Ganador del Premio Castilla y León de las Letras en 2018, poeta, ensayista, narrador, traductor, editor, crítico literario, catedrático y columnista en La Nueva Crónica, el polifacético autor de La Alberca afincado en León, José Luis Puerto, sumaba un nuevo título a los estantes de las librerías en mayo de este año. Su ‘Cristal de roca’ cobró entonces forma literaria dentro del proyecto autobiográfico que arrancaba en 1991 con la publicación de ‘Las cordilleras del alba’ y que con los años –con las décadas– ha ido recogiéndose a modo de colección bajo la rúbrica ‘El tiempo de gracia’. Esta tarde, desde las 19:30 horas, presenta su última entrega en la Sala Región del Instituto Leonés de Cultura.
– ‘Cristal de roca’ es su quinta publicación enmarcada en el proyecto titulado ‘El tiempo de gracia’, que tiene a la memoria como pulsión primera. ¿Es la memoria una fuente inagotable para el escritor?
– Toda mi escritura, tanto en verso como en prosa, está atravesada por una poética de la memoria. La memoria como motor que impulsa la creación, el acceso al ámbito de la palabra de todo lo vivido, a través de ese tamiz que nos lleva a seleccionar, de entre las vivencias, todo aquello que consideramos más significativo y que nos dota de sentido. Ya que únicamente nos salvamos a través del sentido que pueda tener el existir de todos.
– El título de la obra se remonta a un episodio de su niñez. ¿Cuánta infancia rezuma su literatura?
– El cristal de roca que da título al libro ha terminado siendo un símbolo, marcado por la dureza y la transparencia; un símbolo en el que trato que quede salvaguardado todo aquello que merece ser rescatado del olvido a través de una palabra marcada por esa melodía que aspira a ser belleza. ¿Y qué ha de ser salvaguardado? Los relatos recibidos, los seres frágiles, las cosas y objetos dotados de alma, la naturaleza, determinados logros humanos…
– ¿Es esa época vital la que más influye a un autor?
– María Zambrano, en ‘Hacia un saber sobre el alma’, reflexionó de modo muy hermoso sobre la vinculación entre la poesía y la niñez. Rainer María Rilke nos dejó dicho que la infancia es la patria del ser humano. La infancia como patria o, mejor, como ‘matria’, como tiempo vinculado con la matriz del ser, vinculado con la presencia del origen. En mi caso, la niñez es la principal fuente generadora de la escritura.
– En su breve especificación del título abarcador de esta colección, localizada al inicio de ‘Cristal de roca’, indica que se trata de un conjunto de libros «que evocan la memoria del origen, cifrada en la niñez y en el territorio del mito». ¿Hay una conexión entre el mito y la niñez?
– La niñez es el tiempo del mito. Sin mito no hay niñez verdadera. Es el primer momento del existir del ser humano, en el que se forjan los mitos, en el que se articula nuestra primera visión sobre los demás y sobre el mundo; de ahí que, en la niñez, comencemos a articular nuestra peculiar cartografía para situarnos en el mundo. Los mitos de cada cual son muy distintos. No hay tampoco escritor sin mundo propio, sin una mitología personal a través de la que lo identificamos.
– En sus declaraciones para Ical en junio de este año, señalaba que en esta última publicación resuenan «melodías de la memoria que siempre están, de alguna manera, en la mente y en el corazón del escritor, que ha vivido toda una serie de experiencias». ¿Son diferentes esas experiencias de las que vive cualquier otro individuo o es que el escritor las vive embriagado por emociones distintas?
– La escritura está configurada por esas melodías de la memoria que acceden a la página, al libro. Y cada escritor las verbaliza de un modo particular, de un modo que le es propio. De ahí esa necesidad de plasmar el mundo propio para que haya escritura verdadera. Sin esas melodías del existir, de la memoria, de las vivencias… no hay verdadera experiencia plasmada. Una experiencia que, mediante la escritura termina trascendiéndose y sirviendo para todos, pues a todos trata de expresar.
– En el prólogo de la publicación póstuma de Gabriel García Márquez, ‘En agosto nos vemos’, sus hijos, Rodrigo y Gonzalo, sacaban a relucir unas palabras de su padre que rezaban: «La memoria es a la vez mi materia prima y mi herramienta. Sin ella, no hay nada». ¿Qué sería de un escritor sin su memoria?
– Claro, la memoria es, al tiempo, materia prima y herramienta de la escritura. Es motor que impulsa el acceso de la palabra para cantar y relatar lo vivido. La poesía, la literatura ha de partir de la vida, de lo contrario es mero artificio, mero fuego artificial que se deshace en el aire. El mundo de García Márquez y de no pocos escritores de nuestro idioma, también de nuestro oeste y noroeste (de ese ‘finis terrae’ peninsular en el que existimos), pertenece a esa poética de la memoria a la que aludía al principio.
– La presentación de este jueves la hace en compañía del también autor salmantino Andrés Martínez Oria, cronista oficial de Valderrey y autor de publicaciones con marcado paisaje leonés como ‘Flor de cantueso’.
– Me es muy grata la compañía de Andrés Martínez Oria, un excelente escritor, que ha ido desarrollando su obra en el retiro astorgano, en la discreción, en el silencio y a la que han ido prestando atención los atentos. Es un escritor verdadero, con un mundo propio, cuya obra es deliciosa, como podrán comprobar quienes se acerquen a ella y la lean.