Tejerina es de esos pueblos "colgados del cielo" que te sorprenden cuando vas acercándote por la angosta carretera que sube desde Prioro. "Hay casi cien metros de diferencia de altura desde la entrada del pueblo hasta aquí", aclaran los vecinos, cobijados en el portal de la iglesia, en lo alto del casco urbano, de los copos de nieve que se escapan en una tarde desapacible.
Tejerina es de esos pueblos tocados por la varita mágica del espíritu comunal y pese a que estos días tan solo 17 personas viven en el pueblo (de 32 empadronados) han sido suficientes para montar un gran ramo leonés y otros adornos por las calles de este pueblo cargado de historia, una de las cunas de la trashumancia y que alberga una de las bibliotecas más bellas y bien dotadas de la montaña, además de una de las mejores roperías de la provincia. "No es mucho mérito haberlo montado, es más bien tradición pues en Tejerina cuando congregas a los vecinos para trabajos comunales acuden todos los que están en disposición de hacerlo, siempre ha sido así"; explica Silverio, que tiene mucho que ver con la convocatoria.
- Acuden todos, pero tarde, también es tradición. Si tocamos a la once aparecen cinco o seis, pero es verdad que a las doce ya están todos; le matiza Álvaro, que fue uno de los peones que ayudó en la colocación del ramo.
Ayudó, como el resto, pues el autor de la estructura de madera es el citado Silverio. "Es que trabajé en la construcción, hacía un poco de todo y lo de la madera siempre se me dio bien".
- Tiene muchos más ramos, de todos los tamaños, el que hay dentro de la iglesia también es suyo; explica Mari Celi, la encargada del Tele Club, un punto de reunión que, una vez más, tiene mucho que ver con el buen ambiente del pueblo, las tertulias, la partida y el espíritu comunal de los vecinos de Tejerina.
- Y también hizo el ramo leonés gigante que hay en Prioro; tercia Gorio, que es natural de Prioro y al que le gusta hurgar en la rivalidad existente entre los dos pueblos del municipio.
- Pero el de Prioro es un poco más pequeño, ya se lo dijimos, no puede ser más grande, ni siquiera igual; cuenta Mari Celi y el autor del ramo sonríe y asiente con la cabeza a las palabras de la encargada del Tele Club, la madre de Diego Vega, el luchador que pasea el nombre del pueblo por los corros en su apodo, Teje, aunque está algo alejado al trabajar en Segovia.
Como tantas veces el Tele Club propicia un improvisado filandón en el que, una vez más, se lamenta la escasa población
—"diecisiete, como la familia y uno más", bromean recordando aquella película navideña—, que no aguanta la comparación con lo que fue en tiempos. "Los datos que arrojan los libros están ahí, en los años 20 del siglo XX nos acercamos a los 400 habitantes, en 1929 eran 386; por los años 70 éramos unos 170 y ahora la décima parte ¿De qué va a vivir ahora la gente en los pueblos?".
En esta cuna de la trashumancia aún quedan dos ganaderosde ovejas, con dos rebaños de alrededor de 500 cabezas, son Óscar y Fermín, que junto a Paula son los más jóvenes de Tejerina. En mitad de la conversación llega Óscar, de tan solo 17 años y al que llaman "el niño más esperado del pueblo" pues cuando él vino al mundo —en febrero de 2004— hacía "treinta años que no seproducía ningún nacimiento en Tejerina"; por lo que le bromean con que "tendrás que colaborar a repoblar el pueblo, que no te veo que pongas mucha postura".
El chaval sonríe. Ni asiente ni niega. "Se hará lo que se pueda".
Quienes irrumpen después son tres ángeles rubias, hermanas descendientes del pueblo y vecinas de Bilbao. Ariani, Inara e Irati vienen con sus padres, Raquel y Chus. "¿Nos hacemos una foto con los Reyes y se la mando para que no se les olvide que estáis aquí?", les pregunto y asienten encantadas pues temían que Melchor, Gaspar y Baltasar no tuvieran claro que estaban en Tejerina. Ver sus caras de emoción ilumina la noche que comienza a tomar el pueblo.
Raquel, la madre, es sobrina de Miro, una de las leyendas viva y activa de la trashumancia. Raquel emigró a Bilbao.
- De aquí la gente marchó a Madrid, a Bilbao y a León, por ese orden; explica Álvaro y explican el curioso baremo por el que miden. "Hace unos cinco años nos juntamos en Madrid los de Tejerina y éramos 156; después se reunieron los de Bilbao y eran 120 y aquí cuatro gatos; esto es lo que hay" y completan el panorama con otra anécdota, o no tanto. "Hace cinco o seis años llegamos a estar en Tejerina sólo 7 personas y en esas mismas fechas había 20 del pueblo en Villanueva de la Serena, en Extremadura, para donde estaban los rebaños".
Siento tener que marchar de Tejerina, del Tele Club y de la conversación con estas gentes con mucho que contar.
La verdad es que da gusto escuchar todas esas historias de su pasado y su presente, disfrutar con la unión de un pueblo que acude a la llamada de las campanas a concejo. No apetece irse, pero todo tiene una medida, nieva en el exterior, bien es cierto que sin ganas, y como decía el histórico cantinero cuando quería cerrar: "Esta gente tendrá una casa para la que marchar".
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05/01/2022
Actualizado a
06/01/2022
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