Los abrazos y las lágrimas que se produjeron el viernes en
Salamón en las despedidas del pueblo leonés del canadiense Peter, el leonés Pablo, los alemanes Theo y Linda (Antton, Silvia, Linus y Korbinian en otros trayectos),
el pastor extremeño Paco y dos familiares y ese curioso personaje que llaman El Torero, Jesús García Unquera… parecían lo que realmente había sido: El final de una aventura, de un Erasmus +, que también lo era o de un convenio internacional, que también lo era.

Era todo eso junto, el final de la aventura y el fin de casi 600 kilómetros realizando la histórica trashumancia —desde las dehesas de Extremadura hasta los puertos de Montaña de Salamón y Lois donde el rebaño que pastoreaban pasará el verano acompañando al veterano pastor Paco Morgado con sus 1350 ovejas y eje central de un proyecto de recuperación de la trashumancia que apadrina la Fundación Monte Mediterráneo de Huelva con la alemana Ernestine Lüdeke, al frente, que era quien comentaba ante la emoción vivida: «Parece mentira que se lo hayan tomado así, con tanta emotividad, pues son en general unos chavales muy jóvenes que han vivido una experiencia dura, muchos kilómetros, mucho calor y en unas condiciones difíciles, que no duermen en hoteles, que no tienen baños ni habitaciones individuales».Y todos se muestran convencidos de que precisamente eso, «esa convivencia tan intensa es la que ha propiciado esos lazos entre ellos», señala Lüdeke, que ya regresa camino de la sede de la Fundación en Huelva, donde seguirán haciendo las prácticas algunos de estos voluntarios, los extranjeros, que acompañaron a un Paco Morgado que también esto se lo toma con filosofía. «Yo hice muchos años la vieja trashumancia y, ciertamente, era parecida a esta, lo fundamental es lo mismo, caminar y conducir el rebaño, en lo que se pueda», dice con una sonrisa pícara recordando que ya hay muchas praderas y laderas bastante verdes y cuando las ovejas se iban hacia ellas y los voluntarios miraban hacia Paco éste decía: «Ellas saben».

Y por allí, siempre inquieto y enredando, andaba
Jesús El Torero, que otros llaman el
relaciones públicas, pronto entablaba
conversación con los visitantes, los
periodistas, y no ocultaba cómo estas cosas le ayudan a soportar un dolor que lleva dentro.
- ¿Y lo de torero?
- Pues porque anduve en el gremio. Fui quinto y amigo de
Paquirri, pero él despuntó y yo… pues aquí ando, de pastor.
Completan
la troupe de la trashumancia los voluntarios, tres jóvenes, dos alemanes y un canadiense que llegaron hasta la
Fundación Monte Mediterráneo dentro de proyectos académicos como
Erasmus + o realizados por la fundación con la
Cámara de Comercio. «Antes en Alemania dentro de lo que aquí sería el servicio militar había la posibilidad de salir al extranjero, de prácticas, y al quitar este servicio militar el Ministerio apadrina un servicio voluntario tanto dentro como fuera de
Alemania. Así han llegado unos y otro con otro convenio diferente, tipo Erasmus +, en el que nosotros nos comprometemos a una calidad de vida, trabajando en la finca de
Santa Olalla de Cala o haciendo la trashumancia, que tienen que hacer como se ha hecho, tratando de recuperar su historia y su filosofía».
Es una experiencia dura, no duermen en habitaciones, ni tienen duchas, mucho calor y son muy jóvenes- ¿Les ha parecido muy dura?
- No les ha parecido, lo es; pero están encantados, dicen que han aprendido mucho y las lágrimas de la despedida hablan por ellos; explica Ernestine Lüdeke.
Y el otro miembro de la troupe es el leonés Pablo Díaz, ingeniero forestal, descendiente de Salamón por lo que conoció a Lüdeke el año pasado y aprovechó la ocasión para sumarse a esta aventura después de pasar un tiempo en la finca onubense. «Nos pareció un complemento perfecto para la expedición y, además, se trata de extender la filosofía de la trashumancia en León», explica la alemana afincada en España.
- ¿Y a ti Paco qué te parece?
- Pues que la trashumancia es la trashumancia, la hagas con
burro o con
Land Rover.Sabio. Como siempre.
