Entre las fuentes testimoniales para el conocimiento de lo sucedido en la capital y en la provincia de León en los días del golpe militar de julio de 1936 y los primeros de la guerra que este trae se hallan los relatos de dos izquierdistas que participan en lo que en la ciudad de León acontece en aquellas jornadas, escapando luego de la represión de los sublevados para ponerse a salvo en el territorio leal asturiano-leonés. Fueron ellos el ugetista Luis Gamonal Díaz, natural de San Sebastián y ferroviario en León, y el cenetista Progreso Díez. Evadidos ambos de la Prisión Militar de San Marcos en el invierno de 1936, declara el primero en Gijón lo que aquí vio él mismo entonces y lo que otros le contaron.
El segundo (que figura a finales de 1936 como afiliado en el Sindicato de Oficios Varios de Cármenes, y que pasa después por la Escuela de Oficiales de Gijón, huyendo desde allí a Francia al hundirse el 21 de octubre de 1937 el frente norte para regresar luego a Cataluña y proseguir luchando por la República) nos dejará a su vez dos narraciones: las que firmadas con el pseudónimo “Prometeo” y con los títulos de Cómo los fascistas se apoderaron de la provincia de León y El fascismo en la provincia de León se publican en los números 1 y 2 de julio y agosto de 1938 en la mensual y ácrata Revista Timón. Síntesis de orientación político-social, dirigida por el leonés Diego Abad de Santillán y editada en Barcelona.
Resultando harto difícil encontrar hoy ejemplares de aquella revista libertaria, incluimos el relato aparecido en agosto de 1938 como uno de los Anexos presentes en la Segunda Parte: 'La Guerra', de mi obra 'Cuando se rompió el mundo'. El asalto a la República en la provincia de León, publicada a finales de junio de 2023. El que “Prometeo” firma en julio de aquel año, y el número 1 correspondiente a dicho mes, vino hace bien poco a nuestras manos, y lo transcribimos ahora ínte-gramente, tal cual, y por entregas.
Progreso Díez, recluido en San Marcos hasta que se fuga y alcanza la zona leal, escribía a mediados de 1938 en primera persona de algunas cosas y “de oídas” de otras, y desde la distancia y “de memoria” sobre lo ocurrido en León cuando el golpe de Estado de dos años antes, lo que explicaría sus imprecisiones y errores en varias fechas y nombres. Entre [ ] hemos corregido aquellos y ampliado o matizado algunos datos.
El relato aparecido en agosto de 1938
El 18 de julio, por la noche, las radios lanzaron la noticia de que, en el caso que en algunas provincias fuera declarado el estado de guerra o el de alarma, que el pueblo no hiciera caso, ya que se trataba de alguna intentona aislada de los militares, carente de importancia. Al mismo tiempo las llamadas de los Comités Nacionales de la CNT y UGT recomendaban al proletariado la máxima atención ante los graves momentos que se vivían, aconsejándole se armara para defender la República, que se hallaba en grave peligro, lo mismo que las libertades del pueblo, conquistadas durante siglos a cambio de cruentos sacrificios.
Al escuchar esto, los representantes de los productores fueron al Gobierno civil con el propósito de que el señor Francés [Ortiz de Elguea, Emilio], a la sazón Gobernador civil de la provincia, cumpliera las órdenes que por la radio transmitían y procediese a armar al pueblo urgentemente. Éste contestó con toda clase de evasivas y excusas, prometiendo mucho, prodigando buenas palabras, pero de entregar las armas no entendía, originándose el natural descontento entre los trabajadores. Este descontento se manifestó poco después en un hecho, que el pueblo entero aplaudió por creerlo justo: el, asalto a una armería, efectuado por un grupo de jóvenes libertarios que no estaban dispuestos a ser carne de cañón sin defensa de ninguna clase. Este hecho llevó consigo el que durante una buena parte de la noche se oyeran tiros sueltos en distintos sitios de la población, la mayoría de los cuales partían de las fuerzas de Asalto, que en cada sombra pretendían ver a un enemigo.
Así transcurrió la noche del 18 al 19 sin grandes sobresaltos, a no ser la alarma producida por los disparos de los guardias y algún compañero, alterando la calma de la noche.
El día 19, por la mañana, llegaron a la ciudad varios camiones y u n tren de mineros pro-cedentes de Asturias, los cuales, pletóricos de ideales de humana superación y ansiosos de lucha contra sus seculares enemigos, se lanzaban, engañados por el traidor coronel Aranda, hacia tierras de Castilla, donde ya se sabía que se habían sublevado los militares, siendo en algunos sitios dura e intensa la lucha. Estos compañeros permanecieron en León desde las nueve de la mañana hasta las cuatro de la tarde, tiempo que emplearon para ver si conseguían algunas armas y munición, de lo que venían muy escasos.
Durante varias horas León estuvo perfectamente acordonado, demostrando los asturianos una capacidad y disciplina no esperadas de la incipiente organización de las Milicias del Pueblo, y que causó grata impresión entre todos los escépticos, acostumbrados a oír las patrañas que la burguesía hacía circular sobre nuestra incapacidad y especialmente sobre los heroicos mineros de Asturias a partir de octubre de 1934.
Durante la estancia de los mineros en la capital, las organizaciones sindicales no perdían ocasión de recabar las armas a las autoridades. A tal efecto se agrupó el pueblo en masa ante los edificios donde se cobijaba la autoridad, especialmente ante el del Gobernador civil. Otros, esperaban órdenes ante la Casa del Pueblo. Por parte de las autoridades no faltaron buenas palabras y grandes promesas, las que hacían por temor a la fuerza que los asturianos representaban. Cuando la expedición de mineros partió camino de Valladolid, el Gobernador civil no creyó oportuno seguir engañando al pueblo, presentándose tal cual era ante una nueva Comisión Sindical que a las diez de la noche se entrevistó con él, comunicándoles que las armas se hallaban en el Cuartel de la Guardia civil y bajo su custodia. Y que todas las fuerzas de la capital estaban al lado del Gobierno de la República, lo que no hacían los insurgentes trabajadores. Pero que si intentaban alguna acción para desarmar las fuerzas, o que no estuviera en consonancia con las órdenes que él dictara, estaba dispuesto a sacar a la calle 300 guardias armados para meterlos en “cintura”.
Durante este intervalo habían sido destituidos el capitán que mandaba las fuerzas de Asalto y el general de la Plaza, señor Bos [Bosch] y Bosch, habiéndose hecho cargo de las primeras el teniente Emilio [Fernández Fernández] y el capitán [Juan Rodríguez] Lozano de las segundas [lo último no llegó a suceder].
Después de las últimas declaraciones del Gobernador, los Partidos y organizaciones se hallaban atados de pies y manos y a merced de sus caprichos, sufriendo, por falta de decisión y de visión, la desesperante espera del desarrollo de los acontecimientos. Durante este tiempo llegaron a la capital evadidos de varios sitios de Castilla, los que informaron de las traiciones de que se valían los facciosos para triunfar sobre los trabajadores, comenzando sobre éstos una verdadera orgía de asesinatos donde la sangre del pueblo corría a torrentes, bajo el grito de: ¡Arriba España!, pronunciado por los asesinos.
Hallándose las fuerzas de Asalto situadas en la Plaza de la Libertad y alrededor del Gobierno civil, a las doce del día se les comunicó a las organizaciones y partidos que siguieran ostentando la calma que hasta aquel momento habían conservado, dado que todas las fuerzas que guarnecían la ciudad eran adictas al Frente Popular, estando el señor Francés dispuesto a sofocar por la violencia cualquier conato de rebelión que se suscitara por parte de la reacción.
José Cabañas (www.jiminiegos36.com) es autor de ‘Cuando de rompió el mundo. El asalto a la República en la provincia de León. Con una primera parte en 2022 y la segunda en 2023 (Ed. Lobo Sapiens).