El caso es que cada vez que Amancio Ortega es noticia las miradas se vuelven hacia su pueblo natal, Busdongo, ese que definían las biografías como «un pequeño pueblo de la montaña leonesa donde su padre fue ferroviario».
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Lo que sí aclaran es la importancia histórica de la estación de Busdongo, en la que llegaron a trabajar más de cien ferroviarios, lo que llevó al pueblo a más de 700 habitantes, cuando en la actualidad ronda en invierno las dos decenas. Y entre esos ferroviarios estaba el padre de Amancio Ortega, eso sí lo recordaba quien fuera «toda su vida» el Jefe de Estación de Busdongo, Julio Marugán, natural del pueblo y memoria viva del ferrocarril al margen de guardar numerosa documentación de la que nadie se hizo cargo a su jubilación. «Sí aparece un Ortega que trabajó aquí un par de años cuando nació Amancio».
Ortega nació el 28 de marzo de 1936, meses antes de la Guerra Civil, «el mismo día que Mario Vargas Llosa», recuerda como anécdota Paloma O’Shea, autora de su biografía, que va a ser la base utilizada para la ya citada serie de televisión.
Y en esa biografía las referencias al origen leonés de Amancio son escasas. « Lo que Amancio me ha contado con verdadero orgullo y admiración es que su padre era ferroviario, nativo de Valladolid. ‘Cuando yo nací, estaba destinado en este pequeño pueblo (Busdongo) como montador de enclavamientos, que suponía vigilar el buen estado de las agujas y vías, algo que ejercía con verdadera exactitud». Del pueblo explicaba que «una zona fronteriza entre León y el Principado de Asturias».
Y es que ‘la anécdota’ de la biografía de Ortega que Paloma O’Shea ha elegido como origen de la personalidad del empresario es otra de cuando Amancio ya tenía más de 12 años y que reconoce que marcó su vida. «Una tarde al salir de la escuela fui con mi madre a una tienda a comprar comida. Yo era el pequeño de mis tres hermanos, a ella le gustaba venir a recogerme para llevarme a casa, y muchas veces le acompañaba dando un paseo mientras hacía sus recados. La tienda en la que entramos aquel día era uno de aquellos ultramarinos de la época, con un mostrador alto, tan alto que yo no veía quien hablaba con mi madre, pero le escuché algo que, pese al tiempo transcurrido, jamás he olvidado: «Señora Josefa, lo siento mucho, pero ya no le puedo fiar más dinero». Aquello me dejó destrozado. Yo tenía apenas doce años».
¿Queda alguna huella de Ortega en su pueblo? Se puede decir que su memoria se reduce a un camión quitanieves que hace una década regaló —a través de su fundación— al Ayuntamiento de Villamanín. Hubo polémica ‘municipal’ con el regalo y el interés de Ortega en que no se supiera de la donación.
Tal vez la metáfora de la misma sea que la máquina no puede entrar en las calles de su pueblo natal porque son demasiado estrechas para las medidas del camión.
Pese a ello, no le vendría mal al pueblo que las cámaras de la esperada serie se pasaran por Busdongo. A ver.