Juan Antonio Cuenca, entre reyes y el rugido de un fiero león

Por Gregorio Fernández Castañón

13/06/2024
 Actualizado a 13/06/2024
‘A la misma altura’ del rey leonés Alfonso V.  | GREGORIO FERNÁNDEZ CASTAÑÓN
‘A la misma altura’ del rey leonés Alfonso V. | GREGORIO FERNÁNDEZ CASTAÑÓN

Fui a Madrid para ver y admirar una de estas exposiciones escultóricas que te quitan el hipo y los sofocos que causa la sequía artística en este León nuestro. Al atardecer, con la idea de recoger en mis fotografías el alma somnolienta de los peces, patos y tortugas, visité el Palacio de Cristal. Y a la salida de tanta transparencia, entre aquellos árboles que utilizaban el color verde para sembrar la esperanza por encima del cristal del estanque, descubrí un misterioso sonido lejano envolviéndome. Era algo así como si retrocediera a la orilla de aquel mar veraniego de mi loca juventud, donde las puestas de sol, unidas al ronroneo de las olas, incitaban a aumentar la humedad de los besos y a precipitar el ritmo de un amor pausado.


Dos mozalbetes, con el torso y los pies desnudos, agazapados en sus ensoñaciones, agitaban los dedos con tanto primor por encima de una especie de ‘platillos voladores’ que el metal se fusionaba de tal forma que llegaba a mis oídos hasta dejarme con la boca abierta. Nunca… Jamás había visto y oído algo semejante. Allí, tras ellos y en riguroso silencio, estuve tanto tiempo que terminó despertándome la oscuridad de la noche. 


Resulta que, documentándome sobre la vida y la obra del escultor Juan Antonio Cuenca, me dio por supervisar un vídeo que de él hizo José Manuel Mures –‘Ese chico de la radio’, como lo definió Rafael Gallego Díaz en un libro–. Veintiséis interesantes minutos con un sorprendente final: Juan Antonio Cuenca, frente a su escultura ‘Los sillares de la pasión’ (a la que más tarde volveré) se despedía de los espectadores tocando su propio y raro «platillo metálico» que, ahora sí, gracias al artista, sé que tiene un nombre: handpan. 


–Dime, Juan Antonio –insinué, con el fin de conocer un poco más su faceta humana.

 

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‘Los sillares de la pasión’, y su autor, flagelados por la sombra de los árboles. | GREGORIO FERNÁNDEZ CASTAÑÓN

Y el hombre me llevó por terrenos desconocidos, pero igualmente fascinantes:


–El handpan es un instrumento desarrollado en Suiza en el año 1999. Emite un sonido hipnótico similar a los que producen los cuencos tibetanos o el gong. Un sonido terapéutico con el que se consiguen múltiples beneficios, como el aumento de la autoestima o la eliminación del estrés laboral. A mí, sinceramente, me relaja. 


Ya, pero… no. Al retroceder unos días en el calendario, no había tiempo para la relajación en el Centro de Oficios y Artes Plásticas de León. Allí, Juan Antonio Cuenca finalizaba una de sus clases como profesor de Taller de Grabado y Técnicas de Estampación. Y el olor de las pinturas y disolventes, por lo tanto, revoloteaba sin alas visibles hasta estrellarse contra las paredes y esquinas. El aterrizaje de un polvo incoloro, eso también, aparecía por otras aulas, donde los futuros artistas y canteros utilizaban los mazos y los cinceles en busca de la belleza de un alma enrocada. Por las estanterías, Juan Antonio me fue descubriendo los moldes de una parte de sus obras artísticas, y en el patio me habló sobre la escultura de Don Pelayo, destronado de su alto trono en el Arco de la Cárcel (Puerta Castillo). 


–Estaba tan deteriorada que el peligro de caída era inminente. Es más, la cabeza lo hizo unos días antes con tal fortuna de que, en aquel momento, nadie pasaba por allí. Basándome en las fotografías de las que disponíamos, mi restauración consistió inicialmente en ponerle esta especie de máscara para restaurar su rostro. El escultor Valentín Yugueros, después, lo que hizo fue una réplica magnífica, que es la que está colocada justo donde se encontraba esta. 


–¡Qué curioso!

 

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Mirando a los ojos de Urraca I de León. | GREGORIO FERNÁNDEZ CASTAÑÓN

Y las curiosidades existentes en el conjunto escultórico “Los sillares de la pasión” (frente al edificio de Correos) son muchas y están relacionadas con las pulsaciones que se respiran para homenajear a los papones de León ‘que fueron, son y serán’. Y Juan Antonio Cuenca, su autor, con el sol y las ramas de los árboles cercanos flagelándonos con sus alargadas sombras, me las fue descubriendo. 


La familia papona (hombre, mujer y niño) sube una cuesta gris que quiere representar el paso del tiempo. Es la vida misma la que avanza con ellos. Un detalle para que se entienda que no todo son rosas sino también espinas. El eje central lo configuran tres prismas cuadrangulares que, además de representar a la Santísima Trinidad, en la religión cristiana, son también el soporte de una esfera terráquea, el Universo natural, con todos sus elementos: tierra, agua, fuego y aire.

La cruz arqueada que porta el niño sirve de conexión entre lo humano (tierra) y lo divino (cielo) que lleva consigo cualquier Semana Santa.


Este monumento mantiene la misma orientación que posee la Catedral más hermosa, la de León. Y no solo eso, sino que su autor se inspiró en la belleza catedralicia para darle, simbólicamente, una silueta muy similar. Así, el papón del capillo bajo representaría la torre norte, y la papona (capillo alto) lo haría sobre la torre sur. Otros detalles muy significativos los portan los tres personajes: la medalla/reloj de la papona (marcando las ‘ocho’, el número del infinito); el rosetón, del papón con la horqueta, y la ventana gótica prendida en el pecho del niño.


Aquella misma tarde, por exigencias del guion, la entrevista con el artista se la fui realizando a paso ligero. Un ir y venir para conocer su obra y su vida. Por eso, a la orilla de la alta muralla (avenida Independencia) miramos hacia lo alto del palacete del Centro Leonés del Arte y del Teatro Emperador. Juan Antonio dejó su impronta allí reconstruyendo ornamentalmente las molduras y los elementos deteriorados de las cornisas superiores, en ambos casos, y la del balcón central, en el palacete. Después, llegando a la Plaza de las Palomas, le ‘obligué’ a ponerse a la altura del busto del rey Alfonso V (monarca leonés que rubricó el Fuero de León, hace ya más de mil años) y del de la reina Urraca I de León. 

 

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Apoyando y defendiendo la libertad que buscaba Clara Campoamor. | GREGORIO FERNÁNDEZ CASTAÑÓN

Los rugidos del rey de la selva (‘saliendo de la alcantarilla’, como se le conoce) no fueron suficientes para detener a uno de sus autores (el otro fue Alejandro Sáenz de Miera). «No, por favor –me dijo–. No quiero una foto a su lado, para no cansar al personal. Bastantes se hacen ya con él los leoneses y los turistas». Bien. 


–Pues entonces, ¿qué te parece si, andando y andando, nos acercamos a ‘visitar a Clara Campoamor’, en el jardín de su misma calle?


Fuimos. Y haciendo mía una de las frases de la defensora de los derechos de la mujer española –«La libertad se aprende ejerciéndola»–, dejé que Juan Antonio Cuenca me hablara de su obra.


–A petición de la Asociación de Mujeres de León ‘Clara Campoamor’, yo me encargué del modelado de su busto, que se fundió en bronce en un taller madrileño. Si te fijas bien, la peana que lo soporta es especial. En ella quise representar el injusto desequilibrio que suponía negar el voto a las mujeres. Una atrocidad. Hay que reconocer que Clara Campoamor, con su trabajo y valentía, consiguió grandes avances políticos y sociales. Un acierto sin fisuras, porque todos, mujeres y hombres, formamos parte de esta sociedad libre.


Libertad. Libertad total para decir que Juan Antonio Cuenca resultó ser un personaje sencillo que ama y disfruta lo que hace. Graduado en Artes Aplicadas y técnico superior en la especialidad de Grabado, tiene en su haber varios premios relativos a la pintura y a la escultura. Su primera exposición individual la realizó en el año 2018 y, desde entonces, ha recorrido diversos puntos de la geografía española. Posee obra pública en Benavides de Órbigo, y suyos son, también y entre otros, los bronces del Monolito al Honor del Reino de León (en la plaza de San Isidoro); la placa homenaje al Centenario del poeta Paco Pérez Herrero (calle de La Sal) o el Medallón a Jaca (en los jardines de la Plaza de San Marcos). 


Entre reyes leoneses de gran altura histórica, sin olvidar un fiero león la mar de fotogénico, le vi feliz. Además, por si fuera poco, es un gran especialista en la producción de sonidos terapéuticos con la ayuda de un handpan. Casi nada.


–¿Se acabó? Mira que me han hecho muchas entrevistas, pero he de reconocer que como la tuya, tan original, ninguna –me dijo a modo de despedida.


Salud para seguir haciendo, amando y compartiendo la cultura visual del arte.
 

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