Hamish Fulton

Por Bruno Marcos

Bruno Marcos
04/07/2017
 Actualizado a 06/09/2019
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Cuando los autobuses se detuvieron, tras atravesar los bosques de lentas sabinas centenarias, faltaba poco para que el sol se pusiera. Era un día de primavera perfecto. Casi doscientas personas descendimos por una ladera hasta una carretera de las que se dirigen directamente hacia las aguas del embalse, bajo las cuales está el desaparecido valle de Riaño con sus pueblos.

Entonces el grupo se dividió en dos. Yo me fui con el que se iba hasta la orilla, hasta ese punto donde lo onírico parece volverse real y un mundo pasado y fantasmal se vuelve submarino. Nos dijeron que nos pusiéramos en fila y comenzamos a caminar muy despacio, un grupo hacia el otro. De pronto todo se silenció menos la naturaleza. Las voces se callaron y empezó a sonar el mundo, los pájaros, los vientos. Con dos simples indicaciones se abrió el lugar cerrado. Lentitud, caminar despacio pero sin parar en ningún momento, y en línea, a un metro de distancia, una manera de estar solos en compañía, de compartir la naturaleza y de mantener la pureza de la experiencia, las sensaciones.

Hamish Fulton (Londres, 1946), un artista de importancia internacional, con obra en las colecciones del MoMA de Nueva York, de la Tate londinense o del Pompidou parisino entre otras, es un hombre que camina desde los años sesenta. Para él caminar es el mensaje, caminar es el arte, pero rehúye de la idea de paisaje porque la considera una invención cultural, él habla de la tierra. «Soy un artista que hace caminatas, no un caminante que hace arte». Dice, y casi no nos damos cuenta de cuánto hay en esa frase que parece un juego de palabras. Un artista que en lugar de pintar, esculpir o modelar, camina y, por lo tanto, construye su arte cambiándose al andar.

Luego están los restos, el testimonio de esas caminatas, las fotografías, los murales, huellas de lo que ha ocurrido en los montes o en el llano. Ha recorrido ya la península ibérica en varias direcciones. «¿Por qué caminar? —se interroga él mismo— Caminar es la respuesta».

La idea de paisaje y la de naturaleza y la de caminar se reúnen en torno a la mirada. En realidad este arte que parece de vanguardia es de retaguardia, de rescate, de rescate de nuestra mirada primera, una invitación a reestrenar el mundo, a tener de nuevo unos ojos recientes. Nuestra mirada al paisaje pasó de estar a ras de suelo y sujeta a la velocidad de nuestras piernas a ser, primero, la que obteníamos por la ventanilla del tren en cuyo marco lo cercano se volvía borroso y, luego, la que delimitaba el parabrisas del automóvil que en las autopistas nos devuelve un paisaje genérico, un ‘no lugar’ estandarizado y repetido como los que describiera Marc Augé. Por último el viaje en avión, con la perspectiva aérea de la tierra, nos puso en los ojos un paisaje paralelo desde el cénit, sin horizonte, como un juego de relieves y planos inclinados o, directamente, el vacío del cielo a más de nueve mil metros.

Recuperamos así, con las obras de Fulton, la experiencia de conocer la tierra a pie y pensamos en toda la tradición de caminantes y paseantes, con todas sus variaciones, que insistieron en la misma recomendación de andar. Los filósofos peripátéticos de la antigua Grecia, los peregrinos religiosos, Baudelaire con su ‘flâneur’ por los bulevares parisinos, Rimbaud, que se iba andando de un país a otro, Larra, Walter Benjamin o Pío Baroja con sus traperos, Guy Debord con sus paisajes psicogeográficos y las derivas situacionistas, los artistas del Land Art con sus paseos por el desierto, Robert Smithson por las afueras de Paissac, Kant, Rousseau, Restif de la Bretonne, Thoureauo, Franz Hessel, Robert Walser, Certau y muchos otros que encontraron grandes beneficios al acto de caminar, ya fuera por el campo o por las ciudades.

Deambular mirando…, ya sea el voyeur, el detective aficionado, el mirón, el geólogo, el naturalista, el sociólogo, el etnógrafo, el curioso, el pintor, el fotógrafo, el trapero, el filósofo o el poeta.

Hamish Fulton fue invitado por la Fundación Cerezales Antonino y Cinia a realizar un trabajo en el entorno del territorio en el que está ubicada. El artista hizo un recorrido circular a pie de catorce días, en solitario, vivaqueando, por los Picos de Europa. El resultado de esta caminata es la exposición que se puede ver en la sede de la Fundación, en Cerezales del Condado (León), hasta el 23 de julio, titulada ‘Caminando dentro y fuera del sendero’. A principios de abril, coincidiendo con la inauguración de su exposición y la del nuevo edificio de la institución, realizó dos caminatas colectivas, una en el interior de la sala de exposiciones y otra en la orilla del pantano de Riaño.

Se han editado dos libros sobre el proyecto, uno de ellos un libro de artista, con fotografías y textos de Fulton, y otro una recopilación de ensayos sobre el caminar que incluye las firmas de Olvido García Valdés, María Dolores Garralda, Eduardo Martínez de Pisón, Marifé Santiago Bolaños y Tonia Raquejo, impartiendo esta última un taller el día 8 de julio sobre los aspectos perceptivos y emocionales con los que construimos paisaje al caminar.
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