Las hubo que escondieron su rostro bajo la capa gruesa –a veces ligera, a veces pesada; casi siempre injusta– del anonimato. También las que firmaron obras maestras de la literatura con un nombre masculino, fruto de un mundo que no las dejaba ser otra cosa que una sombra. Las hubo con un diagnóstico paradójicamente serio de histeria. Las hubo que murieron en su juventud precisamente por ese y tantos otros diagnósticos.
«¿Cuántas veces un texto llamado anónimo podría esconder los versos de una mujer?», se preguntan las protagonistas del recital que este viernes –20:00 horas– aterriza en el Palacio del Conde Luna. Cristina Izquierdo, escritora; Blanca Altable, compositora. Las dos mujeres. Así lo puntualiza Izquierdo, que habla suave; quizá por la sana costumbre de recitar. «Es un espectáculo de reciente creación, prácticamente lo hicimos el año pasado», explica: «Empezamos a pensar en cuántas mujeres no habían puesto nombre a sus creaciones y pensamos en que teníamos que dar voz a todas aquellas que fueron valientes para ponerlo y a la vez usar nuestras propias letras y notas a merced de este espectáculo».
De esta forma, «dos mujeres creadoras de su propia realidad» se entregan a una puesta en escena poético-musical con un nombre que es muestra desde el principio de copiosa sonoridad: ‘Polvo y viento’. «En uno de los discos de Blanca decía que somos polvo y es verdad que ella trabaja mucho con la tierra», refleja la escritora: «En cambio, yo en todo lo que hago soy viento, soy más aire». Bajo ese título, poetisas como Emily Dickinson, Alfonsina Stormi, Sylvia Plath y Rosalía de Castro cobran vida en un evento que rinde tributo al silencio escondido tras esa fuerza innata de su literatura.
Y no son las únicas. «Pasamos por varias mujeres que son más desconocidas, como las sicalípticas de los años veinte, y otras más conocidas como Gloria Fuertes y Emilia Pardo Bazán», continúa Izquierdo, que también incluye versos de su puño y letra. «Además, el recital tiene una parte en la que las mujeres que asisten escriben sus propios versos, de forma anónima o no, y después lo llevamos a otros lugares y los leemos para darles voz». Tampoco falta el público masculino cediendo su granito literario a la jornada, pero son los menos. «En general, somos más las mujeres que consumimos cultura», opina la escritora: «Aunque siempre hay algún despistado, alguien un poco más sensible al que le apetece disfrutar de este tipo de obras».
En ‘Polvo y viento’ suele participar buena parte de los asistentes. «Más de lo esperado», en palabras de la organizadora. «Se crea un ambiente tan mágico y tan lleno de libertad», relata: «Eso es lo que queremos conseguir; que la gente escriba cosas que igual no se diría ni siquiera a sí mismo». A su modo de ver, «se leen textos extremadamente bellos», consecuencia de «esas ganas de expresar y de comunicar que tenemos todos como creadores que somos».
La cita llega a la ciudad pocos días antes del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Llega como un acto de justicia poética. Y no es coincidencia. «Es un acto de justicia poética porque casi todas las mujeres de las que hablamos en este recital murieron muy jóvenes, porque fueron avanzadas en su época y se suicidaron», analiza la escritora, que pone de ejemplo a Alfonsina Stormi y a Sylvia Plath: «Son mujeres que fueron incomprendidas, a veces perseguidas, con heridas emocionales y heridas sociales también».
Con su recital, Altable e Izquierdo dan «cobijo y paz a esas almas intranquilas que a veces somos». Con su obra, luchan sosegadas por romper esa campana de cristal «vacía e inerte» que hizo de Plath una suerte de «bebé muerto» para la que «el mundo era una pesadilla». Con ‘Polvo y viento’, compositora y escritora se funden en aquel ‘Miedo’ de Mistral y recitan airosas: «Yo no quiero que a mi niña la vayan a hacer princesa. Con zapatitos de oro, ¿cómo juega en las praderas?». Y es que no hacen falta zapatitos de oro para recitar.