«En mi trabajo lo que más me apasiona es el retrato, la fotografía documental, callejera, conceptual y la naturaleza, en un intento de atrapar el alma de un instante». (Divina Quinina. Fotógrafa).
Hoy en día la fotografía leonesa con nombre de mujer está en alza y pisa fuerte, con creadoras que nos ofrecen trabajos de muchísima calidad en distintos campos de la misma. Hace seis años tuve la oportunidad de organizar en Astorga la exposición ‘Jóvenes creadoras de la fotografía y la videocreación’ en torno a siete jóvenes artistas de estas disciplinas ligadas a nuestra tierra, una primera selección que comenzaba un camino de descubrimiento y reconocimiento de mujeres cuya obra fotográfica nos cuenta mucho y que comencé a recorrer aquel año de 2014, el mismo en el que Divina Quinina (Miriam Nieto, León, 1975) reconoce comenzar «en la fotografía por casualidad (…) aunque siempre me ha apasionado la fotografía en blanco y negro». De formación principalmente autodidacta, desde que su marido (lo cuenta como anécdota) le regalara una cámara de fotos, ha emprendido un imparable proceso de «aprender a mirar alrededor de otra manera». Y lo que comenzó con un curso de fotografía ha continuado con un continuo proceso de disparar y disparar con el objetivo de capturar instantes, escenas, gestos, rostros… capaces de contar un mundo entero, hasta llegar en muy poco tiempo a mostrarnos una vasta obra fotográfica en la que sobresale el blanco y negro; desde aquella primera exposición sobre los siete pecados capitales con la que se presentó públicamente en 2015 hasta el apoyo fotográfico del proyecto cinematográfico liderado por Isabel Medarde, ‘La espiral maravillosa’, que nos adentra en los comienzos femeninos del cine a través de la cineasta Leocadia Cantalapiedra, y que le ha permitido también participar como incipiente actriz en otros proyectos relacionados con el anterior como ‘La Ranura’ y ‘La Proeza’, todos ellos de Bambara Zinema. Y entre tanto, varias exposiciones, individuales y colectivas, la realización de varios carteles y calendarios solidarios, y mucha fotografía escénica para varios montajes teatrales.
Sumergiéndome en la fotografía de Divina Quinina, y al margen de sus retratos, dotados de gran fuerza expresiva y viveza, ha conseguido sorprenderme poderosamente la serie de fotografías que, bajo el título de ‘Divina Quinina. Shaanti’, podemos disfrutar en Youtube, sobre un trabajo realizado en India en 2015. Desde mi punto de vista tiene la particularidad de que, mientras tantos fotógrafos juegan con el color y el cromatismo que el paisaje y el paisanaje de la India ofrece, ella trabaja el B/N con una sensibilidad exquisita, de tal forma que en su uso se puede sentir la fuerza de cada mirada, de cada sonrisa, de cada detalle de rostros y manos atrapados por su cámara; al igual que las texturas de las telas, el detalle de las joyas…, un tratamiento que diríamos hasta nos permite intuir la fuerza de ese colorido que no usa. Lo mismo ocurre con sus paisajes, muchos de ellos urbanos, donde los contrastes se adivinan con fuerza en los detalles, sin perderse en lo llamativo de los colores que podrían distraer la atención de nuestra mirada sobre lo que verdaderamente ha querido recoger la de la fotógrafa: retratos llenos de fuerza que te sostienen la mirada y la sonrisa; detalles que hablan por si solos de lo que son y lo que les rodea, dándonos una visión de la India mucho más humana, menos exótica, y aún bella a pesar de la miseria.
Está también esa faceta teatral, cinematográfica, que se recoge en una parte importante de su obra, como la que dio lugar a esa primera exposición de presentación o la que acompaña al proyecto de I. Medarde. En el primer caso, las fotografías surgen pensando la cartelería para presentar un proyecto cinematográfico, un conjunto coral de siete cineastas en el Festival de Sitges. El proyecto titulado ‘Seven Sins’, como la futura película en la que se inspira, es una muestra de siete fotografías, cada una de ellas alusivas a uno de los siete pecados capitales —ira, lujuria, gula, pereza, envidia, soberbia y avaricia—, para cuya realización montó una escenografía sumamente teatral acudiendo a cerca de medio centenar de amigos y gentes de la cultura leonesa que protagonizaron, recreándolas, las siete escenas. En el caso de ‘La espiral maravillosa’, además del seguimiento del proyecto en sí, se ha encargado de recrear fotografías que reflejan escenas de la propia vida de Leocadia, la protagonista del proyecto, y que forman en muchos casos parte de la propia película. Esta circunstancia le ha permitido entrar en contacto con la fotografía antigua, por la que siente gran debilidad.
He de reconocer que de toda su fotografía, que pueden encontrar y descubrir en sus diferentes redes sociales, la que más me atrapa es la de blanco y negro. No es una cuestión de calidad sino de preferencia estética personal. La fotografía, incluso las películas, en B/N siempre han ejercido sobre mí una especial atracción y suelen emocionarme mucho más. Es como si en esa gama de grises en la que se traduce la mirada del/de la artista no se pudiera esconder nada, como si a través de ella pudiéramos diferenciar (mostrándosenos para verlo en toda su plenitud) cada detalle de lo que verdaderamente está ahí, de la prosaicidad de la mirada cotidiana que todo lo ve sin poner su foco en nada en concreto. Esto es lo que hace Divina Quinina con su fotografía. Les animo a que la busquen y la disfruten si es que no lo han hecho ya.
La riqueza cromática del blanco y negro
Divina Quinina entró en la fotografía de forma casual, pero el tiempo y la práctica le han enseñado a mirar alrededor de otra manera y con el blanco y negro como opción estética
18/02/2020
Actualizado a
18/02/2020
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