Viendo a Juárez y Lolo juntos, tantas veces, tienes la impresión de que para ser buen dibujante del ‘chiste’ diario en un periódico de León es imprescindible ser buena persona, mejor que las mejores personas.
Viendo a Juárez y a Lolo juntos, tantas veces, tienes la seguridad de que el mejor camino para hacer humor es la bondad en la mirada, la inocencia en el comportamiento, la credulidad en la vida y en las gentes. Mil veces repetían el comentario, especialmente Juárez, parecido a “tengo que hacer el chiste sobre lo que dijo (pon ahí el político que quieras) y me fastidia porque estuve el otro día con él y es buen paisano, me preguntó por la familia y esas cosas”.
“Pues escribe en una esquina: con mucho cariño”, decía Lolo, que se comía menos la cabeza porque había llegado antes al convencimiento de que todos los aludidos sabían de la bondad de su mirada más cruel, si la tuvieran.
Frente a las leyendas urbanas de los enfrentamientos o las rivalidades entre los dos periódicos de León no había mejor vacuna que acudir a un taller conjunto de Lolo y Juárez, de Juárez y Lolo. Y lo que es mejor, compartir con ellos el viaje hasta el lugar de destino, las conversaciones, las anécdotas… como cuando Lolo despertó en mitad de un largo viaje de regreso a León, se quedó mirando y dijo: “Juárez, este paisaje no es de León”. Y efectivamente, pronto vieron el cartel de “A Benavente, dos kilómetros”.
- ¿Y ahora?
- Bueno, pues ya tenemos el chiste hecho.
Y lo tenían, salió en El Diario de León al día siguiente. Lolo fue haciendo el dibujo “al estilo Juárez” y Juárez rellenó los bocadillos en una parada. Dos hombres iban en un coche. Se veía un cartel en la carretera que decía: “Ávila, ciudad monumental” y el acompañante le decía al conductor:
- Te dije que habías cogido mal el cruce de Michaisa.
- ¿Quién lo habrá hecho?; respondía el otro.
Y Juárez dijo: “Quita lo de quién lo habrá hecho, que igual lo hizo tu jefe… o el mío”.
Están nuevamente juntos. Donde sea. Conduce Lolo que lleva más tiempo allí pues el día que el cuerpo de Lolo era velado en el tanatorio llegó Juárez, con un dolor insoportable en el alma y el cuerpo maltrecho pues acababa de salir, temporalmente, del duro trance de su salud, seguía en la lucha, la batalla que ayer acabó perdiendo, con solo 60 años.
Cuánto dolor ha sembrado en el recuerdo este paisano, también ilustrador, autodidacta, excelente dibujante desde niño y que seguía mirando al mundo con la ingenuidad de los niños y la mirada limpia. Trabajó en El Diario de León media vida, entró a ayudar a Lolo y se quedó allí cuando su amigo se fue a La Crónica. Cada día su tira, sus ilustraciones, su alma blanca, sus talleres con editoriales, con el ILC , casi siempre con Lolo.
Juárez era un profundo creyente. Compartí con el dúo varios talleres en el MSM de Sabero. Viajábamos juntos y un día, al regreso, un tolay del volante (definición de Juárez) primero nos quiso matar y después nos dejó en la cuneta. Asustados. En silencio vimos como Juárez besaba algo y repetía: “Gracias, gracias, nos salvaste la vida”.
- Oye, que el que conducía era yo.
- Y la que nos salvó Ella.
Ella, el objeto que besaba era un escapulario de la Virgen del Camino. A la semana siguiente llegó con otros dos escapularios iguales y nos dio uno a cada uno. Iba a protestar y la mirada de Lolo me fulminó: “Póntelo”. Cada jueves lo poníamos. Juárez iba mucho más tranquilo y el último día de taller, al apearse al regreso, dijo: “¿Ves cómo no nos pasó nada desde que pusimos el escapulario?”.
Imposible no quererte, Juárez. Dale un abrazo a Lolo.