Natural de una pequeña localidad del norte de Italia, Valletta Brianza, Bramley fue seducido por el piano siendo un chaval. Aun así, anduvo un tiempo entregado a la batería y su particularidad hasta que, finalmente, regresó al piano para ya no abandonarlo jamás. «El piano es una orquesta», asegura este músico italiano que, a lo largo de sus casi treinta años de edad, ha ido sumando etapas para construir un proceso artístico propio que le ha permitido formalizar una exhaustiva formación bajo la tutela de Franco D’Andrea, Franco Cerri, Paolo Tomelleri, Marco Vaggi, Lucio Terzano, Paolo Peruffo, Gianluca Barbaro o Luca Missiti, entre otros, acudir a master class de genios como Dave Holland, Chick Corea, Jim Black o Gerald Cannon, participar en proyectos tales como CCD Jazz Orchestra y Swing Band, Hard Bop Society o Civic Jazz Band y liderar sus propios grupos, como el Gimbra Duo (junto a Giaime Mannias) y el Trío Miz (al lado de Loris Lari y Vito Cauli). Incluso, ha coqueteado con otros géneros musicales en grupos tales como Sugar Daddy and the Cereal Killers, dedicado sobre todo al R&B y con el que participó en una edición del Purple.
![John Bramley. | VI-TWINS](https://www.lanuevacronica.com/uploads/static/la-nueva-cronica/migration/imagenes/tinyMCE/CULTURAS/2018/bramley_john_18_12_18_web.jpg)
«Mi punto de inicio y de llegada es el jazz», asegura Bramley. «El jazz es un mundo muy poco conocido aun siendo este tan grande. El jazz, dada su dimensión, te obliga a un viaje para que el que no tienes suficientes años de vida». El pianista italiano siempre se ha dejado abrazar por el jazz y a su intimidad siempre le ha demostrado su predilección, sin ninguna clase de rodeo. «El jazz me ofrece libertad». La tradición jazzística (a la que habría que sumar otras vinculadas a las músicas negras) ha sido una de las fuentes a las que ha acudido Bramley en su transcurrir por el mundo de la música. «Ha sido fundamental, indiscutiblemente. Es pura poesía para mí». Reconoce que le gustaría poseer una voz propia, («ojalá», suspira), «pero es algo muy complicado». «Para llegar a ese grado de madurez necesitas muchos años, intentar también muchas veces muchas cosas, equivocarse mucho y estudiar, estudiar y estudiar… Aún me falta mucho pero creo que ya voy de camino hacia lo que podría ser mi hipotético estilo», añade.
El contrabajista Javier Baíllo y el baterista Pepe López, dos músicos leoneses de sobrada experiencia, flanquearán a John Bramley en el escenario de Espacio Vías y juntos harán frente a un repertorio que alternará la presencia de la composición propia con el estándar. El trío es uno de los formatos clásicos de la historia del jazz y también uno de los más exigentes para los músicos. Aun así, al italiano le encanta y le parece idóneo para la transmisión de emociones y la aventura creativa. «Todas las formaciones tienen ventajas e inconvenientes. Si entendemos el jazz como una conversación entre músicos, este formato es ideal para ello, uno de los mejores vehículos para explicar todo». Bramley llevaba tiempo sin tocar con nadie sometido a los vaivenes de la mudanza y las expectativas y las incertidumbres que derivan de un nuevo destino. Cuando se topó con Baíllo y López, aquello se convirtió en un auténtico oasis para un músico vocacional como él, de la misma manera que el piano del Belmondo fue uno de sus grandes refugios en este periodo de adaptación vital que ha sostenido. «Necesitaba tocar con alguien. Y encontrarme primero con Javi y luego con Pepe ha sido algo realmente estupendo. Si tocas bien con alguien es extraño que no te lleves bien con él. Una cosa acaba conduciendo a la otra. Y es lo que me ha pasado con ellos».
«Me gustaría contribuir para que León fuera uno de los puntos de referencia del jazz. Vamos a poner más para conseguirlo», indica convencido este músico, plenamente integrado en una ciudad «que te acoge y te da la bienvenida y facilita las relaciones con los demás».