Si a finales del otoño pasado me quejaba amargamente de la escasa cosecha narrativa reseñable que había ofrecido el año 2023 en Castilla y en León (apenas si me vienen ahora a la memoria las tres novelas finalistas del premio de la Crítica: ‘La sombra de la tierra’, de Elvira Mínguez, que en breve dará pie a una serie televisiva; la prodigiosa ‘El corazón del cíclope’, del recientemente desaparecido José Antonio Abella, premio Ateneo Ciudad de Valladolid; y la originalísima ‘Literatura barata’, de Alejandro Cuevas, que se alzó finalmente con el galardón, por su trama surrealista, su fina ironía y como broche a una brillante trayectoria creativa. Y a estas añadiría ‘En el desván de las caracolas’, que confirmó a Jesús Salviejo como uno de los nombres fundamentales de nuestras Letras), todo lo contrario está sucediendo este año par y simpar, que no deja de dar trabajo y satisfacciones a quienes nos dedicamos a prescribir lecturas que, a nuestro cuestionable entender, se mueven en esa escala que va de lo muy bueno a lo extraordinario.
El mes de enero descorrió el telón con el descubrimiento luminoso de una voz nueva, que ha llegado para quedarse y hacerse fuerte. La bejarana Beatriz Alcaná ganó el premio Ciudad de Salamanca (poco después se haría también con el Celsius) con ‘Teseo en llamas’, una novela perdurable que mezcla la literatura de género gótico y terrorífico con la mejor escritura de corte clásico. Tras ella llegarían otras voces esperanzadoras, como la del burgalés Mateo Martínez Martija (premio Arte Joven, 2024) o la de la vallisoletana Raquel Delgado, junto a las últimas publicaciones de autores de larga trayectoria como Jesús Carazo o José Ángel González Sainz. También nos encontramos gratos regresos, como la arriesgada obra del zamorano José Ángel Barrueco, ‘Los violentos’, o consagraciones aún más definitivas, como la del vallisoletano, de sangre astorgana por el canal materno, Rubén Abella, que entregó a la imprenta la novela intrigante y estructuralmente recomendable ‘Dice la sangre’.
A todos estos nombres habría que sumar el apartado escritor o editorial eminentemente leonés. Eolas colocó en los escaparates primaverales el canto neorrural de Modesto Martín Cebrián, ‘La edad del sueño’, y esa joya literaria que es, sin duda, ‘La rebelión de los nenúfares’, de Susana Barragués, donde se aúnan fantasía y denuncia ecológica para crear una parábola fulgurante. Mr. Griffin lanzó ‘Planeta solitario’, de otra de las voces emergentes que más expectación crean entre los lectores, Ana Flecha Marco. A todas esas novedades hay que añadir ‘Desposesión’, la última novela de esa convincente realidad de la narrativa contemporánea que es Alberto R. Torices, y que mantiene alto el listón colocado por la trascendental ‘Como un perro en la tumba de un cruzado’. Y, cómo no, un espacio devocional merece imprescindiblemente Gregorio Fernández Castañón, ese apóstol de la cultura leonesa, que añadió un nuevo evangelio propio, ‘León, una provincia sorprendente’, a su relevante biblia particular.
Para cerrar el capítulo de las publicaciones alumbradas en el primer semestre de 2024 en nuestra Comunidad, hay que situar en otra dimensión estelar a Juan Manuel de Prada, al que dedicaremos una página exclusiva en breve. Por ahora, avanzaremos que su nueva media novela, ‘Mil ojos esconde la noche (La ciudad sin luz)’, es un monumento literario de 800 páginas, al que faltan otras tantas de una próxima entrega. Si ‘Las máscaras del héroe’ supuso su descubrimiento como autor de tronío, esta novela (cuando se complete la edición pendiente) puede catapultarlo al olimpo de los candidatables al premio Nobel que, desde los tiempos de Camilo José Cela, no se da un garbeo por nuestro país. Por ende, y como no hay dos sin tres, quizás el próximo premio de la Crítica no merezca demasiado debate, salvo que la organización lo excluya de las deliberaciones por abusón.
Pero como la literatura es universal en cuanto a su concepción se refiere y, además, son múltiples los gustos lectores, el otoño arranca en suelo castellano y leonés sembrado de novedades de lo más variado, que harán las delicias de los seguidores de la narrativa breve de Gonzalo Calcedo (‘La chica que leía El viejo y el mar’), de las delicadas historias que ofrece por partida doble Gustavo Martín Garzo en ‘El cuarto de los sombreros’, de las disecciones humanas que caracterizan a Luis Marigómez (‘Vaivén’), de la ya mencionada Beatriz Alcaná, que vuelve con una nueva novela premiada, ‘Un círculo completo’, o de una revelación que dará mucho que hablar y que leer, el debut novelesco del acreditado poeta salmantino Ramón García Mateos, ‘Cuando el mundo se llamaba Cerralbo’.
León no se quedará a la zaga esta temporada de colores ocres y vientos grises: Héctor Escobar apostará en la escudería Eolas por propuestas tan variadas en estilos y temáticas como las que auguran Yolanda Izard –con su novela, de título sugerente, ‘La jaula de los sueños’– o Luis Artigue, que volverá a mostrar su cara más transgresora y vanguardista en ‘Trumpsilvania’; Vicente Muñoz Álvarez reedita, corregida y aumentada, una obra de cine, ‘Películas que erizan la piel’, dedicada a largometrajes que merecen, quizás, más reconocimiento del que recopilaron en su momento; y, posiblemente, el estreno más esperado del mes de octubre lo protagonice la gordonesa Noemí Sabugal que, tras el éxito arrollador de ‘Hijos del carbón’, regresa a las librerías de la mano de Alfaguara para mostrarnos ‘Laberinto mar’, un recorrido por nuestras costas, donde nos hablará de la pesca, del turismo, de leyendas marineras, de migraciones, de viajes que propiciaron descubrimientos, de naufragios o de esa realidad dolosa que supone el narcotráfico. Con esta alquimia de memoria, ensayo y crónica, Noemí vuelve a demostrar su condición de máximo exponente del periodismo literario de calidad que se escribe actualmente en España.
Como ven, por oferta atractiva y variopinta no será. Si creen que los vientos enfurecidos de la otoñada pueden arrastrarlos o que una gripe viral amenaza con acometerlos, hagan acopio de interesantes lecturas, pónganse a buen recaudo, bien hidratados, confortablemente sentados, con luz diáfana y con una mantita que les cubra las piernas y ríanse a mandíbula batiente de huracanes y vendavales. Bienvenidas sean, por tanto, estas hojas que, en lugar de caer de los árboles, son perennes en los libros. Pasen y lean. El otoño literario acaba de empezar.