A la obra de Amable Arias, artista, pintor, escritor y poeta, hay que añadirle su biografía para entenderla mejor. Su abandono de la escuela a los nueve años y su esforzado aprendizaje autodidacta, el dolor físico, las secuelas, el maltrato y la pobreza, junto a su incansable actividad creadora, componen un relato estremecedor y fascinante que late junto a una extensión inacabable de dibujos menguantes que parecen alejarse, en la perspectiva blanca del papel, a medida que se hacen más diminutos.
Esos dibujos magnéticos y mínimos que nos ha dejado, seguramente, vienen de esa vida en la que su aparición tuvo, probablemente, un poder salvador.
– Amable a raíz del accidente que sufre jugando entre los vagones de tren de la estación de Bembibre queda apartado de todo, sin escolarizar, convaleciente, ¿qué se sabe de esos años?
– Es un tiempo de gran dificultad en el que, hasta los 14 años, es sometido a catorce intervenciones quirúrgicas y pasa recluido en diferentes clínicas largos periodos de convalecencia. Todo ello en un contexto de guerra y posguerra con unas grandes dificultades económicas y ante la indiferencia de un padre más preocupado de medrar en el nuevo orden social y político que en la salud de su hijo. Para Amable este periodo fue una traumática ruptura con el universo de la calle y los amigos, que eran el antídoto emocional ante el asfixiante y hostil ambiente que su padre generaba en el seno del hogar familiar. Esa búsqueda de la infancia como paraíso perdido fue una constante en el Amable adulto y precisamente en esta práctica es donde se focaliza el título del proyecto expositivo que ahora nos convoca: El Teorema de la Anamnesis.
– La aparición del dibujo debió tener, en un mundo que se le había vuelto tan pequeño y quedando atado a unas muletas, una dimensión fantástica y salvadora. ¿Se sabe cómo y cuándo Amable se da cuenta de que esos dibujos podían además ser arte?
– La seducción por el dibujo en Amable viene desde muy pequeño, cuando se quedaba fascinado con las láminas y calendarios que decoraban el mesón familiar de Bembibre. También recuerda con admiración, en sus memorias de infancia, una serie de dibujos y pequeñas composiciones realizadas por su padre. Pero lo que realmente le direccionó hacia la práctica del dibujo fueron los cómics, primero los que leía en Bembibre con gran atención, analizando con deleite los contenidos gráficos de cada viñeta, y más tarde en San Sebastián el tebeo «Chicos», que fue prácticamente su único vínculo con la cultura. A los dieciséis años y durante una estancia que se alargó durante dos años de nuevo en Bembibre, comienza a escribir una novelita de capa y espada y a pintar de forma totalmente autodidacta. En 1948 asiste dificultosamente, debido a sus condiciones físicas, a las clases de dibujo del pintor Ascensio Martiarena, con quien aprenderá unas nociones básicas de dibujo y acuarela. Este efímero paso por el academicismo pronto será sustituido por una forma personal de expresión, alejada de las ataduras de la ortodoxia. A partir de los veinte años es consciente de que el camino del arte marca la dirección de su vida y, con voluntad férrea, hace todo lo posible por ir consolidando poco a poco un lenguaje propio.
– Hace unos días, a la salida de la presentación de su libro de poemas ‘Encantamientos y desencantamientos’ nos hablaste de sus principios artísticos en San Sebastián, cuando él ya sabe que se puede ser artista. ¿Cómo entra en contacto con los artistas vascos teniendo en cuenta que no tuvo formación ninguna y que el acceso a la información sobre lo que se estaba haciendo en el arte contemporáneo en la España de los 60 y 70 debía ser muy escaso?
– No sería hasta mediados de los años 50 cuando Amable comienza a crear en San Sebastián un entorno de amistades vinculado a la cultura. Su primer amigo con inquietudes artísticas y con quien iba a tomar apuntes del natural fue Juan Francisco García. Juntos forjaron una intensa amistad con el pintor Miguel Ángel Álvarez en cuyo estudio conoció a otro pintor transcendental en su carrera, Rafa Ruiz Balerdi, que le pondría en contacto con José Mari Ortiz. Es el tiempo de afianzamiento como artista y estos primeros amigos, con la admiración que le demostraban hacía su trabajo, le insuflaron la confianza suficiente para dar ese primer paso firme y fundamental en su carrera. Muy pronto su actitud heterodoxa y rompedora le acercó de forma natural al entorno de José Antonio Sistiaga, uno de sus mejores amigos, a los hermanos Gonzalo y Eduardo Chillida o a Jorge Oteiza, en esos momentos convertido en un ya prestigioso escultor que trabajaba en las obras del Santuario Aránzazu. También entabla una amistad basada en la admiración mutua con el escritor Luis Martín Santos que le dedicaría un pequeño relato.
– ¿Cómo fue su relación con los artistas que obtuvieron más renombre posteriormente como Chillida o Esther Ferrer?
– Su relación con Chillida fue mucho más larga y personal que la que mantuvo con Oteiza, que se circunscribe exclusivamente a encuentros esporádicos y al periodo fundacional del grupo Gaur. Eduardo Chillida visita en 1958 la primera exposición de Amable en la galería Aranaz Darrás y le manifiesta su admiración. Asiste en 1960, junto con Oteiza y gran parte de la intelectualidad donostiarra, a la inauguración de la contestataria «Exposición de los 10», en el propio estudio de Amable, donde entre otros participaban su hermano Gonzalo o Néstor Basterretxea. En 1963 Chillida interviene a favor de Amable en la Comisión de Estética del Ayuntamiento de San Sebastián para desbloquear el veto impuesto por el alcalde a la polémica exposición «Espacios vacíos», que recreamos en esta exposición en el CLA del Instituto Leonés de Cultura. En 1965 Chillida le visita junto al crítico de arte francés Louis Clayeux para ultimar la inclusión de Amable en una exposición colectiva en la Galería Maeght de París, donde mostraría su obra junto a las de Gerard Fromanger, Jean Capdeville, Claude Garache, Mathieu y Joan Gardy-Artigas. Con Esther Ferrer, mantuvo desde principios de los años 60 una estrecha relación que se inicia cuando Amable asume la presidencia de la Asociación Artística Guipuzcoana. En su junta directiva Ferrer está como vocal. Su admiración hacia Amable se ha mantenido indeleble pues en 2016 realizo una performance por las calles de Donosti titulada «Marcha de la poesía» en la que leyó uno de sus poemas.
– También está el Amable escritor y, antes, el Amable lector. ¿Cómo descubre la literatura, cómo se hace lector?
– La conexión directa de Amable con la lectura es a través de los cómics de su infancia. En torno a 1951 comienza una relación con la lectura como mecanismo que suple su falta de formación. De manera siempre autodidacta asiste a la Biblioteca Municipal de la Plaza de la Constitución e inicia una lectura compulsiva de todo lo cae en sus manos. Está voracidad, que le lleva en muy poco tiempo de los cómics a la poesía o la filosofía, le genera un malestar que el mismo denomina como «el mal leer o el mal entender». Esto es algo que con el tiempo, y gracias a su enorme curiosidad, irá dominando con su extraordinaria intuición y sus inteligentes juicios.
– Se habla de su biblioteca como algo excepcional. ¿Cómo es?
– Hoy en día, la biblioteca de Amable Arias, gracias al meticuloso cuidado con que Maru Rizo la ha conservado, documentándola en profundidad, está considerada como una de sus obras más interesantes. Está compuesta por 660 libros de temática heterogénea y que fueron fundamentales para la construcción de la personalidad y el pensamiento del artista. En ellos podemos apreciar los mecanismos de conexión existentes entre las obra literarias y Amable: los subrayados compulsivos, como una suerte de asimilación de los textos, las anotaciones, los dibujos, los plegados de papel... Todo el conjunto conforma el epicentro discursivo de su obra y así lo hemos mostrado en Laboratorio 987 del Musac.
– ¿Consideraba lo que escribía literatura?
– A lo largo de toda su carrera artística mantuvo una clara vocación literaria, lo demuestran los innumerables cuadernos de notas que están totalmente inéditos. En vida, Amable sólo publico un libro de poemas titulado «La mano muerta». Sin embargo colaboró con numerosos artículos, por ejemplo, en la revista del Bierzo «Aquiana», de temática muy variada como se puede comprobar en la exposición de Bembibre. En ellos pone en valor a personajes de Bembibre como Antonio Gago o Mero Ferrero, reflexiona sobre la condición del artista, realiza entrevistas como la que le hace a Raúl Guerra Garrido e incluso, en algunos casos, su posicionamiento de carácter político, en el análisis de obras literarias, genera la reacción de otros colaboradores.
– ¿Existe un libro inencontrable en el que se editaron una especie de memorias eróticas suyas?
– Sí, se trata de ‘Sherezades’. Es una obra extraordinaria que debería volver a ser reeditada. Es un conjunto de textos de procedencias diversas recopilados por Maru Rizo. Algunos de estos textos han salido de anotaciones del artista, otros proceden de la transcripción de sus memorias de infancia grabadas en formato de audio y la mayoría de la narración oral que el propio artista hizo a su compañera. Este libro es la confirmación de ese gran seductor que es Amable. En él se narra su vinculo con el mundo femenino desde niño. Son historias que están profundamente enraizadas con su obra artística y donde descubrimos un Amable delicado y próximo, capaz de superar sus impedimentos físicos para seducir a muchas de esas mujeres con su talento artístico, su inteligencia y sobre todo su aguzado sentido del humor.
– ¿Qué significó la aparición en su vida de Maru Rizo?
– La relación con Maru Rizo comienza en 1970, precisamente en un momento en que Amable empezaba a estar hastiado de la carrera de fondo emprendida en los años 50 y de la incomprensión generalizada que las instituciones artísticas muestran hacia su trabajo. Maru era en ese momento una joven muy inteligente que destilaba una inusual independencia y encuentra en Amable a un transgresor de toda norma establecida frente a una sociedad tardofranquista fagocitada por un conservadurismo hostil. Además ambos compartían una traumática relación paternofilial. Esta convergencia de caracteres, de intereses, e incluso yo diría de sentido del humor, supone un colchón emocional fundamental para Amable. Es durante estos años de relación con Maru, hasta su fallecimiento en 1984, donde encontramos al artista más volcado en su obra literaria y en la experimentación. Desligado de las ataduras del mercado del arte, carece de límites en los soportes que utiliza y en la configuración física de sus obras. Con Maru comienza a viajar de forma regular tomando apuntes de todos los lugares que visita y conociendo muchos de los grandes museos europeos.
– ¿Por qué crees que la obra de Amable se hace más joven con el paso del tiempo?
– La actitud que Amable adopta ante el hecho artístico, su espíritu colaborativo, su potente conexión discursiva con la palabra, su incasable experimentación, su idilio con lo sonoro y lo performántico, su despreocupación por los formatos y los soportes, todo este conjunto de detalles, de alguna manera, lo desubica generacionalmente y eso hace que hoy podamos hacer una lectura de su obra con una óptica totalmente actual. Precisamente la muestra del Musac responde a este tipo de mirada. Nos encontramos ante una propuesta que cuestiona al espectador y lo hace partícipe del mecanismo que el propio artista emplea como dinámica de trabajo: su relación con la palabra.
Jesús Palmero: "Esa búsqueda de la infancia como paraíso perdido fue una constante en el Amable adulto"
La obra de Amable Arias como artista, pintor, escritor y poeta se entendería peor sin añadirle su biografía. El comisario de la exposición 'El Teorema de la Anamnesis. La barrera contemplativa', nos acerca a su vida
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