El programa magacín más escuchado de la radio española durante el fin de semana, ‘A vivir que son dos días’ de la Cadena SER conducido por Javier del Pino, se emite este sábado desde el Palacio de Exposiciones de León con apertura de puertas a las 08:30 horas.
–¿Tiene la misma sensación los miércoles que la mayoría sentimos los lunes cuando tenemos que incorporarnos al puesto de trabajo después de un corto fin de semana en el que usted ha estado trabajando?
–Absolutamente. Además, reclamo los mismos derechos por los que hemos luchado en todo este tiempo. Nuestros días libres son los lunes y martes, con lo cual cuando tenemos que hacer algo esos días decimos: es que el lunes es mi sábado, es que el martes es mi domingo, porque vamos un poco a contrapelo de la gente. Lo que pasa –y tu también lo sabes porque eres periodista– es que hacer un periódico significa trabajar los siete días y hacer un programa de radio otro tanto, sobre todo nosotros que trabajamos con mucha antelación, con mucha preparación de contenidos, tenemos muchas cosas en marcha que obviamente no podemos parar porque sea lunes o martes. El programa requiere trabajar constantemente y estar encima de los temas.
–¿Cambian mucho los preparativos cuando ‘A vivir que son dos días’ sale del estudio de Gran Vía para viajar a otra ciudad, como por ejemplo va a suceder este sábado a León?
–Cambia mucho y si quieres te explicó por qué. Al principio no me gustaba mucho hacer programas fuera del estudio, primero porque el estudio es mi hábitat natural, estoy muy confortable rodeado de mis productores, periodistas y técnicos, y con mi luz roja delante. También me incomodaba radiofónicamente porque yo veía –y creo que todavía algunas personas lo hacen– que era hacer el mismo programa en lugar de en un estudio en un escenario. Y eso me parecía injusto para la audiencia que estaba allí e injusto para los oyentes que nos estaban escuchando. Había que buscar un término medio. Primero no aburrir a la gente que no está viendo el programa en directo, pero segundo también intentar sacar algo de partida al lugar en el que estamos. Entonces, cuando vamos a hacer un programa fuera vamos con un espíritu un poco aventurero, con un espíritu explorador. Intentamos aprender cosas que no sabemos de ese lugar con el fin de reconvertirlas en contenidos para el programa. Es muy distinto porque también trabajamos a largo plazo. Por ejemplo, para el programa de este sábado, Juan José Millás se pasó un día entero siguiendo el curso de un río para entender el recorrido del agua. Y eso es un trabajo de campo que tenemos que hacer con mucha antelación para poder recrearlo allí en directo sobre el escenario.
–¿Por cierto, qué vínculos personales o profesionales tiene con León más allá del comentario de algunas noticias de ámbito local que se realizan en una de las secciones del programa o del debate sobre la pretendida autonomía leonesa que también se ha abordado y del que no sé si tiene ya una opinión formada?
–No recuerdo si de niño pude ir alguna vez con mis padres, pero de adulto no he estado nunca. Pero sí tengo muy buenos amigos que son de allí, entre ellos el director general de esta emisora, Daniel Gavela, y también una vieja gloria del periodismo, Magín Revillo, que fue corresponsal en Washington y convivimos durante mucho tiempo. Sobre la autonomía leonesa vamos a indagar este sábado porque yo diría que todavía hay mucha gente fuera de León que no sabe que esto está pasando. Me parece muy interesante que la gente sepa que esto está pasando y que saque ciertas enseñanzas sobre una propuesta de este tipo. A mí me parece que todo lo que sea dialogar es bienvenido.Todo lo que sea corregir errores que se hayan podido cometer también es bienvenido. Yo no puedo mostrar una posición al respecto, pero lo que sí tengo es mucho interés por saber lo que opinan cada una de las partes.
– No sé si cuando era oyente de radio, antes de trabajar en el medio, era un oyente fiel de una cadena o buscaba la pluralidad informativa.
–Cuando estaba en la facultad no era un ávido consumidor de radio. Era más consumidor de prensa y de hecho la radio no estaba en mi radar. Hasta el punto de que cuando llegué a la SER para hacer las pruebas para ser becario de verano, que es como entramos todos en esta emisora, recuerdo que me hacían preguntas sobre los presentadores de la Cadena SER de esa época y yo no conocía a ninguno. A mí me preguntaban por Manuel Campo Vidal y yo no sabía que presentaba Hora 25. La radio me era muy ajena pero la radio me enganchó de una manera brutal. Y fue entrar en la radio y convertirme en un hombre de la SER. Antes de entrar a trabajar en la radio solía oír los sucedáneos de la vida moderna de esa época, como por ejemplo Gomaespuma en Antena 3. Había una emisora pirata en Madrid que se llamaba Radicadena del Vátera la que estaba enganchadísimo. Yo no consumía información en la radio, la consumía en la prensa. La verdad es que los tiempos han cambiado, por supuesto.
– ¿Cree que la fidelidad que había a una emisora de radio en la década de los setenta, por ejemplo, era más sentimental y en la actualidad tiene un mayor componente ideológico?
–Sí, creo que lo has expresado perfectamente. Pienso que uno es de la Cadena SER igual que es del Atlético de Madrid. Escuchamos la radio como quien se mete en una trinchera y no sale de ella. El oyente de la SER tiene una inercia a aceptar lo que la SER pone porque confía en ella. La SER es una marca y la marca también está cargada de ideología, por qué no lo vamos a aceptar. No me parece mal. Defendemos unos principios, no solo una manera de hacer radio. Y está bien que todos los que trabajamos en esta cadena tengamos esos mismos principios que tienen que ver con la defensa de valores y de derechos fundamentales. Que un oyente de la SER se pase a otra emisora es como imaginar que un militante del PP alguna vez votará al PSOE.
–Una de mis manías como oyente de la SER es no poner cara a algunos de los comunicadores con los que más me he identificado, entre ellos Javier del Pino, hasta que me he visto obligado a hacerlo por motivos profesionales, como esta entrevista. Me consta que a usted no le gustan las cámaras en un estudio de radio.
–Yo creo que a veces se nos olvida que nosotros hacemos una cosa bien, que es radio, y a veces se nos pide que hagamos más cosas de las que sabemos hacer. A mí esto de poner retransmisiones de vídeo desde el estudio me parece que es como querer hacer televisión cuando lo que hacemos bien es radio. Luego, además, ocurre una cosa. La radio tiene una potencia sobre el receptor que no la tiene ningún otro medio. Tú escribes en un periódico y seguramente la gente lee la noticia sin fijarse que la has escrito tú. La gente ve una crónica en televisión y muchas veces en lugar de fijarse en el corresponsal o en el reportero de cuenta se fija en lo que hay a su alrededor, porque es una imagen y la imagen es muy potente. Pero es que la radio es la voz y no hay más. Entonces el oyente se fija en tu voz, te cree, genera una especie de vínculo secreto contigo a través del cual confía en lo que tú le estás contando. Por eso creo que la transmisión de información a través de la radio tiene la mayor repercusión sobre la mente de un receptor. No tengo ninguna duda.
– De Javier del Pino se conoce sobre todo su etapa de corresponsal en Washington y su periodo al frente de ‘A vivir que son dos días’, pero no tanto su paso por Hora 14, Hora 20 o por Hora 25 junto a Carlos Llamas. ¿De aquel modelo de informativo, qué ha quedado, si ha quedado algo?
– Sí, y yo creo que es un problema porque había que haberse replanteado ya la manera en que se hacen los informativos. Ahora mismo se parecen mucho a los que hacíamos hace 25 años. Pienso que los informativos –me refiero a todos no solo a los nuestros– han caído en el vicio de ocuparse de lo que ya está ahí en lugar de buscar las cosas que no están ahí. Es sencillo hacer un informativo cuando tú recopilas lo que el día te ofrece. Es más complicado hacer un informativo cuando tú tienes que generar contenido para ofrecérselo al oyente. ¿A qué nos ha conducido esto? Pues nos ha conducido a que los informativos sean fundamentalmente una retransmisión de la política, del mismo modo que los programas de deportes son una retransmisión del fútbol y queda muy poco espacio para todo lo que no sea fútbol. A mí me parece que habría que empezar de cero, enfrentarse a un folio en blanco y pensar cómo queremos que sean los informativos del futuro, porque los de hoy son los mismos de hace 25 años.
–No obstante, Carlos Llamas sí que intentó, y pienso que lo logró, imprimir un sello personal al informativo Hora 25.
–Carlos tenía unos elementos que yo creo que eran únicos y siguen siendo únicos. Primero es que él no entendía por qué estaba allí. Él tenía siempre un concepto autodestructivo de sí mismo. Pensaba que había caído por ciertas confabulaciones del destino en la dirección de Hora 25 , pero que era un lugar en el que él no tenía que estar. Él tenía que estar en su barrio de Canillejas o trabajando en otras cosas. Eso le proporcionaba una visión muy escéptica de todo lo que hacía. Todo lo que veía a su alrededor lo veía a través del prisma de alguien que no se considera tan importante. Yo creo que es uno de los grandes errores de los informativos actuales, que es pensar que somos importantes. Si tú te pones en un lugar mucho más humilde e intentas entender la información al mismo tiempo que el oyente, situándote en su mismo plano, vas a generar una empatía. Y esa empatía la hemos perdido, quitando Carlos que era magnífico, porque le estaba diciendo al oyente: yo soy uno de los vuestros, yo soy como vosotros. Y a eso encima le añadía un sarcasmo de barrio periférico madrileño que te ayudaba no solo a entender lo que te estaba contando sino a divertirte con lo que te estaba contando. Estuvimos siete u ocho años trabajando codo con codo y creo que parte de mi concepto escéptico sobre el periodismo se lo debo a él.
– La noticia de esta semana que ha copado los informativos de todo el mundo es la muerte de Kobe Bryant. ¿Llegó a conocerlo durante su etapa de corresponsal en EEUU?
– Vi varios partidos que jugó y de vez en cuando hacía cosas para deportes. De hecho alguien me mandó este martes un larguísimo reportaje que yo publiqué en el año 2003 sobre Kobe Bryant en El País. Y releyendo ese reportaje recordaba mucho de lo que yo conté entonces. Kobe Bryant tenía una personalidad complejaporque consiguió pasar a la historia como un chico bueno pero en realidad tenía un lado oscuro que tenía que ver con su trato con las mujeres y que estuvo a punto de llevarlo a la cárcel porque tuvo encima de su cabeza una demanda por violación de una mujer. Sí me gustaba hacer cosas que se salían de lo común. Igual que me gustaba cubrir de repente el estreno de Pau Gasol jugando contra Michael Jordan me gustaba cubrir la alfombra roja de los Oscar, cuando también me tocaba. Yo creo que fueron una serie de experiencias que a cualquiera le gustaría vivir como periodista.
–El serial ‘Vidas enterradas’ ha tenido incluso una versión teatral que aquí en León se estrenó el pasado año por parte de cuatro compañías. ¿Qué le parece que haya llegado a trascender el marco radiofónico?
–Cuando el director Santiago Sánchez se acercó a nosotros para plantearnos esa posibilidad a mí me produjo cierto misterio. Tenía cierto interés por ver cómo esto se podía llevar a un formato diferente como es el de la seudoficción. Teníamos también ciertas reticencias porque el material deja de ser tuyo y lo pones en manos de alguien, y aunque estábamos muy encima y queríamos que nuestra marca no se viera salpicada por nada negativo, tengo que decir que el resultado ha sido fantástico. Ha sabido hacer un montaje tremendamente original que llega perfectamente a los espectadores que van a verlo. Me parece que es un flirteo con un mundo totalmente distinto al nuestro, como es el teatro, y que puede tener un futuro interesante.
– En ‘A vivir que son dos días’ utiliza dos sintonías diferentes para las emisiones del sábado y del domingo. ¿Es una manera de ilustrar la diferencia de contenidos de ambos días?
– El programa está perfectamente diseñado además para que los contenidos vayan de lo más complicado hacia lo más sencillo, al tiempo que acompañan al oyente en su sábado por la mañana y en su domingo por la mañana. Y son días muy diferentes. Los sábados son días de euforia, donde te levantas sabiendo que te queda todo el fin de semana por delante. Los domingos son días de mayor meditación y de mayor tranquilidad, y los contertulios también se ajustan a eso. Todo está pensado siempre teniendo en la cabeza a la persona que está al otro lado de la radio. Nunca pensamos en nosotros, pensamos en ellos.
– De verdad que me encanta la sección musical de los sábados con Rafa Panadero. Y sobre todo la intervención de su ‘amigo secreto’, con esa manera tan cálida y sensual que tiene de contar sus experiencias con algunos de los grandes de la música.
–No puedo decir quién es, para eso es mi amigo secreto, pero tiene un poder de comunicación tremendo. Y luego aparte –seamos realistas– el programa tiene dos espinas dorsales, una es la información y otra es la música, que está empleada para emocionar, para subrayar, para ilusionar...
– En la tertulia de humoristas gráficos va a participar Lolo, que se encarga de la viñeta diaria en La Nueva Crónica. ¿Conoce su trabajo?
– Me estoy poniendo un poco al día con todo. No leo La Nueva Crónica en Madrid, aunque me encantaría si me regalarais una suscripción gratuita. Tengo ganas de conocerlo y además estoy seguro que hará buenas migas con Peridis y con Julio Rey, que son los más veteranos de la tertulia.
–Lleva casi ocho años al frente de ‘A vivir que son dos días’. No sé si con ganas de continuar o se plantea ya la posibilidad de explorar nuevos territorios.
–Esta es una buena pregunta que, aunque te sorprenda, no me hacen a menudo. Yo creo que la gente piensa que cuando uno coge un programa de radio no lo suelta ni aunque le echen agua hirviendo. Y no es mi caso. Yo creo que todo en la vida tiene un recorrido y desde luego te puedo decir con toda seguridad y sin temor a equivocarme que me quedan muchos menos años haciendo este programa que los años que llevo haciéndolo. ¿Cuando puede llegar el final? Yo creo que más pronto que tarde, por razones de sentido común y de revelación. Lo que pasa es que esto depende de muchos factores y ahora mismo no sabría decirte. Pero sí, hay una sensación de que las cosas tienen un recorrido y yo siempre he sido partidario de que al oyente hay que sorprenderle.
– ¿Pero sería siempre dentro de la casa que le vio nacer como profesional de la comunicación?
– El mundo es amplio. Si me dicen hace diez años que yo iba a estar subido a un escenario en el Palacio de Exposiciones deLeón habría dicho que es imposible. Soy incapaz de decir dónde estaré dentro de cinco años. Imposible.
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30/01/2020
Actualizado a
31/01/2020
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