"Este libro es un viaje de regreso a las presencias del origen, a lo que estoy mirando desde que nací. Cada retrato, cada fotografía es una narración, un afluente humano con nombre propio. Un lenguaje de respuestas, los ecos del río Curueño a las miradas que lo habitaron y habitan su corriente y sus márgenes". Con estas palabras explica el escritor —y fotógrafo— de Sopeña, Jesús Díez, su último y reciente libro, ‘El Curueño, donde la luz es memoria’, un viaje literario de regreso a su tierra después de muchos años en Madrid con frecuentes viajes a la orilla de su río. Recoge en sus páginas alrededor de 150 cuidadas fotografías de vecinos de los 33 pueblos que riega el llamado ‘río del olvido’. Se podría decir que 150 testimonios vitales, narradores de su propio filandón, dice Díez, pues "me interesa la fotografía que cuenta, que expresa sentimientos, que dialoga con el pasado vivido, que lo acerca al presente sin falsas verdades. Me reconozco en la corriente de un río del que soy una gota más".
Testimonios que fue recogiendo mientras prepara la imagen, mientras les cuenta qué quiere hacer y qué quiere de ellos. Así escuchó aManuel en Cerulleda decirle: "¿Ves estos cristales ahumados en la cocina de horno? Pues así tengo yo los pulmones. Durante muchos inviernos, en mi garganta, se ha metido la niebla. Cuando el cierzo se mete bajo por el Puerto de Vegarada… ¡No se ve nada y te pierdes! ¡No se ve nada! ¡Hasta el Quijote se pierde!" o a su paisano Rufino recordar que «con seis años, al amanecer, me levantaban".El famoso Valentín, de La Venta de la Zorra, le llevó hasta los tiempos más crueles: "me metieron en la cárcel de San Marcos, tres meses, por haber estado con ‘los rojos’. (...) Vi a muchos compañeros que cogían una rata ¡Que abundaban! Y la asaban en la lumbre y se la comían». Pero, curiosamente hay una especie de denominador común en estas vidas duras, lo cuenta, por ejemplo, Julia la de Tolibia, que comenzó a arar con 9 años, con el pesado arado romano, pues su hermano no podía. Pero no dejó de ir a la escuela cuando podía y practicar en las ‘llábanas’ del Curueño mientras cuidaba el ganado. Y concluye: "Así pasó la vida pero bien pasada, y todo lo que fueron esfuerzos lo doy por válido y bien pasado». Algo que reitera Jesús Díez: "En todas sus vidas hay un valor y una enseñanza que se repite: Todo lo que fueron esfuerzos lo dan por válido, por bien empleado. Por esto mi homenaje a las mujeres y hombres de su generación, gentes trabajadoras de las cuatro estaciones año, que nos lo dieron todo sin pedir nada a cambio".
Son unos pocos ejemplos, unos recuerdos de Jesús Díez que, explica: "Quería fotografiar en cada uno de los 33 pueblos que conforman el Curueño. Fue una tarea ardua pero siempre muy gratificante, didáctica para mí por lo que me enseñaron y me dieron acercándome a sus vidas, a sus labores, a sus razón de existir. Mi planteamiento fue siempre proponer que me gustaría hacerles el retrato con algún elemento y en el espacio que hubiera formado parte de su vida, para plasmarlo en el libro…Todo lo que fue esa cultura rural que ellos fortificaron con sus valores y trabajos duros y que ya ha desaparecido totalmente".
Y así aparecen fotografiados en el libro, en la cocina, entre la leña, con el serrucho, sobre una vieja máquina... "Detrás de cada persona retratada hay una narración, de algunos se podría hacer una novela. Les fotografié, también les escuché narrarme sus vidas, sus afanes, su manera de afrontar momentos muy difíciles que les tocó bregar sin desfallecer".
"Gentes que lo dieron todo sin pedir nada"
Jesús Díez, el poeta de Sopeña, acaba de publicar ‘El Curueño, donde la luz es memoria’, en el que el hilo conductor son casi 150 retratos de otros tantos vecinos de los 33 pueblos del valle del Curueño, con unos breves textos sobre estos "afluentes humanos de mí río"
24/07/2023
Actualizado a
24/07/2023
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