Las galas del Festival de Magia siguen triunfando

Lleno todos los días en el Auditorio para disfrutar de las actuaciones de los mejores magos

Fulgencio Fernández
29/12/2014
 Actualizado a 13/09/2019
La sucesión de sensaciones, colores, juegos, humor, sueños y pesadillas se van sucediendo en la gala internacional. / MAURICIO PEÑA
La sucesión de sensaciones, colores, juegos, humor, sueños y pesadillas se van sucediendo en la gala internacional. / MAURICIO PEÑA
La sensación de muchos de los asistentes a las galas internacionales del Festival de Magia es que la de este año bien podría ser la mejor, o una de las mejores, de todas las ediciones. Que es Juan Mayoral, el ‘padre’ de este invento, quien cada año se saca un truco de la manga.

Bien es cierto que la ciudad responde. Que estos días no ha habido ni una silla vacía, ni en las butacas, ni en los palcos, ni en ninguna parte.

Yquienes abarrotaron el Auditorio comprobaron que merecía la pena, y se lo mostraron claramente a los protagonistas de la gala con un prolongado aplauso final, puestos en pie. «¡Qué frío es el público de León», ironizaba Mag Lari, quien había sido un perfecto maestro de ceremonias. Fue ingenioso, ágil con las situaciones imprevistas, cercano al público bajando con frecuencia a mezclarse con los espectadores, a besar a las señoras... Hasta recurrió al truco más infalible en esta ciudad:meterse con los de Valladolid.

La sucesión de los número nos mostró una velada ‘in crescendo’. Había calidad en todos los números pero iba creciendo la espectacularidad de los números. El francés Jerome Murat se ganó al público con su magia visual, llevando hasta las butacas esa sensación de estar contemplando la belleza en estado puro, la magia en el más amplio sentido de la palabra.

Pero esta sensación de ir subiendo la temperatura llegó al máximo con el número elegido para cerrar la velada, con los holandeses Magus Utopia (los artistas Marcel y Aquila) que convirtieron la narración de un cuento en un torbellino de sensaciones, en un viaje del sueño a la pesadilla a través de un número con grandes aparatos. El público disfrutaba y tenía ganas de verlo acabar... para levantarse y aplaudir a rabiar.

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