Nos ha dejado Benito González González de Rodanillo. No necesita más títulos: para él, ser de Rodanillo era la mayor honra y orgullo, y aunque falleció en Madrid, reposa ya entre sus paisanos, carreros y vinateros del Alto Bierzo, a los que dedicó su afán de historador, con pasión y con entusiasmo.
Teníamos pendiente una cita en la bodega, que ya no podrá ser: no llegamos a conocernos personalmente, pero me envió su primer libro, Rodanillo, y me pidió el prólogo del segundo, La villa de Losada, que escribí con mucho gusto, y con este motivo charlamos varias veces del pueblo común de nuestros abuelos, bisabuelos y tatarabuelos: Samuel, Arsenio, Francisco, Antonia… las sagas familiares de los González, Pestaña, Cubero, Álvarez, Arias, Vega, Velasco.
Benito nos tenía a todos fichados, y ha recogido el testigo de su trabajo David González, que sigue ensanchando la genealogía y la historia de Rodanillo y de todo el Bierzo Alto, como hizo Benito en sus dos ensayos. Escribí acerca del primer libro: “Si los 346 núcleos de población del Bierzo tuvieran cada uno un libro como el de Benito sobre Rodanillo, tendríamos una inmensa y precisa, y preciosa, wikipedia berciana de 120.000 páginas, una Larousse comarcal, un Espasa medular, una Enciclopedia Británica-berciana, El Bierzo universal y entero compendiado, el sueño de Borges. Harían falta cuatrocientos bercianos que amaran cada cual a su propio pueblo tanto como Benito González González al suyo: Rodanillo”.
Procuro no olvidar mis raíces, pero tenía algo olvidada la raíz de Rodanillo —los abuelos vivían en San Román y en Rimor, de donde guarda la memoria los tesoros de la infancia—; pero le debo a Benito haber tomado conciencia de mi ADN rodanillense, gracias a sus libros y al acicate de sus conversaciones. Sus dos estudios forman parte de mi patrimonio familiar: están en el estante de los libros heredados de mi padre o rescatados del desván de Rimor, o de la cartilla de Aritmética con anotaciones manuscritas del abuelo Samuel.
Todo el pueblo de Rodanillo, pero también Losada y todo el Bierzo Alto, tienen una deuda de gratitud con Benito González, a quien propongo nombrar hijo predilecto. Su trabajo como historiador ha sido una defensa de nuestras señas de identidad: “¡Eh, que somos de Rodanillo!, un respeto a los tatarabuelos, estamos aquí desde el año 1085, o antes”.
Concluyo con las palabras que dediqué a Benito en 2010, a propósito de su primer libro: Nunca he tenido vergüenza de decir que soy de pueblo; al contrario, presumo de ser de pueblo; pero ahora, leyendo las páginas de Rodanillo, más que presumir, voy a colocar en mi escudo heráldico una rueda de carro con doce rayos de madera de fresno o de encina, la esquilina que repica en el campanario de Rodanillo y un pendón adamascado de siete paños bordados de rojo carmesí, con una orla que diga: “soy de Rodanillo”. Que no hay pueblo que sea patria chica, sino inmensa: patria y matria cuyo estudio y conocimiento ensancha las luminosas estancias de la dignidad y de la memoria.
Gracias, Benito González González: que un carro alado, tallado por las manos artesanas de tu abuelo Nemesio y de mi abuelo Samuel, te lleve cada tarde cantando el buje por La Barda y La Corona, la Buzona, la Cárcaba, la Chana, Lidanos, Fontán, Ferrao, Garabitos, las Lleras, el Mayolón, los trigales de Platacida, el Pasto del Burro, los Quiñones, la dehesa de Valdelagares y por los castaños de las Vallinas. Por tu Rodanillo, que tanto amabas.
In memoriam: Benito González, de Rodanillo
Autor de los libros 'Rodanillo' y 'La villa de Losada' su mejor título y el que le da apellido, es el de ser de la pedanía berciana, a la que dedicó sus desvelos literarios
11/07/2019
Actualizado a
18/09/2019
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