Debe ser Rufo Prieto Monge, Don Rufo, el primer sacerdote que pasa por esta galería de inolvidables; seguramente un homenaje a quien también podría ocupar este espacio, el entrañable Antonio Trobajo —habitual colaborador de La Nueva Crónica—quien cada vez que le preguntaba por un cura que fuera un personaje siempre respondía: «Rufo, de Besande, y cura en Tejerina. Te encantará hablar con quienes le conocieron».
- ¿Qué hacía?
- De todo, hasta de cura;decía su socarrón colega, que había nacido en Puente de Alba, ejerció en varios pueblos de la comarca de Gordón y también en Tejerina. Y ahí es donde escuchó mil historias de quien le había precedido en el cargo.
Pero prefería Trobajo que las escuchara de boca de sus feligreses y solo daba una pista, cargada de ironía, como siempre: «Dicen allí que hasta el cura hace relojes y de los mil oficios de Rufo el de relojero fue el más destacado. Ah, y pregunta por el milagro».
Sobre las mismas pistas incide Alfredo Fernández Blanco cuando escribe en el grupo de Facebook de Valderrueda: «En el pueblo limítrofe de Besande ejercía su apostolado y maestría eclesial Don Rufo, un cura que lo mismo arreglaba un reloj, el armonio, las campanas o construía un muro de piedra que no lo tiraba ni una bomba americana . Además, se le daba bien la música y cantaba igual o mejor que Gardel o Joselito».
En la Navidad de 2022 fue Tejerina protagonista de uno de los reportajes sobre cómo se celebraban estas fechas en pequeños pueblos de la provincia. Estaban en el pueblo 17 habitantes que la mayoría de ellos se reunieron el teleclub del pueblo, que atiende Mari Celi, quien nos remite a Silverio, también presente, y otros vecinos como Óscar, Fermín, Álvaro o Gorio, que aunque es de Prioro se casó en Tejerina y ya lleva allí un buen número de años.
- ¿Qué sabéis de don Rufo, el cura?
- De primera mano poco, que ya hace mucho que murió (nació en 1900, siempre decía que iba con el siglo), pero de escuchar historias en nuestras casas mucho, yo creo que es de quien más se hablaba del pueblo;reconocía Mari Celi.
- ¿Y el milagro que se le atribuye?
Rieron varios. Y lo explicaron. «Bueno, milagro, milagro... se le atribuye pero no está tan claro. Como era hombre de muchos oficios, también el de albañil, había restaurado el campanario y la gente de agradecimiento a una de las campanas le llamaba siempre la campana de Don Rufo. Cuando ya no era cura aquí se celebraron en la iglesia unas bodas de oro y para recibir la llegada de los novios se tocaron las campanas a fiesta, y la de Don Rufo salió volando, rebotó en el tejado y cayó al suelo. Había mucha gente pero no hirió a nadie, por lo que muchos hablaron de que era un milagro de don Rufo... habrá quien lo cree, habrá quien no, pero no se si en el Vaticano lo darían por bueno;razona Gorio.
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Ya vamos por dos oficios. Cura y albañil, pero los vecinos hablan de muchos más de este cura incansable.
El escritor David Fernández Villarroel, divulgador de todo lo referente a aquella montaña, ha recogido una documentada biografía de Don Rufo, que publicó en la Revista Comarcal Montaña de Riaño, contando con informantes muy cercanos al sacerdote, como Ángel Casado (que le cedió a su vez las fotos), Telmo Díez, Imelda y María Villarroel, y Celso y Domingo Escanciano.
Comienza confirmando su nacimiento con el siglo y recordando la fama de algunos maestros de la Montaña:«Rufo Prieto Monge nació en Besande el día 14 de septiembre de 1900 , y fue el segundo de los cinco hijos de Pío y Juana, que, como todas las familias de esta montaña, trabajaban la tierra y guardaban algún ganado. Asistió de niño a la escuela del pueblo, hasta que la buena fama de un maestro que había por entonces en Pedrosa del Rey determinó a los padres a enviarle con él. A los doce años ingresó en el Seminario de León...».
Fue un buen estudiante, cantó misa en 1926 y le pinaron el mayo sus paisanos de Besande, para irse a su primer destino:Caín. A los dos años se fue a Barniedo, donde estuvo 14 años, hasta que en 1942 llegó a Tejerina.
En Barniedo también dejó constancia de sus ‘buenos oficios’ y generosidad, como cuenta Villarroel: «En Barniedo, pavimentó las calles con piedra caliza, tarea que se llevó a cabo con la colaboración del vecindario y la ayuda de una apisonadora que él consiguió de Obras Públicas. Para el trazado, realizado bajo su dirección, se basó en las ordenanzas y medidas que existían desde hacía mucho tiempo. La dinamita para extraer la piedra caliza la sufragó de su bolsillo».
No extraña por ello que en 1942 una comisión de vecinos se reuniera con el obispo para tratar de evitar su traslado... pero el obispo no cedió y don Rufo desembarcó en Tejerina.
De su condición de experto artesano relojero daban cuenta sus vecinos que todavía conservan en sus casas alguno de aquellos despertadores en cuya esfera se podía leer el nombre de Rufo Prieto y su localización en Tejerina. Así lo describe Fernández Villarroel: «Los relojes fueron acaso una de sus mayores aficiones, y en la que alcanzó mayor destreza, llegando a componer él mismo, artesanalmente, algunas piezas. Se quedaba trabajando en la cocina, donde tenía dos bancos, el de carpintería y el de relojería, junto a la lumbre en invierno, y alumbrándose con un candil, hasta altas horas de la noche.
Tenía, en suma, aptitudes innatas para todo lo que fueran máquinas y aparatos eléctricos, y fue asimismo un pionero de la fotografía, que él mismo revelaba en casa: muchas de las que hizo en Tejerina a las familias para cobrar el subsidio se conservan todavía». Todo ello envuelto en la nube de empedernido fumador de tabaco de picadura que siempre fue.
Quedan en el tintero muchas historias y anécdotas, es inabarcable en un reportaje una vida tan intensa como la de don Rufo, que era un hombre de carácter, como demostró cuando los de Prioro no querían dejar la leña de los vecinos de Tejerina y no dudó en coger la escopeta para que entraran en razón. Pero lo más injusto sería olvidar su paciencia, incluso confesando, y, sobre todo, su tremenda generosidad, la que velará siempre porque su figura sea inolvidable para toda una comarca.