Más tarde se notó que en el Convento de los Agustinos se habían montado algunas ametralladoras, frente a la Casa del Pueblo. Se le comunicó esto al Gobernador; haciendo éste oídos de mercader a cuantas advertencias se le hicieron y continuaron las ametralladoras, servidas por guardias civiles, apuntando hacia la Casa del Pueblo, como negra amenaza para los trabajadores.
A la una de la tarde del día 21 [día 20], como ya se menciona, fue una Comisión a entrevistarse con el Gobernador, para controlar la marche de los acontecimientos, lanzándose una hora más tarde las tropas a la calle a los gritos de ¡Viva España! y ¡Viva la República!
Hay que advertir que en los primeros momentos el pueblo no sabía, ni los guardias de Asalto, ni soldados, el verdadero cariz del movimiento, ni el fin que perseguía. Lo demuestran infinidad de casos curiosos acaecidos durante el alzamiento, y aún después de triunfante. He aquí uno de ellos:
«Hallándose las fuerzas de Asalto en la Plaza de la Libertad, surgieron por la calle de Fernando Merino fuerzas militares que amenazando a los primeros con las armas les intimaron a la rendición al grito de ¡Viva España! Los de Asalto contestaron ¡Viva la República! Y a los pocos momentos, todos unidos daban vivas, lanzándose desde el Hotel Oliden al asalto del Gobierno civil, que estaba instalado detrás del mismo. Simultáneamente comenzaron a funcionar las ametralladoras instaladas en Los Agustinos, asesinando al pueblo impunemente, dirigiendo el fuego contra la Casa del Pueblo. Los compañeros que allí se hallaban huyeron en todas direcciones, sorprendidos por el inesperado ataque, no sin antes quedar muchos allí, segados por la metralla de los asesinos sublevados.
Desde la Casa del Pueblo se observaban perfectamente todos los movimientos que se realizaban en la capital, pudiendo ver los que en ella quedaron encerrados la confusión que reinó durante las primeras horas del movimiento.
Desde muchas casas habitadas por fascistas se hacían frecuentes disparos de pistola sobre los guardias, que, arrimados a las paredes, con el terror reflejado en el rostro, se habían alzado en armas contra el pueblo y en defensa de esos mismos que les disparaban.
La resistencia de los trabajadores fue escasa, pues hay que tener en cuenta que León se había caracterizado siempre por su pasividad ante los hechos sociales que convulsionaran a España en los últimos tiempos, por lo que eran escasísimas las amas entre ellos.
Pasadas varias horas se fue perfilando el verdadero cariz del movimiento militar, que representaba la tiranía y la opresión para todos aquellos que no supeditaban sus energías físicas, morales e intelectuales al servicio del crimen y del terror que imponían los representantes del fascio, cuya traición les hará tristemente célebres en la historia de los pueblos.
He aquí las declaraciones de un testigo presencial:
«El sábado, día 18 de julio de 1936, estaba anunciado un festival para las diez de la noche, en el local de los Sindicatos de la CNT, situado en Fermín Galán, 42, con el fin de recaudar fondos para los compañeros de la Construcción de Madrid, en huelga desde hacía tiempo.
Al dirigirnos al local social varios compañeros de los que actuábamos en el festival, hallamos grupos por las calles comentando las noticias de la Radio, y al pasar frente a un establecimiento oímos al Secretario del Comité Nacional de la CNT y a Largo Caballero exhortando al pueblo a que se lanzara a la calle y estuviera ojo avizor, pues en África y algunas ciudades de la península los fascistas se habían sublevado. Inmediatamente se pusieron al habla las dos Federaciones obreras, acordando estar en constante contacto.
El domingo, día 19, llegó a León una columna asturiana, que permaneció todo el día en la ciudad, partiendo antes del oscurecer hacia Valladolid.
En una reunión habida a las once de la noche, el que suscribe, viendo la forma puramente formularia y aparente en que se había entregado a la columna asturiana el Cuartel del Regimiento de Burgos, y el peligro que amenazaba al marcharse la misma, propuso que se fuera por la tremenda al Gobierno civil, y si el Gobernador civil y el militar, que también estaba, se oponían a entregarnos las armas, suplantarlos violentamente y apoderarnos de las que había en los cuarteles.
Esta proposición fue descartada, por creerla descabellada, por el Comité Ejecutivo de la UGT y varios de los reunidos, ‘legalitarios’.
La noche del 19 al 20 llegaron compañeros huidos de Grajal de Campos (Palencia), diciendo que allí había triunfado el fascismo, comenzando los asesinatos a granel.
La mañana del lunes, día 20, a otra Comisión que se entrevistó con el Gobernador civil, les prometió éste la entrega de armas para las tres de la tarde, por lo que hubo lugar a la confección de unas listas con los nombres de los compañeros que estaban dispuestos a empuñar un arma, las que entregaron al Comité de Enlace.
A las dos de la tarde, estando unos mil hombres en la Casa del Pueblo, empezó el tiroteo. Los soldados y los guardias tomaron el edificio del Gobierno civil, siguiendo por la misma calle hacia la Casa del Pueblo, protegidos por ametralladoras que disparaban desde el convento de los Agustinos, produciéndose gran pánico entre la multitud allí congregada, por la inesperada agresión.
La gente, en sus ansias de huir, salía alocada en todas direcciones, sin hacer caso a las advertencias que se les hacían, cayendo muchos heridos y muertos.
Mientras esto sucedía, varios compañeros que habían salido a la requisa de armas por los pueblos de los alrededores, enterados de lo que pasaba, regresaron, en unión de varios grupos, entrando por el puente de San Marcos, sosteniendo un intenso tiroteo con las fuerzas sublevadas hasta el oscurecer, cuando, agotadas las municiones y explosivos, tuvieron que abando-nar el sitio con dirección a Trobajo de Arriba [o de Suso; del Camino], San Andrés, etc.
Por la parte norte de la capital entraron fuerzas nuestras de Olleros, Matallana y Villablino, llegando, tras un vigoroso ataque con bombas de mano y armas de fuego, a la Avenida del Padre Isla y hasta las proximidades de la Comandancia Militar, obligando a las fuerzas sublevadas a replegarse al interior de la ciudad ante las aterradoras explosiones de la dinamita. Al terminarse los explosivos los nuestros se vieron obligados a replegarse, volviendo los facciosos a ocupar la Comandancia Militar, y, emplazando en ella ametralladoras, otra vez se hicieron dueños de la situación [lo que relata en este párrafo sucedía en la madrugada del 23 de julio al 24].
Todos los compañeros que acudieron a la capital obedecían a un llamamiento hecho desde la Emisora local por el compañero Laurentino Tejerina, más tarde Comandante del Batallón 206 del E. del Norte, inmortalizado en varias acciones heroicas. Puede decirse que León era de los fascistas desde el anochecer, aunque por su parte seguía el tiroteo, pues no se creían dueños de la situación y seguían su táctica alarmista de siempre, disparando al azar para atemorizar al pueblo». (Progreso Díez).
En síntesis, aunque esquemáticamente, queda reflejado el movimiento fascista en la capital, y la actuación indigna del Gobernador civil, ayudando a su triunfo con medidas draconianas y extorsionadoras, que ahogaron, con la fuerza a sus órdenes, las aspiraciones de gran parte del pueblo. Al desastre también coadyuvó la indecisión de los dirigentes, de partidos y organizaciones, atiborrados de ‘legalismo’.
José Cabañas (www.jiminiegos36.com) es autor de ‘Cuando de rompió el mundo. El asalto a la República en la provincia de León. Con una primera parte en 2022 y la segunda en 2023 (Ed. Lobo Sapiens).