Los inolvidables: Ya no podrás pitar a Gonzalo en el cruce de Horcadas

Gonzalo, Gonzalín... el mozo del cruce de Horcadas, el amigo de todo el mundo, la sonrisa eterna y bondadosa, aquel bailarín en todas las romerías... inolvidable

07/07/2024
 Actualizado a 07/07/2024
Gonzalo Valbuena era feliz en el cruce de la carretera de Horcadas y Riaño cuando los coches le saludaban al pasar. | MAURICIO PEÑA
Gonzalo Valbuena era feliz en el cruce de la carretera de Horcadas y Riaño cuando los coches le saludaban al pasar. | MAURICIO PEÑA

Hay palabras que las utilizamos en exceso, por aproximación muchas veces; y, sin embargo, responden con la exactitud del anillo en un dedo medido al milímetro. Pero se sabe bien cuando la palabra es exacta. Hay una utilizada en exceso, «un tipo entrañable» pero cuando se va un personaje como Gonzalo Valbuena sabemos que estaba hecha para él, para su forma de ser y estar, para su forma de vivir, para sellar su eterna sonrisa bondadosa. 

Todos los Gonzalo que puedas recordar son igual de buenos y entrañables: el que bailaba hasta el final de la orquesta en cualquiera de las romerías de la comarca y no se conoce moza que le haya negado un baile, el que arbitraba los torneos de fútbol veraniego en Horcadas, el que siempre te devolvía una sonrisa de regalo, el que se disfrazaba para cualquier celebración, el que después de sufrir el achaque de salud subía desde Horcadas hasta el cruce de la carretera de Riaño y allí sentado respondía a todos los coches que pasaban y pitaban: «Me conoce todo el mundo y me saluda», era su mayor orgullo.  Hasta se llegó a crear un grupo de Facebook —en los inicios de esta red social— que se llamaba ‘Yo también pito a Gonzalo el de Horcadas’.

Hizo furor aquel grupo. Nadie pasaba sin pitar a Gonzalo y el lema sirvió años después como lema de un homenaje de sus vecinos, cuando le pusieron su nombre al área deportiva y de recreo del pueblo —por su 90 cumpleaños, creo— que presidía una gran pancarta: «Yo también quiero a Gonzalo de Horcadas».

También era entrañable el Gonzalo que ayudaba en casa a la hierba o las faenas agrícolas, y el que después de su problema de salud llegó a la residencia de mayores de Mansilla y se ganó a sus trabajadoras, con Mar de ‘matriarca’, todas querían verle pasar las horas haciendo dibujos, ver su sonrisa cuando salía a recorrer el mercado los días que se ponía en su plaza. 

Todos han expresado la tristeza de su adiós a los 95 años, en silencio, pero todos lo han hecho asimismo con una sonrisa. No se le puede recordar de otra manera, a él no le gustaría nada. 

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