Estamos hablando de 1951, doce años después del final de la guerra. Por los montes de Cabrera seguían resistiendo guerrilleros, los famosos maquis, y entre ellos uno que se había convertido en casi legendario, Manuel Girón, por lo que se convirtió en objetivo prioritario su captura.
El 14 de enero de ese 1951 se produjo un recordado enfrentamiento que el mayor estudioso del maquis en esta comarca, Santiago Macías, recuerda cómo se inició: «Maximino González, un molinero oriundo de Pombriego, informaba al cabo primero de la Policía Armada de la presencia de varios guerrilleros, ocultos en una casa de la localidad, propiedad de Manuela Liébana».
Se montó un gran operativo pues se daba por hecho que entre los guerrilleros estaba Girón. Miembros de la Guardia Civil y la Policía Armada (hasta 84, explica Macías) rodeaban la manzana donde se encontraba la casa aunque el sargento Ferreras, de la guardia civil, denuncia en sus memorias falta de coordinación y hasta recelos con los policías llegados de Ponferrada y que tomaron el mando.
Se produjo entonces una larga batalla, horas y horas de cerco a la casa de Manuela Liébana. Explica Macías que «durante el combate, los resistentes llevaron a cabo una acción que, a la postre, les salvaría la vida: mientras unos respondían a los disparos de las fuerzas, el resto pudo ocupar las viviendas colindantes, abriendo boquetes en las paredes, hasta llegar a unir interiormente un total de catorce edificios». Por ello, cuando a la mañana siguiente entraron las fuerzas en la casa de Manuela no había ningúnguerrillero.
Cuenta Ferreras: «Se llamó a la puerta y después de un largo rato salió la dueña, una mujer viuda de unos 50 años, con dos hijos mozos y alguno más». El combate había dejado tres víctimas, dos guardias (Agustín Puente y Manuel Combarros) y un vecino de la localidad (Ángel Morán) al que las fuerzas confundieron con un guerrillero.
El fracaso del cerco y las dos bajas desembocó en las represalias, que recuerda Macías. «los dos hijos varones de Manuela Liébana, Mariano y Laurentino -de 26 y 24 años- que habían sido detenidos durante el combate, fueron asesinados durante su traslado a Truchas, justificando sus muertes como respuesta a un intento de fuga».Y recuerda el estudioso de la guerrilla en el Bierzo y Cabrera que «el confidente (Máximino González, el molinero) fue admitido en el cuerpo de la Guardia Civil, al que había intentado acceder sin éxito, hasta aquel momento».
Ferreras reconoce en sus memorias el triste final de los dos hermanos: «Detuvimos a los hijos de la casa y se los entregué al coronel. (...) Me dijeron que habían tenido mal fin y, sin razón alguna, se me culpó a mí cuando lo cierto es que yo los entregué sanos y salvos al coronel y no volví a saber nada de ellos».
Desde este sábado un monolito recuerda a los dos hermanos, los hijos de Manuela.
La batalla de Corporales y el 'mal fin' de los hijos de Manuela
Laurentino y Mariano eran dos jóvenes de 24 y 26 años asesinados cerca de Corporales después de un cerco a un grupo de maquis que lograron escapar; los dos jóvenes fueron detenidos acusados de ser enlaces de la guerrilla. Este sábado se ha inaugurado un monolito en su memoria
26/06/2022
Actualizado a
26/06/2022
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