Leer y escribir son dos verbos que se extraen de entre los capítulos vitales de José Ignacio García a modo de reseña; como las que él mismo escribe desde hace años para La Nueva Crónica. Reseñas de libros que le han llevado a ser calificado como «el crítico que ha reinventado el género haciéndolo mucho más literario». Palabras que él recibe con entusiasmo. «En las reseñas siempre intento crear una historia alrededor del libro que estoy reseñando», explica desde el otro lado del teléfono, en uno de los pocos recesos que este hombre se toma entre lectura y escritura. Y, sobre si es más autor o más crítico, no tiene una respuesta demasiado clara. «Diría que por encima de todo soy escritor porque incluso para ejercer la crítica literaria necesitas manejar las palabras y armarlas de manera atractiva», resuelve: «En mi caso, la literatura es inevitable siempre». Aun así, confiesa que, «a veces, es muy difícil conciliar las dos cosas».
A esas tareas se suma desde 2023 el ciclo de conferencias que hace viajar a García de un lado a otro de Castilla y León. El año pasado, bajo el título ‘La llamada de los libros’; este, con la rúbrica ‘El futuro está escrito’. «El año pasado hablaba de 16 autores y tenía la sensación de que eran tan extraordinarios que me habían elegido ellos a mí como lector, no yo a ellos», analiza: «Este año, lo que quería era darle un toque de juventud a la conferencia». Una juventud literaria que, según señala, le ha costado vislumbrar entre los títulos autóctonos. El autor pone de ejemplo a Beatriz Alcaná, a la que define como «el nombre más descollante y el valor emergente más grande en el panorama literario». La autora ya rebasa la cuarentena.
En total, una selección de ocho autores de la comunidad guían su discurso en las charlas de ‘El futuro está escrito’. Ocho autores nacidos después de 1970 que tienen como rasgo común su calidad de «consagrados; autores que, a pesar de que son jóvenes, ya tienen una obra meritoria a sus espaldas y que, por la edad precisamente, tienen la posibilidad de seguir escribiendo mucho». Así lo explica el crítico, que recurre asiduamente a metáforas ferroviarias: «Como distintos tipos de trenes –de cercanías, insisto–, cada uno de los ocho tiene un estilo, una forma de escribir, y plantea unas temáticas que son muy diferentes».
De ese total de ocho, la mitad son escritores arraigados en León, una tierra para la que José Ignacio parece tener sólo buenas palabras. «León sigue siendo la ciudad o la provincia, con mucha diferencia, que más autores aporta a la comunidad y que, en muchos casos, lo hace con más calidad», opina y sigue con su paralelismo: «León es la locomotora que tira de la literatura regional». Aunque menciona a escritoras como Noemí Sabugal, Ana Merino y Marta del Riego como ejemplos de narradoras actuales que han conseguido exportar su obra fuera de su tierra natal, no puede evitar hacer comparaciones con fechas anteriores. «Ese golpe fuerte que dieron el clan de los leoneses en su día cuando se fueron a Madrid», rememora: «Creo que ahora eso no lo tenemos». Y, como indica, una de sus labores es precisamente «darles más a conocer para que se valore la extraordinaria categoría de su obra».
El escritor se ha subido a ese tren simbólico hasta llegar a todas las capitales de provincia, además de Aranda de Duero, en el marco de este ciclo puesto en marcha por el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua. Todos los territorios autonómicos han sido testigo de su visión sobre la literatura de una tierra henchida de escritores. Todos menos León, en cuya Biblioteca Pública recala este viernes desde las 18:30 horas. Su próxima –y última– parada será Soria el próximo lunes. «En la mayoría de las provincias no conocen a sus propios autores», se lamenta, sin ánimo de criticar al lector: «Tenemos la mala costumbre de que, cuando viene un escritor de cualquier sitio que en su tierra es más o menos normal, le engrandecemos como si fuera una eminencia y a los muy buenos autores que son nuestros, con mucha frecuencia, ni les damos voz cuando publican o cuando hacen algo estimable». A su modo de ver, todos somos culpables de ese hecho. «La realidad es que nuestros escritores son mucho menos conocidos de lo que deberían ser», sentencia firme.
En una comunidad autónoma del tamaño de Castilla y León, tan dividida tanto institucional como política y socialmente, hay un pregunta obligada para tal conocedor de su escritura: ¿puede la literatura ser punto de unión entre sus ciudadanos? El crítico se muestra algo pesimista. «Si no lo consigue la política, la economía, la industria, no sé yo si la literatura lo conseguirá», responde. Aun así, pone de ejemplo a Rubén Abella, autor vallisoletano de ‘Dice la sangre’; una publicación que arranca en Madrid para terminar en Astorga, tierra natal de su madre. «Un escritor vallisoletano ambienta su obra prácticamente en suelo leonés», parece sorprenderse: «Pero el resto del mundo está viendo una literatura muy universal, que huye de la confrontación en ese sentido».
Poco después llega el turno de Alberto Rodríguez Torices, del que explica que «no quiere que se le etiquete como un escritor leonés o como un escritor castellano y leonés», sino que anhela, sin embargo, «ser un escritor que escribe para todo el mundo». García lo atribuye a la «cultura actual». «Antiguamente, la gente joven casi no salía de su territorio y ahora hay mucha juventud que se recorre el mundo con la misma facilidad con que nosotros antes íbamos de Villamanín a León», indica mientras a su cabeza llega la imagen de Emilio Salgari escribiendo en su habitáculo, inventado entre cuatro paredes territorios de Malasia, de las estepas ruras o de las praderas de América del Sur. «Eso era algo de unos pocos privilegiados que ya son mitos de nuestra literatura», asevera: «Ahora los escritores lo tenemos muy sencillo porque hasta para saber de qué estilo arquitectónico es un edificio basta con meterte a Internet».
En esa facilidad imaginativa, se produce, sin embargo, una incongruencia: «El año pasado se publicaron cerca de cien mil títulos de ficción». Así lo asegura el autor. «Eso es una aberración», resalta: «Se publica muchísimo y la literatura que tiene tanta difusión es la comercial, la que tiene un respaldo mediático detrás, mientras que la de calidad lo tiene muy complicado». El crítico es contundente: «Nunca han corrido buenos tiempos para la literatura y ahora creo que especialmente menos». Buena parte de los autores que son eje central de su conferencia publican con sellos locales y tiradas reducidas.
Así, entre copiosas menciones a una pequeña parte de la amplia nómina de escritores a cuya literatura se ha acercado el crítico, con todo a punto para bajar en las dos últimas paradas de ese tren de las letras en el que tanto ha viajado; José Ignacio García aguarda para zanjar ‘El futuro está escrito’. Aguarda paciente para regresar a su novela. También para cumplir con su cita semanal con este periódico. Aguarda, como hace siempre, entre la lectura y la escritura.