Le tocó la lotería y el Estado le pagó con la famosa Casa Cordero en la Puerta del Sol. Murió de cólera Pero sí lo hay, y muy importante, al hablar de la historia del Canal de Isabel II, seguramente el más necesario pues parece que corrió con la mayor parte del pastel de su complicada financiación. Este personaje era un leonés realmente singular, Santiago Alonso Cordero, El maragato Cordero (Santiago Millas, 1793-Madrid, 1865). Un hombre con una vida tan intensa e interesante como novelesca, de hecho Benito Pérez Galdós la llevó a sus ‘Episodios nacionales’. Fiel a su origen maragato hizo gran fortuna con el negocio más tradicional de su tierra, la arriería, llevando mercancías a la capital de España. Para que nadie dudara de su procedencia era conocido por vestir siempre en traje típico de su tierra.
Fue un gran trabajador, cierto, pero no le faltó la suerte y también le tocó la lotería, lo que propició una curiosa anécdota al no tener el Estado provisión suficiente de fondos, por lo que le pagaron con una casa en la Puerta del Sol, la llamada Casa del Maragato o Casa Cordero.
Cordero amasó gran fortuna y también tuvo presencia en la vida pública, en la política, de la mano de los liberales. Fue Diputado en Cortes por la circunscripción de Astorga (1846-1856), posteriormente Senadorpor el Pueblo de Madrid y también presidente de la Diputación de Madrid. Pero también tuvo contratiempos, enel gobierno del General Narváez se vio implicado en una rocambolesca conspiración y tuvo que huir de Madrid. Se le condenó a muertepero se acogió más tarde a la amnistía de 1847. Una vida tan novelesca tuvo un final extraño, para hoy, al fallecer de cólera de la epidemia que azotó Madrid en el siglo XIX.
Invitó a la Reina a su casa y le hizo una alfombra de monedas de oro de canto para que no pisara su rostro Hay una repetida anécdota que ilustra la inmensa fortuna de Cordero. El leonés invitó a la Reina para que visitara su famosa Casa de la Puerta del Sol y le ofreció alfombrar el suelo con monedas de oro. Isabel II, la del Canal, rechazó la oferta: «No puedo sentirme bien pisando sobre mi propia cara», ya que las monedas llevaban grabada su efigie. A este contratiempo Cordero respondió que las pondría de canto. Y parece que así lo hizo.
El leonés mantuvo amistad con la reina, a la que llevó en diversas ocasiones de vacaciones a Cantabria.
El Canal de Isabel II
Hablar del Canal de Isabel II, con visión histórica y no carcelaria, es tanto como echar una mirada al abastecimiento de aguas para la ciudad de Madrid, una gran obra de ingeniería a la vista de la población creciente a la que debía abastecer. Ya en tiempos de Felipe II escaseaba el agua potable y acudieron a los pozos de agua subterránea, hasta el siglo XIX. Son los tiempos de los aguadores, las albercas o los viajes a la Alcubilla... Hasta que fue necesario abordar la monumental obra del Canal de Isabel II, como explicaba Bravo Murillo: «Madrid ve amenazada su existencia por la escasez de agua y que el gobierno no puede permanecer por más tiempo como mero espectador de los sufrimientos actuales de los habitantes, ni aguardar con indiferencia las calamidades que amargan a una numerosa población que crece rápidamente».La propia Reina se puso al frente de la recaudación de fondos y, al margen de una derrama entre los madrileños, acudió a sus amigos adinerados y ahí estaba el maragato, que no se sabe si se arrepintió de haberle puesto a Isabel II una alfombra de monedas de oro colocadas de canto para que no se pisara.
Así se convirtió El Maragato Cordero en uno de los grandes impulsores del Canal de Isabel II, su amiga. Si ahora levantara la cabeza y viera cómo se lo están llevando crudo es fácil imaginar cómo reaccionaría el de Santiago Millas.