial de las necesidades de los miembros provenga de su propio trabajo de la tierra…’ (Autobiografía)».
(‘Frank Lloyd Wright’ / Daniel Treiber)
«¿Fue Antonio Gaudí quien inspiró el concepto de trabajo en grupo a Frank Lloyd Wright?».
Se ha cumplido un siglo (1923-2023) desde que Gaudí realizó, mediante «estática gráfica», el cálculo de la nave principal de la Sagrada Familia, que fue presentado ante la Asociación de Arquitectos de Cataluña por su arquitecto-colaborador Domènec Sugrañes [ver artículo LNC: ‘Gaudí & Wright (dos arquitectos orgánicos)’ (09-03-24)]; el mismo tiempo, cien años, desde que Le Corbusier supo captar lo esencial del diseño moderno en su libro de referencia ‘Hacia una nueva arquitectura’ (1923), y cambió para siempre la forma de construir, con acero y hormigón.
En ese mismo año, el arquitecto americano Frank Lloyd Wright (1867-1959) recibía el triste honor de ver como el Hotel Imperial de Tokio, diseñado y terminado un año antes, en 1922, había resistido el temblor con pocos daños, en el fuerte Terremoto de Kanto que golpeó Japón. El edificio se salvó por la calidad de su diseño, lo innovador de sus soluciones en hormigón y la piedra volcánica. Sin embargo, desconocía que otro terremoto, esta vez económico, el del Crack del 29, daría al traste con su ya larga y prolífica carrera (al morir, a punto de cumplir 90 años, había dejado más de 400 obras), y que daría paso a la Gran Depresión de los años 30.
Una década en las que las obras del Templo de la Sagrada Familia estaban casi paralizadas, y en la que muchos arquitectos de renombre internacional vieron truncadas sus profesiones. El mismo Wright, que vio cómo su maestro Louis H. Sullivan moría de indigencia en 1924, tomó la decisión de retirarse a Taliesin III (1927/28), casa situada a 4 km al sur de la aldea de Spring Green, en Wisconsin, para vivir de la tierra y poner en marcha una «escuela de arquitectura».
Muchos de sus aclamados edificios fueron diseñados allí, que se convirtió en el hogar de Wright por el resto de su vida. La Escuela Taliesin, al transformar su estudio en taller de arquitectura, cambió su vida en 1932. En el «monasterio wrightiano» se obró el milagro. ¡Nadie podía imaginar que Wright, a los 67 años, estaba a punto de resurgir! En los cinco años siguientes, Wright y su esposa Olgivanna invitaron a estudiantes de arquitectura a vivir y trabajar con ellos y sumergirse en la «arquitectura orgánica». Como pocos estudiantes podían pagarse la matrícula, concibió la llamada Hermandad Taliesin, un ensayo entre la vida comunitaria (Kibutz) y la vida monástica.
Volviendo al año 1923, Gaudí –con 71 años– estaba en la plenitud de su obra creativa, rodeado de profesionales con un futuro prometedor. Se podría decir que al igual que Wright, tenía a su alrededor una «escuela de arquitectura». En el ámbito del taller, se rodeó de jóvenes técnicos y arquitectos que siguieron muy de cerca su trabajo cotidiano. Después de la muerte de su «mano derecha», en 1914, el delineante Francesc Berenguer, es de justicia comenzar por quien tomó su relevo. Domènec Sugrañes i Gras (1878/1938), el especialista en cálculo gráfico de estructuras, al ganarse la confianza de Gaudí, fue quien dio la explicación ante la A.A.C. del cálculo del Templo de la Sagrada Familia [ver artículo en LNC: ‘Gaudí & Wright (dos arquitectos orgánicos)’ (09-03-24)], y acabó convertido en el primer arquitecto-director de la construcción, tras la muerte de su gran maestro. Otro arquitecto-colaborador de Gaudí fue Joan Rubió i Bellver (1870/1952), especialista en temas de mecánica estructural. Su participación fue esencial en la construcción de la maqueta funicular (de pesos y cordeles) de la cripta de la Colonia Güell, cuyos resultado de arcos parabólicos aplicaría posteriormente en algunas de sus obras, como la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, en Gijón. El siguiente en la lista es Francesc de Paula i Vidal (1892/1966), que sucedió a Sugrañes en la dirección de las obras de la Sagrada Familia a partir de 1939; trabajando en la recuperación de las maquetas dañadas en la Guerra Civil del 36. Y termino con Josep Maria Jujol (1879 / 1949), arquitecto modernista y excelente acuarelista, que colaboró con Gaudí en el banco recubierto de trencadís (cerámica reciclada) del Park Güell.
La muerte de Gaudí (1926) coincidió con la puesta de moda del estilo clasicista, algo que afectó sobremanera a Wright, hasta el punto de que puede hablarse de un decenio perdido (1924/34), estando de por medio el Crack del 29 y la época de la Gran Depresión. «De no haber sido por el estímulo incansable de Olgivanna (su tercera esposa), la Gran Depresión habría puesto fin para siempre a su trayectoria profesional». En esos fecundos años proyectó la Casa de la Cascada (1936), en Mill Run (Pensilvania); el edificio Johnson Wax (1936) y Taliesin West (1937), en Scottsdale, Arizona, en medio del desierto de Sonora; donde comenzó a pasar los inviernos por problemas de salud. A partir de entonces, los estudiantes dividieron su tiempo entre los retiros de Wright, ubicados en Taliesin West (en invierno) y Taliesin III (en verano).
Si el refugio para Gaudí había sido el taller de las Escuelas Provisionales, Wright prefirió refugiarse en Taliesin West & Taliesin III. ¡Ambos «profetas» eligieron su particular desierto! Mas, todo profeta requiere de al menos «cuatro evangelistas», que recojan su testimonio en vida. Los «cuatro evangelistas» gaudinianos: Josep Francesc Ràfols (1889 /1965) trabajó de delineante, entre 1914 y 1916, en las obras de la Sagrada Familia; y fue el primer biógrafo de Antonio Gaudí (‘Antoni Gaudí’, en 1928). Cèsar Martinell i Brunet (1888/1973), especialista en construcciones agrarias, representa un puente de transmisión intelectual entre la segunda generación de maestros de la ‘Renaixença’ catalana (Antoni Gaudí, Lluís Domènech i Montaner, Josep Puig i Cadafalch) y la generación de la posguerra, y publicó Gaudí: su vida, su teoría, su obra (en 1967). Juan Bergòs Massó (1894/1974) conoció a Antoni Gaudí en el Circol Artistich de Sant Lluch, en 1914, con quien mantuvo una gran amistad, y escribió sobre su maestro ‘Antoni Gaudí, l’home i l’obra’ (en 1954) y ‘Antoni Gaudí, arquitecte genial’ (en 1972). El cuarto sería Joan Bassegoda i Nonell (1930/2012), que ejerció de director de la Real Cátedra Gaudí, cargo que ocupó hasta su jubilación, el año 2000, publicando ‘El gran Gaudí’ (en 1989); posiblemente la monografía más detallada sobre el gran arquitecto catalán.
En cambio, Wright no necesitó de nadie que escribiese «su testamento». Con la visión mesiánica del profeta: en el año 1901 dicta la conferencia ‘Arte y artesanía de la máquina’, en la Sociedad de Artes y Oficios de Chicago (se publicó en 1930); se confiesa en una primera edición de su ‘Autobiografía’ (1932) que fue revisada en 1943; y plasma sus ideas en el libro de referencia titulado ‘El futuro de la arquitectura’ (1953); entre otras muchas publicaciones y conferencias. En sus páginas no deja constancia alguna de que durante el viaje por Europa llegase a conocer a Gaudí en persona. Entre 1909 y 1911 viajó a Londres y Berlín, donde presentó sus trabajos en una exposición de arquitectura y diseño, obteniendo un gran reconocimiento. No obstante, cabe suponer que, por su afinidad con la obra de Gaudí, seguramente acabaría siendo admirador del genio reusense. Gaudí y Wright se han convertidos en dos arquitectos intemporales, capaces de revertir la suerte de la gran mayoría de arquitectos-estrellas que, desde mediados del siglo XX, se creyeron con el derecho a pasar a la posteridad y fracasaron: NEMO PROPHETA IN PATRIA.
Ellos sí lo consiguieron «a juzgar por sus testimonios (de los colaboradores y alumnos), pasar unas pocas horas con él (Wright) –aun en su vejez– era, según parece, una de las experiencias más memorables que podía uno tener en la vida (y otro tanto se podría decir de Gaudí)». Dos genios con la «frente brillante» (significado en gales de Taliesin), que acabaron por ser «profetas en su tierra».