La premisa es sencilla. Se trata de subirse a un escenario delante de cientos de personas a contar aquella anécdota que te hizo pasar mucha vergüenza, o esa historia que sucedió en la adolescencia y que años después sigue sacando carcajadas. Incluso un suceso que en su momento fue de lo más dramático y que ahora solo puede recordarse entre risas. Así es ‘La Ruina’, el formato de Tomàs Fuentes e Ignasi Taltavull que triunfa en las plataformas de vídeo y las redes sociales, y también llena teatros y auditorios en todas partes de España. Un pódcast en el que lo que importa es que el público tenga ganas de compartir sus ‘ruinas’ con todo el mundo y también con un invitado especial. Eva Soriano, Berto Romero, Rigoberta Bandini o José Luis Sastre ya han contado sus situaciones más embarazosas delante de cientos de personas.
Este sábado es el turno de los leoneses. ‘La Ruina’ visita por primera vez el Auditorio Ciudad de León con todas las entradas agotadas después de que sus dos creadores recogieran este jueves en Barcelona el Premio Ondas 2024 al Mejor Pódcast, un reconocimiento a su idea y a su conexión con el público. Lo explica Tomàs Fuentes en una conversación que recoge un repaso al formato y también una pequeña intromisión en sus anécdotas favoritas de entre más de cinco años de ‘ruinas’.
– Esta es vuestra primera vez en León, ¿qué expectativas tenéis sobre el público y las historias que os podéis encontrar aquí?
– Vamos en una incógnita. Intentamos no ir con prejuicios porque la gente siempre nos sorprende. Estoy seguro de que las ‘ruinas’ serán bien locas, porque al ser la primera vez, hay historias divertidas por descubrir. Creo que irá muy bien y que volveremos seguro.
– Existen ciertos estereotipos sobre las formas de ser según la procedencia, ¿funcionan en vuestro formato?
– Nos dejamos llevar. Cuando empezamos, que no habíamos viajado mucho haciendo ‘shows’, sí que íbamos con estereotipos sobre que en algún lugar el público fuese a ser más frío, por ejemplo. Pero la verdad es que nunca ha sido cierto.
– El éxito del pódcast es palpable: entradas agotadas en prácticamente todos los ‘shows’ y varias temporadas sin parar de girar. ¿Cuál es el secreto?
– Hay varias cosas que, de alguna manera y por casualidad, han coincidido en el proyecto. La primera es que creo que la gente ya está harta del postureo de Internet, de intentar aparentar más de lo que es. Si no eres rico no puedes ir a hacerte fotos a las Seychelles, pero en cuanto a pringados somos todos iguales. Creo que a la gente le apetece celebrar un poco la derrota, la miseria, y reírse de eso. Y después está el hecho de que nosotros siempre hemos intentado que el ‘show’ sea lo más cómodo para la persona que nos cuenta la ‘ruina’, que en el fondo le parezca que está en un bar con sus amigos, porque si no, no tendríamos espectáculo, si la gente no está cómoda no hay ‘show’. Hemos trabajado mucho para crear un ambiente en el teatro. Intentamos que nuestros chistes siempre estén a favor de la historia, nunca reírnos de la persona, sino de la situación. Por ejemplo, solemos poner los focos muy fuertes para que no se vea al público y la gente no se ponga nerviosa. La persona que sube, en el 99 % de los casos, no se dedica a nada relacionado con el espectáculo, así que intentamos que no le dé impresión ni vergüenza.
"Todos tenemos una anécdota que contar en todas las cenas y que se ha pulido para que sea divertida"
– En ‘La Ruina’, en la mayoría de las veces, el humor lo hace el público, ¿no? Vuestro trabajo y el de los invitados queda casi más relegado a un segundo plano.
– Nuestro trabajo es que la persona salga de allí pensando que la ‘ruina’ ha sido divertida. Si no hace falta, la dejamos hablar; si se nos ocurre algún chiste, lo metemos para dar más ritmo; y si vemos que la ‘ruina’ es más normalita, apretamos y preguntamos o hacemos más el tonto para que tenga la sensación de que está funcionando, porque normalmente son buenas, pero no todo el mundo tiene la misma gracia contándolas, y esa es nuestra función.
– ¿Cómo surge la idea? ¿Es ‘La Ruina’ un heredero de ‘Asco de vida’?
– Estábamos Ignasi y yo de viaje en Estados Unidos y fuimos a ver un pódcast de unos cómicos que tenía mucho público. En aquel momento, que fue hace seis o siete años, entre que no había muchos pódcast y ninguno –excepto el ‘Nadie sabe nada’, de Andreu Buenafuente y Berto Romero– tenía al público como una parte importante del ‘show’, pensamos que podíamos hacer algo similar. Sin embargo, teníamos mucha inseguridad, porque nosotros éramos guionistas, no éramos cómicos, no estábamos acostumbrados a dar la cara y tampoco sabíamos si podíamos ser capaces de mantener la atención durante una hora y pico solos. Por eso pensamos que ayudándonos de la gente, en formato charla, podíamos hacerlo. No obstante, aunque queríamos montar algo con público, no se nos ocurría el qué. Tenía algo que ver con el concepto ‘Asco de Vida’, pero tampoco sabemos cómo llegamos a eso. Todo el mundo tiene una anécdota patético-ridícula, la típica anécdota que te piden contar en todas las cenas, que has explicado mil veces y has pulido para que sea divertida. Entonces decidimos probar con esto, era la única cosa que se nos ocurría que fuese divertida y que todo el mundo pudiera tener. Aún así, estuvo dos años en un cajón por falta de atrevimiento, hasta que desde la librería ‘La Llama’, en Barcelona, nos ofrecieron hacer algo pequeño, en su trastienda, para 30 personas. Lo probamos, funcionó y, a lo tonto, aquí estamos. Hemos crecido paulatinamente, pero sin parar, y eso que hace cuatro años lo estábamos haciendo ante 30 personas y ahora llenamos teatros y agotamos las entradas.
– Porque, ¿empezasteis justo antes de la pandemia?
– Empezamos tres meses antes del confinamiento, algo que también nos preocupaba. A parte de porque había una pandemia mundial, porque esa idea brillante que tuvimos de un pódcast con público no sabíamos si se podía hacer. Durante ese tiempo pensamos que el formato se había muerto, no sabíamos si podíamos hacer un ‘show’ sin público, con mascarillas, que se pudiera compartir el micrófono... Pero precisamente fue durante la pandemia cuando empezó a crecer de visitas. Esos meses fueron muy buenos para la gente que tenía pódcasts, aunque esté feo decirlo.
– ¿Cuáles son los ingredientes de una buena ‘ruina’?
– Varios, entre ellos que te haga gracia a ti. Si te hace gracia a ti, seguramente la anécdota será graciosa. Después que alguien haga el ridículo, normalmente a partir de malas decisiones o mala suerte: una caída, un apretón, una idea de «voy a probar y hago esto a mi novia, a ver si le gusta»... Decisiones que en un primer momento parecían buenas y a todas luces no lo son. También desgracias entre comillas, que te puedas reír de ellas. En muchos casos nos han contado ‘ruinas’ que implicaban muertes de familiares o cosas serias de enfermedades que luego han resultado muy divertidas. Básicamente es que la persona que lo cuente lo esté pasando bien. Si ella se lo está pasando bien, nadie podrá ofenderse. Y también que sean cosas miserables, que hayamos sufrido todos. Si alguien viene y dice que se quedó encerrado en su jet privado, probablemente no acabará de conectar con el público.
"Intentamos que los chistes siempre vayan a favor de la historia y reírnos de la situación, no de la persona"
– Hay ‘ruinas’ que ya son historia del programa, como el «me cago en Salamanca». ¿Tienes alguna favorita o alguna anécdota que recuerdes especialmente?
– A «me cago en Salamanca» lo guardamos especial cariño porque es un audio que teníamos nosotros en WhatsApp y cada cierto tiempo lo volvíamos a escuchar porque nos parecía brillante. Podría decirse que ‘La Ruina’ sale también de ese audio, porque siempre que lo escuchábamos llorábamos de la risa. Pero no sé, de las últimas recuerdo a una señora en Murcia, que se llamaba Carmen, que explicó que se murió un familiar y cuando fueron al velatorio no era el cuerpo, era otro, y les dio igual y lo enterraron. O la anécdota de Judit Martín, una cómica catalana, que casi muere sepultada en una fábrica de Calippos.
– Otro reflejo de vuestro éxito es el Premio Ondas 2024 al Mejor Pódcast, ¿cómo ha sido recibirlo?
– Fue muy contradictorio, con mucha ilusión y a la vez incredulidad. ¿En serio nos han dado un Ondas a nosotros? Supongo que a excepción del formato, tenemos una concepción nuestra de ser unos pringados. Sobre todo nos parece bonito que se premie un ‘show’ donde la gente es protagonista y que está autoproducido, lo hemos sacado nosotros sin plataformas detrás. También me parece muy chulo y muy sano que se premie algo que celebra la tontería. Y es, además, una manera de hacer un homenaje a toda la gente que nos ha contado sus ‘ruinas’, que son las que hacen el programa, y a todo nuestro equipo.
– Muchas veces decís que no pararéis de visitar ciudades hasta que todo el mundo haya contado su ‘ruina’. ¿Cuál es el futuro del formato?
– De momento este formato, con algunos cambios que surgirán de manera natural, pero con la misma estructura. Si algo funciona, no lo toques. Cuando empecemos a cambiar, significará que la cosa no va bien y estaremos intentando recuperar al público. El futuro de ‘La Ruina’ durará hasta que la gente se canse de nosotros. Es el trabajo ideal: viajar con amigos, porque todos los invitados que vienen de alguna manera lo son, la gente es divertidísima, es generosa... Seguro que el público se cansa antes que nosotros.