Acude Juan Manuel de Prada, un clásico de la literatura española y habitual en los medios de comunicación — "cada vez menos", dice— a un escenario tal vez poco habitual para él, la Casona de San Feliz de Torío, para hablar de literatura y de su última novela: ‘Mil ojos esconde la noche. La ciudad sin luz’.
– ¿Cómo se gestó su presencia en San Feliz? ¿es novedoso para usted un lugar así, en un pequeño pueblo?
– Se gestó en una propuesta de Héctor (Escobar) que me convenció pues siempre te apetece conocer nuevos públicos y llegar a gente a la que normalmente no llegas pues sueles ir a ciudades grandes, a instituciones con presupuestos grandes. Me parece interesante.
– Ha sido pregonero de la Feria del Libro, recibió el Premio Castilla y León de las Letras en La Bañeza ¿Cómo es su relación con León?
– Conozco a poca gente en León y me gustaría tener más amistades de esta tierra, a pesar de ser de Zamora.
– Vamos con la novela que hoy presenta, ‘Mil ojos esconde la noche. La ciudad sin luz’, en el que reaparece un personaje de ‘Las máscaras del héroe’, Fernando Navales, un fracasado, un falangista al que Franco le parece ‘un flojo’ ¿puede imprimirle esa condición de fracasado un tono especialmente duro, resentido, al ambiente de la novela?
– Es cierto que lo he recuperado. En ‘Las máscaras...’ , mi primera novela, era un joven que quería triunfar en el medio literario y no lo logró pese a tener relaciones con todos los representantes de ambiente literario de los años 20 y 30, la bohemia, la generación del 98 y el 27, los escritores falangistas... era un fresco de aquellos ambientes literarios; y ahora le recupero en otro ambiente diferente, pero no menos fascinante. El regreso de Navales es cierto que ofrece una visión muy descarnada, muy poco complaciente, muy poco sentimental, con poca piedad pero con ciertas excepciones. Se podría decir que Navales no es un resentido a tiempo completo, tiene momentos de debilidad, por así decirlo.
– Una década más tarde, el París ocupado por los alemanes, los españoles en el exilio...
– Una época francamente apasionante, con muchísimos españoles en París, muchísimos, viviendo en París, gente como Picasso, González Ruano... gente que quería abrirse camino en el mundo de las artes y la literatura y París era entonces el centro del mundo y el lugar desde el que podían impulsar su obra.
– Y el exilio.
– Yo diría los exilios, pues en París terminaron exiliados gente de la primera oleada, como Marañón, que huye del Madrid republicano, y los exiliados de la desbandada que se produce cuando las tropas franquistas toman Barcelona y cae Cataluña. Gente de todo pelaje y filiación ideológica. Y a mayores los corresponsales de la prensa franquista española del momento; más los curiosos como César González Ruano.
– ¿Cuál es la visión general de la cultura española desde París?
– Yo diría que muy iconoclasta. Tanto de los nacionales como de los republicanos, de los rojos como de los azules.
– Sin embargue, late un fondo de humor.
– Yo diría que esa visión descarnada de la que hablamos también es, a su vez, jocosa. Es una novela de tono esperpéntico, caricaturesco, humorístico, que trata de tomarse no demasiado en serio ciertas cosas.
– A pesar de los personajes reales de la obra —Picasso, González Ruano, Gregorio Marañón, María Casares— se trata de una novela ¿Con una base histórica real muy fuerte o con concesiones a la ficción literaria?
– Las cosas que se cuentan de estos grandes personajones de nuestra cultura son absolutamente ciertas, más allá de las libertades que un novelista se tiene que tomar para componer situaciones o ambientar momentos. Lo que en ella se cuenta te puedo asegurar que es radicalmente cierto, aunque sean aspectos muy oscuros de la vida de grandes personajes, que por esta condición o se han ocultado o se han contado pasando de puntillas, en voz baja. Yo los cuento con absoluta brutalidad pero también con absoluta sinceridad.
– Con Picasso es muy duro, hoy sería un maltratador de libro, de lo que ya se ha hablado, pero también aborda otra faceta menos conocida, que cuenta que el fiel comunista puro no lo fue tanto... o nada.
– Picasso jamás tuvo demasiadas inquietudes ideológicas;fue un millonario oportunista que siempre se arrimó al árbol que mejor sombra le daba y durante los años de la ocupación alemana fue un protegido de los nazis y hasta me atrevería a decir que directamente de Hitler pues el dictador fue quien dio la orden de que no se molestara a Picasso.
– Parece extraña esa orden...
– Sí, pero tiene explicación. AHitler se lo propuso Arno Breker, el escultor áulico de Hitler, quien le dijo que sería un error molestar a Picasso porque era un artista de relevancia internacional y meterse con él iba a ser aprovechado por los enemigos de Alemania. Y Hitler da la orden de no molestar al español, que pasó los años de dominación alemana sin ningún tipo de problemas, viviendo muy tranquilo. Ni le incautaron bienes ni le hicieron trapisondas.
– ¿Su relación con las mujeres también fue muy controvertida?
– Acorde a su personalidad, tenía un temperamento y una visión sádicos de la realidad y así se comportaba con sus amantes. Hay muchos datos, muchas historias, que lo corroboran.
– Al aparecer en esta novela estos personajes también se recupera un pasaje de ‘Las máscaras del héroe’ en el que contaba que Buñuel apaleaba a los homosexuales.
– Cierto. Y aunque en algunos lugares se cita como de esta novela en ella no aparece Buñuel. Pero en este caso no hay ningún misterio pues lo cuenta él mismo en su autobiografía, que le pegaba palizas a homosexuales por las noches, en urinarios públicos.
– Quizás es necesario contextualizar estos comportamientos y llevarlos a la época en la que ocurren, los años cuarenta en la España de Franco...
– Por supuesto. Estos son comportamientos que hoy en día nos escandalizan pero entonces estaban muy normalizadas, entre comillas. Lo que ocurre es que estas conductas contra las mujeres, contra los homosexuales o contra el sursuncorda en realidad no son graves por dirigirse en concreto contra ellos sino por lo que denotan, el fondo humano que denotan, como hemos dicho de Picasso y su temperamento sádico con las mujeres, cruel con la desdicha ajena, que no movió un dedo por sacar de la cárcel a nadie, incluso dejó morir a uno de sus mejores amigos y ahijado de bautismo, el escritor Max Jacob, en los años de la ocupación nazi. En esos casos hay una maldad de fondo, muy inquietante.
– Ha afirmado que ‘Mil ojos esconde la noche. La ciudad sin luz’ es una novela para la posteridad ¿En qué sentido?
– Por supuesto que no lo he dicho en el sentido de que vaya a ser una novela inolvidable, de referencia. Me refería a que en los últimos tiempos han irrumpido muchas cosas, sobre todo en el periodo educativo:la omnipresencia de la tecnología; la deriva de las editoriales que tienden a publicar cosas cada vez más infectas pues hace que salir ahora con una novela tan arrebatadamente literaria creo que no es el mejor momento. Quería decir que esta novela puede tener lectores más atentos tal vez en otra época: cuando volvamos a creer que la literatura es importante, se vuelva a leer a los clásicos, nos olvidemos un poco del puto móvil, las putas pantallitas, las series de Netflix y la madre que las parió a todas. Tal vez en ese momento se creen condiciones para una lectura más atenta de ‘Mil ojos esconde la noche. La ciudad sin luz’. Al menos, eso espero.