Gonzalo Bayón y Ursicino Sánchez mantienen una amistad que perdura desde que coincidieron por primera vez en las proyecciones que el Cine Club Candilejas de León realizaba a finales de la década de los setenta en el salón de actos del Colegio Menor Jesús Divino Obrero en el barrio de El Ejido. Ha pasado mucho tiempo desde entonces y, aunque su vida profesional ha discurrido por diferentes caminos (Ursicino se dedicó al mundo del audiovisual, mientras que Gonzalo lo hizo al mundo del comercio), nunca han dejado de colaborar en multitud de proyectos, en su mayoría relacionados con el cine. Pero de todos ellos hubo uno singular e irrepetible por el que todavía hoy sienten el orgullo de las cosas que realmente merecen la pena haber vivido, y del que Gonzalo ha querido dejar constancia en un libro titulado ‘La marcha’ (Lobo Sapiens), que esta semana ha sido presentado por los protagonistas de aquella aventura juvenil que les llevó en dos marchas distanciada en el tiempo, la primera acometida durante el verano de 1983 y la segunda en el otoño de 1986, a recorrer a pie buena parte de la provincia de León.
La historia que hay detrás del libro resulta cuando menos curiosa, porque es el resultado de una apuesta que el autor aceptó y ganó al comprometerse en 1987 a escribir en el plazo de un año un libro sobre aquella experiencia que terminaría marcando a ambos de por vida. El manuscrito durmió en un cajón durante más de 35 años y ha sido ahora cuando por fin ha visto la luz.
Le pregunto a Gonzalo si su percepción actual de aquellos hechos es diferente de la que se describe en un libro escrito hace más de tres décadas y si eso le ha llevado a tener que corregir algunos aspectos de la redacción primitiva. «Fundamentalmente no he añadido nada, lo único que hice fue quitar lo que comúnmente llamamos ‘paja’, cosas que no tenían ninguna descripción de la marcha o simples divagaciones que no tenían sentido mantenerlas ahora. Pero lo que es incorporar cosas nuevas o variar los pensamientos que tenía para presentarlos de una manera diferente a como yo los describí en 1987, que es cuando escribí el libro, no lo he hecho. En todo caso, lo único que he corregido son algunas expresiones un poco chirriantes que hoy no proceden».
También me interesa saber por boca de su autor si ‘La marcha’ es un libro sobre la gran riqueza paisajística y humana de la provincia leonesa o si en realidad es más de descubrimiento personal. «En realidad son las dos cosas. La primera sigue siendo muy importante. Ten en cuenta que nosotros éramos unos veinteañeros cuando hicimos aquello, por lo que nuestro conocimiento de la provincia era bastante limitado. Para mí es capital la importancia que tiene recorrer por primera vez la provincia, día tras día y así durante 25 jornadas, descubrir sus paisajes y hablar con la gente. Es como una película en la que los personajes están condicionados por el paisaje, como sucedía siempre en el cine de John Ford», sostiene Gonzalo Bayón, para quien el azar hizo que prendiera en él la idea de conocer la montaña leonesa. «Recuerdo que en 1977, durante una visita a mi hermana en Madrid, cayó en mis manos un mapa de la provincia de León y después de hojearlo me dije que estaría bien hacer una marcha por la montaña. La idea no llegaría a materializarse hasta seis años más tarde, porque entre tanto tuve que hacer el servicio militar y la persona que en principio me iba a acompañar y que tenía cierta experiencia como montañero, José Antonio Herreras Marote, no disponía de tantos días por motivos de trabajo. Ursi, que nos conocíamos de la época del Candilejas, me preguntó un día por aquella idea que tenía de conocer la montaña de León y nos lanzamos a la aventura sin tener ninguno de los dos experiencia como montañeros. Hoy todavía me pregunto cómo fuimos capaces de hacer aquella primera ruta de veinticinco jornadas a pie entre Encinedo y Riaño valiéndonos de un simple mapa y sin conocimiento alguno de los lugares que recorrimos».
Gonzalo Bayón reconoce que de aquella primera marcha ha habido dos aspectos que le marcaron y que ha querido reflejarlos en el libro. «El primero tiene que ver con el propio descubrimiento de la provincia y el cariño que le coges a los lugares que recorrimos entonces. Antes, a la información que me llegaba de la provincia a través de los periódicos no le daba demasiada importancia, pero después de la marcha recuerdo que empecé a interesarme por todo lo que se publicaba en la prensa con relación a la provincia. El segundo es la sensación de aislamiento que no he sentido en ningún lado. En aquella época no existía el senderismo y salvo en Picos de Europa no encontrábamos a nadie por los caminos. Tenía la sensación de estar viviendo otro tipo de vida diferente. Lo que ahora mucha gente busca a miles de kilómetros de distancia para vivir una experiencia diferente, nosotros lo logramos a unos pocos cientos de kilómetros», recuerda Bayón, cuya primera idea era recorrer el norte desde los Ancares hasta Riaño. «Pero Ursi tuvo la idea de salir desde Encinedo, en La Cabrera, atravesar la vía berciana y continuar el trayecto hasta Riaño».
El autor de ‘La marcha’ reconoce que esta primera marcha no tenía nada que ver con la acometida en el otoño de 1986, algo más corta, que les llevó desde Boca de Huérgano hasta el Lago de Sanabria, a muy poca distancia del punto de partida de la primera, por lo que puede decirse que de algún modo cerraron el círculo. «Fueron marchas totalmente diferentes, tanto por el tipo de terreno que pisábamos y las gentes que encontrábamos, como por nuestra propia disposición. La primera fue algo extraordinario, en el más amplio sentido del término. La segunda no, porque esa capacidad de asombro ya no era la misma. Inevitablemente en todo viaje que haces descubres cosas, pero ya no es lo mismo. Nuestro estado de ánimo era diferente», reconoce Gonzalo, que no recuerda bien cuando se planteó la publicación del manuscrito que había permanecido 35 años guardado en un cajón. «Puede que fuera poco después de la pandemia. Lo cierto es que me reuní con Ursi y José María Domínguez del Hoyo, que lleva la revista de la Montaña Oriental, y decidimos publicarlo».
Preguntado por la importancia que aquella experiencia juvenil ha tenido en su vida, Gonzalo reconoce que «nosotros sabíamos que lo que habíamos vivido en la primera marcha era algo fuera de lo común, que se había metido dentro de nosotros y nos iba a acompañar durante el resto de nuestras vidas».