Y son palabras que recobran actualidad e, incluso, le viene como anillo al dedo el párrafo «de los errores parten de las normas» a una reciente convocatoria de la Junta de Castilla y León para convocar «un concurso para la realización de un inventario de las ermitas de la provincia de León», lo que parece una buena idea para tener catalogadas y documentadas «las alrededor de 500 ermitas que se calcula que existen en la provincia de León». Ya que, además de sus nombres, pueblos, se pide «un inventario que ha de recoger la documentación de los edificios, registro y estudio de los mismos, así como la documentación de las manifestaciones culturales vinculadas a ellos». En definitiva, un completo estudio de las mismas.
El presupuesto asignado a la convocatoria es de 30.000 euros y un plazo de realización seis meses. La condición para el equipo humano y técnico es que ha de estar formado al menos por dos personas, una de ellas titulada en la rama de Geografía e Historia y otra técnica, titulada en arquitectura, superior o media.
El mayor problema, entiende el citado Ponga, radica en una de las condiciones de la convocatoria, el plazo de realización de seis meses. Y realiza unos cálculos que pueden resultar muy ilustrativos de lo que denuncia. «Se plantea un tiempo de trabajo de seis meses para estudiar unos 500 edificios. Si consideramos que se va a trabajar todos los días, sin descansos, como seis meses son 183 días el equipo ha de visitar diariamente entre dos y tres ermitas, esto suponiendo que dispongan desde el primer momento del listado y la ubicación de todos los edificios y no tengan que realizar ningún análisis previo. Si descontamos los días en los que las inclemencias del tiempo impidan realizar el desplazamiento hasta el lugar y una media de un día de descanso por semana, hemos de calcular que han de tener que visitarse cuatro ermitas al día». A lo que habría que añadir , por ejemplo, aspectos como «localizar la llave de la ermita, al vecino que la tiene... no serían pocos los casos en los que el tiempo asignado se podría consumir en esta tarea». También habría que considerar «que algunos de estos edificios se encuentran en lugares a los que no se llega con cierta facilidad con lo que el tiempo que se tarda en llegar hasta la ermita puede ser importante», un ejemplo podría ser la conocida ermita de San Froilán, en los montes de Valdorria, con sus famosos 365 escalones hasta llegar al alto.
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Para todo lo apuntado tiene muy claro el autor de los dos tomos de ‘León perdido’ que «si se quiere aprovechar la oportunidad y tener un buen trabajo que sirva para todo lo que se necesita hacer sobre esta parte tan importante del patrimonio el trabajo tiene que tener como mínimo una duración de dos años y en el equipo tiene que haber, al menos, un titulado en historia del arte, un etnógrafo y un arquitecto, superior o técnico, pero sería conveniente que hubiera un delineante, un arqueólogo y un fotógrafo».
Y para cerrar con otro ejemplo de las lagunas que a veces presentan estas convocatorias se hace Ponga Mayo otra pregunta: «Como en algún caso la diferencia entre santuario y ermita a veces es muy fina, el estudio debería de hacerse a la vez sobre los dos tipos de templos».
Afirma Ponga que le guía en su ‘denuncia’ un espíritu constructivo «y algo que nos debe mover a todos los ciudadanos, la necesidad de que el dinero público se gaste bien, pero una sola vez».