Una noche de otoño que bien podía ser de invierno, con lluvia que casi quería ser nieve en la noche que dura una hora más, un pueblo con todas las luces apagadas, la luz tenue de un bar en el que realizan lecturas propias de la Noche de Ánimas...mucho silencio, sobrecogedor,y extraños seres que recorren las calles del lugar vestidos demortajas blancas... la güeste.
Con esta puesta en escena y la complicidad de una noche oscura Villalfeide apostaba un año más, y van seis, por celebrar la Noche de Ánimas y, con ello, renovar sus votos de espacio libre de halloween. Villalfeide apostaba un año más por las tradiciones propias, como también había hecho tan solo hace unos días en las fiestas de San Froilán, como hará nuevamente en el carnaval alejándose de la ‘estética Río de Janeiro’ para volver a tomar las calles con sus ‘caretos’, que antes han realizado en los talleres pensados para reivindicar y recuperar el viejo disfraz del pueblo, del lugar de Villalfeide, que decían los clásicos.
El momento más sobrecogedor y esperado llega con la noche bien entrada, es cuando la güeste toma las calles sin luz (el bueno del electricista tuvo que levantarse de la cama, enfermo, a quitarla) y los literatos invitados van tomando la palabra en diversos puntos del recorrido (agradecerían un micro en sucesivas ediciones). Eran este año Víctor M. Díez, Pedro Trapiello y Antonio Manilla, que dieron variedad a sus intervenciones apostando por la dramaturgia, la poesía y una historia a medio camino entre leyenda y la comedia respectivamente.
Ordenó Víctor M. Díez que se detuvieran, con voces y pitos, renegó de su presencia y hasta les declamó un Poema del gran Edgar Allan Poe que les alejaba del lugar y sus intenciones.
"¿Pero qué esto que yo veo? Deteneos, si sois vivos, o pasad de largo si sois muertos, porque vivo me parece quien os guía pero la naturaleza calla como si se hubiera detenido el tiempo", les increpó Antonio Manilla, quien reconocía dudar de su naturaleza viva o muerta, de su presencia real o soñada, de si al día siguiente le tomarían en serio cuando relatara lo visto. Una situación que, como es su condición, convirtió en poesía: "Noche, nadie te ve. Eres ausencia. / sombra y memoria, nada. Cuando llega tu hora / —calmo sendero donde el caminante / es su propio destino, el fango y el perfume / de manzanos que aroma las veredas— / despojos del pasado en larga hilera / salen a recibirnos en el umbral de olvido / que no atraviesa nunca lo que amamos...".
Un poema que cerraba con una imagen de la noche que estaban viviendo: "Del rastro de su paso quedan huellas / en las cenizas frías de la noche". Mientras la comitiva se iba perdiendo en la oscuridad de una noche realmente negra que les invitaban a abandonar: "Pasad e iros. Id con vuestro río de fuego, con vuestras súplicas mendicantes y engañosas a buscar almas a otra parte Muy lejos de aquí. Sin perder más tiempo. Luego nosotros, los de a este lado dela muerte , si así lo hacéis, comeremos unas castañas asadas por vosotros: los perdones de las ánimas". Y cerró Manilla su invitación a que se fueran de manera contundente: "Iros, iros ya. Polvoreda adelante. ¡Oxe, ox, ox!".
Y se fueron difuminando sus sombras blancas en la noche, camino del Polvoreda u otros destinos. Y los asistentes cumplieron con lo esperado, las castañas asadas, las sopas de ajo, la conversación, el filandón, la noche en los pueblos de la montaña alrededor de un fuego que también es luz y, por ello, aleja esta procesión de almas en pena que, pese a ello, volverán a rondar Villalfeide de hoy en un año, regresarán de su exilio en Polvoreda a luchar cuerpo a cuerpo con otros poetas y gentes que les atacarán con palabras.
"¡Iros, iros ya! Polvoreda adelante. ¡Oxe, ox, ox!", tronó en Villalfeide
La noche de ánimas y su séquito de almas en pena volvió a tomar las calles sin luz de Villalfeide por sexto año. La güeste escuchó las palabras de Pedro Trapiello, Víctor M. Díez y Antonio Manilla que les invitaban a pasar de largo o, mejor, irse
01/11/2022
Actualizado a
01/11/2022
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